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En el furgón de cola de la Educación OCDE

Nuevo estudio de la OCDE sobre Educación, nuevo tirón de orejas para España. Según la última edición del Education at a glance, nuestro país registra cifras paupérrimas de titulados en Secundaria superior: sólo quedan por debajo Eslovaquia, Turquía y México. Además, el porcentaje de empleados presenta pocas diferencias según el nivel de estudios alcanzado, por lo que los incentivos para seguir estudiando más allá de la Secundaria son mucho menores que en otros países.
Miércoles, 21 de septiembre de 2005
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Autor: Rodrigo SANTODOMINGO

Leídos en clave española, los estudios comparativos internacionales sobre Educación suelen dejar un poso de tristeza. Por desgracia, también conducen hacia esa melancólica sensación del déjà vu. La OCDE (Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico) ha publicado una nueva edición de su faraónico Education at a glance (algo así como La Educación de un vistazo): de nuevo puntúa nuestro país a la baja en sus principales variables. Por ejemplo, graduados en Secundaria superior, gasto educativo en relación al PIB, ventajas directas de continuar los estudios el mayor tiempo posible o formación a lo largo de toda la vida.

Salvan a España de la quema total las condiciones laborales del profesorado (de lo mejor en horas trabajadas y aceptables en salarios), el número de universitarios y algunos otros ponderables menores. Temas, a fin de cuentas, que no inciden de manera evidente en la calidad de la Educación ni demuestran per se la salud de nuestro modelo de enseñanza.

Para la OCDE, el eje gravitatorio de cualquier sistema educativo, su punto de referencia clave, sigue siendo el índice de individuos que obtienen un título de Secundaria superior cada año. Y en esto, siendo francos, a España se le debería caer la cara de vergüenza. De 21 países analizados, nuestro país ocupa el puesto 18 con un 67% de graduados. Es decir, uno de cada tres estudiantes españoles (el 33%) abandona sus estudios sin el Bachillerato, una FP de Grado Medio u otro título equivalente. Por debajo nuestro, Eslovaquia, Turquía y México (Portugal no dispone de datos al respecto). Por encima, países como Grecia, Polonia, Hungría y, por supuesto, el núcleo duro de la riqueza planetaria al completo.

Estudios y empleo

Otra rara avis que nos aleja de la mayoría del mundo desarrollado es la abismal diferencia entre fracaso escolar masculino y femenino. Si el 75% de las mujeres españolas se gradúa cada año en Secundaria, sólo el 59% de hombres lo consigue. En Italia, la diferencia es de apenas cuatro puntos (también a favor de las mujeres); en México, seis puntos separan a ambos sexos; y en Japón, país de honda tradición patriarcal, tanto chicas como chicos se gradúan por encima del 90%. ¿Razones? Ante todo, las facilidades que España ofrece al varón para insertarse en el mercado laboral con una preparación nimia.

Echemos si no una rápida mirada a nuestros porcentajes de empleo según el nivel de estudios alcanzado. Entre la población de 25 a 64 años, tiene trabajo el 85% de los varones con el título de ESO o equivalente; entre el 84 y el 88% de los que atesoran un certificado de Secundaria superior; el 88% de los que estudiaron una FP Grado Superior; un 89% de diplomados y otro 86% de licenciados. En Alemania, por ejemplo, aquellos que se quedaron en la Secundaria básica están empleados al 63%, muy lejos del 88% de licenciados con trabajo.

Por supuesto, el caso de las mujeres patrias es bien distinto: 46% de trabajadoras entre las que no pasaron del BUP o semejante; 78% entre las licenciadas. Sin duda, ser mujer con escasa formación en España es un pasaporte más que probable al paro.

Otro lastre que arrastramos al sur de los Pirineos a la hora de crear una sólida cultura de estudio y promoción son las escasas diferencias salariales derivadas del nivel de formación. Como se observa en el cuadro de la página 2 abajo, los universitarios españoles son de los que menos cobran en comparación con los que obtuvieron un título de Secundaria superior.

De hecho, los diplomados en nuestro país perciben de media salarios inferiores a los que se quedaron en el Bachillerato o en una FP de grado medio. En conjunto, nuestros universitarios entre 30 y 44 años perciben un 22% más que los graduados en Secundaria superior. Salvo Nueva Zelanda y Dinamarca, el resto de países estudiados presentan, a este respecto, diferencias mayores al 30%. En Italia son del 37%; en Alemania, del 44%; en Francia se van al 50%.

