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Sin igualdad, Brasil no logrará las metas educativas para 2022

En el Nordeste un 26% de los niños de ocho años no sabe leer ni escribir
Lola García-AjofrínMartes, 13 de enero de 2009
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A unas semanas de que el Carnaval más famoso del mundo vista de verde, amarillo y azul cada punto de Brasil, el gobierno del país se preocupa por otras escuelas que no son precisamente las de samba.

El ejecutivo de Lula se ha propuesto mejorar la situación educativa del país antes del bicentenario de su independencia en 2022 , una fecha que parece lejana, pero que a la vista de PISA 2006, –que situaba a Brasil en el puesto 52 de 57 países y el quinto de los seis iberoamericanos que se presentaron–, no permite relajarse.

Así lo corrobora el informe Con la mirada en las metas , el primer estudio de seguimiento de la calidad educativa brasileña a partir de las cinco metas fijadas para esa fecha, que es prudente al valorar los resultados.

El primero de los objetivos, centrado en mantener a todos los niños de entre cuatro y 17 años en el colegio, mejora, pero no se cumple, al pasar del 79,1% de 2005 al 88,8% de 2007, cifras inferiores al 91% esperado. Tan sólo dos puntos, pero que en un país con 177 millones y medio de habitantes no son nimiedades.

Tan importante como que los niños asistan a clase es “mejorar la calidad de su enseñanza”, asegura el viceministro de Educación brasileño, Paim Fernandes. Y así lo exige la segunda de sus metas, sobre la alfabetización de los niños de ocho años, que actualmente se limita a un 88% de los alumnos de esa edad y a un escaso 76% en el Nordeste del país, –la región más desfavorecida–. Unos desniveles sociales más que evidentes en los repasos educativos.

La tercera de las metas también tiene que ver con la calidad y se refiere a que el aprendizaje de los alumnos se adecué a su curso. Un reto que aunque registra mejoras, en la mayoría de las clases no llega al 25% de los estudiantes.

Datos ligeramente más positivos son los referentes a las metas cuarta y quinta. Una de ellas exige que todos los jóvenes hayan terminado el Bachillerato con 19 años. Y aunque todavía no son ni la mitad los brasileños que lo consiguen, en 2007, con unos datos del 44,9% se superó el 42,1% esperado.

En el último de los retos, –referente a la inversión en Educación–, también se consiguió más de lo previsto, al pasar del 3,9% al 4,4% del PIB entre 2005 y 2006. Pero es en el asunto económico donde los observadores son más escépticos. El periódico brasileño O Globo denunciaba hace unos días en su página web el excesivo gasto que el Ministerio de Educación de Brasil estaba destinando a la publicidad, con una inversión tres veces superior a la de 2007.

“El MEC justifica el aumento por la necesidad de incrementar la divulgación de las acciones del Programa de Aceleración del Crecimiento”, explicaban los periodistas Demetrio Weber y Cristiane Jungblut, “el problema es que precisamente ese programa redujo su presupuesto total en torno al 15%”, añaden.

No tanto un problema de inversión, como de gestión, para Guiomar Namo de Mello, directora de la Escuela Brasileña de Profesores (Ebrap), una empresa dedicada a estudios sobre la enseñanza. En una investigación de 2003, Guiomar presentaba el decálogo de los problemas de la Educación brasileña y en él, a parte de la falta de la gestión, que calificaba de “poco eficiente y sin equidad”, la educadora destacaba una cultura escolar elitista en la que “los niños ricos estudian en la escuela privada para prepararse para la universidad pública”, la falta de visión estratégica; la desinformación de la sociedad; el fracaso escolar; la falta de calidad y de preparación del profesorado; y el desfase edad-curso.

Ahora el gobierno brasileño tiene 13 años para cambiar de rumbo. Marcia Padilha, coordinadora del Instituto para el Desarrollo y la Innovación Educativa en Sao Paulo es optimista. “Éste es un momento muy favorable para importantes conquistas”, concluye.

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