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El cuento demográfico

No es la primera vez –ni será la última– en que tengamos que hacer referencia en esta sección al "cuento". El cuento es el que agrupa las argumentaciones de los logsistas más o menos confesos, más o menos irredentos, ante cualquier mal dato del sistema educativo: nunca tendrá que ver con el sistema educativo, sino con cualquier circunstancia ajena (socioeconómica preferentemente) o novedosa.
Martes, 26 de diciembre de 2006
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Autor: José M. LACASA

En los últimos años, cuando los datos van apretando el cerco y poniendo cada vez más en evidencia el desastre de la Logse, el cuento ha adoptado múltiples formas, habitualmente ajenas a los datos y al sentido común: la culpa la han tenido los inmigrantes cuando no había inmigrantes, el trasvase de fondos a la concertada cuando no ha aumentado en diez años, el gobierno del PP cuando la Educación estaba transferida, las condiciones socioeconómicas de los alumnos mientras el nivel de vida no hacía más que subir… Para colmo, que es que la Logse no estaba preparada para que los alumnos tuvieran móvil.

De espaldas a los datos

Mientras, cualquier referencia a los datos se obvia o se inventa: el fracaso escolar estaba en un 9% (era el triple), que no es cierto que haya descendido el nivel de lo que se imparte en clase (por lo menos dos cursos), que es que había que escolarizar a todos los alumnos hasta los 16 años (como si no se pudiera haber pensado en otro sistema menos nefasto, que ya está por debajo de las expectativas de los más pesimistas), que estamos igual que hace diez años (no sólo es triste como argumento, sino falso: se obvia cómo estuvimos subiendo cinco años y cómo los indicadores se comenzaron a desplomarse hace otros cinco), que la conflictividad escolar es puntual (aún no sabemos cuantos centros más se han de destrozar para que deje de serlo, por poner un ejemplo).

Indicios y sospechas

Por supuesto, los datos que se esgrimen sobre el sistema educativo son “opiniones” (y eso que no les tocó la Logse). Algunos pueden pensar que la ideología, como antes decían de la fe, les ciega. Pues depende. Algunos indicios apuntan a que saben muy bien lo que se traen entre manos.
El primero es la comparación entre las estadísticas diseñadas a partir de la Ley General del 70 y las diseñadas a partir de la Logse. Vistas ahora, sorprende cómo el que las pensó parecía saber en qué fallaría la Ley, porque aún hoy es difícil saber nada interesante con ellas. Como ocultó los datos antes de que se supiera que iban a ser los más sensibles, puede elegir entre pensar que era medio brujo o que sabía dónde iba a fallar la Logse y le importaba un bledo. A su elección.
Luego, el silencio habitual ante los datos que aparecen y que no convienen. Son, sencillamente, ignorados, lo que hace dudar bastante de que la ideología sea el único problema.
Otro indicio es la avidez con que se aferran a cualquier dato con algún aspecto positivo, aunque sea falso, o mal interpretado, o no representativo. Tenemos ejemplos abundantes, pero fue sintomático el que la propia ministra observara un cambio de tendencia basándose en un solo dato y que además no era cierto (era una discontinuidad producida por una ruptura de serie).

Y seguimos con el cuento

En fin, para qué seguir con el pasado, si tenemos un ejemplo reciente. Hace unos días el Consejo de Coordinación Universitaria (CCU) remitió la estadística del sistema universitario del curso 2006-07. Es sorprendente lo poco que pretenden que se sepa de la universidad española, y eso que sólo estamos hablando de datos cuantitativos. Parece diseñada para que no sepamos apenas nada: no hay evoluciones, los datos se presentan aislados y descontextualizados, se dan cifras absolutas en vez de tasas… Hace unos meses quien esto suscribe le preguntó a Félix García Lausín, entonces nuevo secretario general del CCU, ante sus intenciones de dar más transparencia a la Universidad, si iban a seguir dando los datos que les interesaba al gobierno de turno o los que les interesaban a periodistas e investigadores. Ya tenemos la respuesta.
Como muestra, la forma de ofrecer los datos de la caída de universitarios: se dan cifras absolutas y se dice que se debe al descenso demográfico. Falso, como saben los lectores de Magisterio (y no los periódicos generalistas, que de nuevo se han dejado engañar): todas las tasas publicadas en los últimos meses –y por tanto no afectadas por el descenso demográfico–, ya sean las tasas netas de escolaridad o las de acceso a la Universidad, indican que el número de universitarios está bajando también porque el sistema educativo Logse lleva a menos gente a la universidad (también menos a la FP, por cierto). Es la paradoja del sistema que, con la excusa de escolarizar más, acaba reduciendo el tiempo y los alumnos escolarizados.
Por supuesto, dar esos datos –el MEC los tiene colgados en su página de estadísticas, aunque eso no lo anuncian– supone ir contra el cuento, esta vez disfrazado del timo demográfico. La siguiente pregunta es: ¿qué intereses se esconden detrás de ese esfuerzo por salvar este sistema a toda costa?

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