Gasto y calidad

En cuanto al gasto por alumno y al gasto educativo en relación al PIB, España continúa en la parte media-baja de la clasificación. Respectivamente, 5.914 dólares al año (frente a 7.343$ de media OCDE) y 4,9% (6,1% de media OCDE).

Sin embargo, la aportación más reveladora del Education at a glance 2005 en cuanto a la relación entre gasto educativo y calidad de la enseñanza es, precisamente, sugerir que dicha relación no existe. O al menos que sus dinámicas causa-efecto son terriblemente difusas y dependientes de otros muchos factores más difíciles de evaluar.

Como se observa en la tabla de la página 2 arriba, los países que obtuvieron los mejores resultados en matemáticas en el PISA de 2003 no son necesariamente los que más invierten por alumno a lo largo de la Educación obligatoria. Corea, con un gasto menor que el español, ocupa el segundo lugar (nosotros quedamos en el puesto 21). Y Estados Unidos, por debajo de nosotros en resultados, invierte en cada alumno por encima de un 60% más que España.

Otra variable que influye poco en los resultados académicos es el volumen de trabajo que acarrea el cuerpo docente. Como muestra el gráfico de arriba, los profesores de Japón y Corea –países cuyos alumnos presentan, año tras año, excelentes resultados en todos los indicadores internacionales– son los que menos trabajan en cuanto a número de horas lectivas netas. Por el contrario, Estados Unidos y México –mediocres en el último PISA– ofrecen los horarios más cargados del club OCDE.

Donde sí destaca España es en el número de días lectivos para los estudiantes de Bachillerato. El curso escolar de nuestros bachilleres es, con diferencia, el más corto de todos los estados analizados. Dato que quizá explique, al menos en parte, por qué los profesores universitarios españoles se quejan cada vez más del paupérrimo nivel con que llegan los estudiantes primerizos. Gloria y miseria de nuestra Selectividad, auténtica especie en extinción en el contexto educativo mundial.

En definitiva, la OCDE traza un panorama educativo internacional en el que las fórmulas universales no proceden. Cada país, un mundo. Con su trasfondo socioeconómico, su sistema de enseñanza y sus propios remedios caseros. ¿Conclusiones para España? Sin duda, que algo no funciona. Y que la solución pasa, muy probablemente, por un cambio cultural, algunos ajustes estructurales y un espíritu de mejora compartido por todos.

Ciencia y salarios

Frente al tópico según el cual las mujeres obtienen peores salarios que los hombres aunque posean un nivel de formación similar, la OCDE despliega cifras que rebaten dicha idea, al menos cuando se aplica a los titulados universitarios.

Cierto es que en España las mujeres universitarias (ya sean licenciadas o diplomadas) cobran algo menos que sus homólogos masculinos. Las diferencias tienden a disminuir, pero aún se mantienen en torno al 10%.

La clave es que estos datos, así en bruto, no tienen en cuenta cuáles son los estudios predilectos de hombres y mujeres ni las diferencias salariales intrínsecas a cada profesión. Lo que sí sabemos es que –en España y en el resto del mundo– las aulas de las carreras científicas (a las suelen asociarse mejores salarios) están plagadas de hombres. Algo similar ocurre con las mujeres en las carreras de letras. Por ejemplo, por cada 100.000 españoles con empleo entre 25 y 25 años, hay casi 2.000 titulados científicos varones por unas 1.200 mujeres.

Formación discontinua

Además de ofrecer desalentadores índices de fracaso escolar, España es uno de los países OCDE donde la formación continua (la que empieza una vez que el sujeto se ha incorporado al mercado laboral) goza de menor predicamento. Sólo los trabajadores griegos, italianos y húngaros se molestan menos que los españoles en ampliar y actualizar sus conocimientos.

En total, sólo un 9% de la población activa española había participado en alguna actividad de este tipo durante los últimos 12 meses. En Eslovaquia, dicho porcentaje ascendía al 24%; en Reino Unido, al 34%. Por no hablar de Dinamarca, Suecia, Estados Unidos o Finlandia, todos con porcentajes superiores al 40%.
 

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