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La nueva aula intercultural es personalizada y sin etiquetas

En una década los alumnos extranjeros se han multiplicado por diez en España
Martes, 27 de mayo de 2008
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Liliana, Marwan o Jennifer son sólo tres de los estudiantes que comparten clase, sintonías para el móvil o partidos de fútbol en el Colegio “El Espinillo” de Villaverde, en Madrid, de los primeros del ranking en la prueba de Conocimientos y Destrezas Indispensables (CDI) que desde hace cuatro años organiza la Comunidad de Madrid y ejemplo de integración. La heterogeneidad del barrio se refleja en sus pasillos, donde bromean antes de pasar a clase 700 jóvenes con características físicas muy distintas, pero con un solo rango, el de alumnos. Belén, una niña gitana que estudia en este colegio, acaba de celebrar su cumpleaños. A pesar de la situación económica de la madre, hoy ha traído todo tipo de bollos y galletas a clase para que desayunen los profesores, cuenta la directora del centro, María Ciprián, que explica que “la niña ya puede estar con fiebre, que no falta ni un sólo día a clase”.

Llama la atención la ternura con la que los profesores se refieren a sus alumnos, a los que conocen a la perfección, y puede ser que ahí esté una de las claves del éxito de este colegio, la implicación del profesorado. “Cuando me preguntan cuántos inmigrantes tengo en el colegio, les contesto: en mi centro no hay inmigrantes, hay alumnos, 700; cuando me preguntan cuántos gitanos tengo, les contesto: en mi centro no hay gitanos, hay alumnos, 700”, explica María Ciprián, a la que no le gusta hablar de porcentajes.

También sorprende la buena relación que existe entre los niños, ya sean cubanos, marroquíes, españoles o brasileños, y puede que esa sea la base del problema, que todavía nos llame la atención, explica Luís Peña, director del Colegio “San Antonio de Madrid” en el que estudian 187 niños de los que sólo nueve son españoles. “Tenemos que empezar a entender que la española es sólo una de las nacionalidades de las muchas que conviven en esta nueva sociedad y que ninguna de ellas es distinta de las otras”, añade.

“En “El Espinillo” no le ponemos etiquetas a nadie”, aclara María Ciprián, y ese es uno de los puntos en común de los centros que mejores resultados obtienen, sea cual sea la procedencia de sus estudiantes, no hacer una diferenciación entre sus alumnos.  A esto le siguen estrategias específicas de adaptación al nuevo perfil del alumnado, como el reparto eficiente de los recursos, la motivación del profesorado, la atención individualizada y la implicación de las familias.

En sólo una década, el número de estudiantes de Educación no universitaria se ha multiplicado por diez y ha pasado de 63.044  alumnos extranjeros en 1996 a 608.040  en el curso pasado (2006-07), según los últimos datos del ministerio de Educación, Política Social y Deporte. Para enfrentarse a esta nueva realidad, hay que “adaptarse a las circunstancias y buscar salidas”, explica Francesca Giromes, coordinadora del proyecto Tú puedes, una iniciativa llevada a cabo por el IES “El Pedro”, de L’Escala (Barcelona) y que ha recibido el  primer premio de Ensenyament 2008 de la Fundación Círculo de Economía a la mejor labor pedagógica en entornos con dificultades.

“El problema está en dar por hecho que porque haya más extranjeros el centro tiene que funcionar mal”, explica Carlos Latorre, jefe de estudios del Colegio “San Mateo”, de Madrid, con un 90% de estudiantes extranjeros en sus aulas y que el próximo curso cerrará sus puertas por falta de inscripciones. “No podemos pensar que los colegios son como eran hace 10 años, como tampoco lo es la sociedad, pero eso no significa que sea algo malo”, aclara.

La clave está “en afrontar la realidad como un reto y no como un problema”, explica Carme Molist, la directora del Colegio concertado “Vedruna Àngels”, de Barcelona, que ha recibido el segundo premio de la Fundación Círculo de Economía, con un 58% de estudiantes extranjeros de 38 nacionalidades distintas. Su postura , en la práctica, se traduce en grupos flexibles en diversas asignaturas, una atención individualizada y dos tutores por aula de la ESO. A pesar de las dificultades, para Carme el secreto reside en “tomar la interculturalidad como un valor añadido”.

Y eso es precisamente lo que hacen en el Colegio “San Antonio”, de Madrid, en el que “la nueva situación les ha llevado a replantearse una nueva forma de actuar, con planteamientos educativos muy distintos”, explica Luís Peña, “aunque sus resultados académicos siguen estando  en la línea media de los del resto de la capital”, añade. Su larga experiencia con alumnado inmigrante desde la década de los 90 les ha llevado a saber reconocer lo que necesitan sus nuevos estudiantes, que requieren más recursos humanos, más profesores –“porque estos niños necesitan un trato más individual”, explica– y tres aulas de compensatoria.

En el IES “San Cristóbal de los Ángeles”, “la tradición inmigrante del barrio y su larga experiencia” también les ha facilitado la adaptación a la nueva situación, explica su directora, Mª Jesús Aguja Alonso. En 1º de la ESO, en los ocho grupos tienen 70 alumnos de compensatoria, en Lengua y Matemáticas desdoblan las clases y tienen cuatro profesores de apoyo. En 3º y 4º de la ESO. además, tienen un grupo de diversificación, con estudiantes que muestran interés pero un nivel más bajo y un programa de refuerzo, en el que dos o tres tardes a la semana, los niños que quieren pueden hacer sus deberes con monitores.

Para María Ciprián esa es una de las claves para adaptarse a la nueva situación,  “saber repartir bien los recursos y darle más a los que más lo necesitan”, –pero no sólo a los extranjeros, también hay chicos españoles en clases de apoyo–. aclara la directora del “Espinillo”. Después de no poner etiquetas y la atención personalizada,  el tercer paso consiste en el trabajo con las familias. Javier Ramírez, de la ONG SOS Racismo hace hincapié en la necesidad de una mayor implicación de los padres en el colegio para mejorar los resultados. Para Javier “no es una cuestión meramente de idiomas, sino que está más relacionada con el proceso migratorio” y explica que son niños que han tenido que cambiar de forma de vida y cultura, con padres que a veces tienen que desarrollar dos trabajos a la vez para salir del paso y con muchas dificultades económicas. El representante de SOS Racismo apuesta por trabajar más por esta línea y entender la situación en la que se encuentra.

El cambio de la última década se nota en la Pública, pero también empieza a sentirlo la Privada. El vicepresidente de Ceapa, Pedro Rascón, critica que “siempre que el porcentaje de extranjeros de un colegio supere al de la sociedad se estarán creando guetos, porque no es una representación real”. Javier Ramírez, de SOS Racismo critica que “los extranjeros se estén convirtiendo en el chivo expiatorio de una Educación pública que no funciona”, no cree en el reparto de alumnos como solución y recuerda que“no tenemos que atender al origen del niño, sino a sus necesidades”.

Las claves del éxito
Carme Molist. (Colegio Vedruna-Àngels): “Como un reto y no como un problema”
"Queríamos demostrar que una Educación Intercultural de calidad es posible”, explica Carme Molist que aconseja “ir resolviendo las dificultades que surgen día a día”. Ante el nuevo perfil de estudiante Carme se propuso “que todos los alumnos encontrasen una oferta de calidad en el barrio”.

María Ciprián. (Directora de “El Espinillo”): “El secreto está en no poner etiquetas”
“En nuestro colegio aprendemos todos de todos y no pensamos que ningún niño sea diferente”, explica María Ciprián, que recomienda adaptarse a la nueva realidad con entusiasmo. “Yo con el mimbre que tengo hago mi cesta y la verdad es  que tengo una cesta muy bonita”, añade.

Luís Peña. (Director del “San Antonio”): “La pluralidad no es sinónimo de gueto”

“Si hay pluralidad se dice que es un gueto, –explica Luís Peña– pero lo que tenemos en nuestro colegio con 187 niños extranjeros es interculturalidad”. Para Luís Peña, la propuesta de repartir los inmigrantes sólo atiende al interés de algunos concertados de recibir más subvenciones.

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