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“El nivel educativo de los padres pesa, pero no influye tanto como creemos”

Los resultados del estudio muestran que los comportamientos individuales tienen más peso que los condicionantes estructurales –como el nivel de estudios de los padres– en los resultados de los alumnos.
José M. LacasaMartes, 5 de mayo de 2009
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(Foto: Jorge Zorrilla)

El mes pasado se presentó el estudio Los padres ante la educación general de sus hijos en España, patrocinado por Funcas. Este informe se puede entender como una continuación del elaborado hace ocho años por los mismos autores, lo que añade otra perspectiva: ¿cómo han cambiado los padres? Hablamos con Juan Carlos Rodríguez, uno de los autores del estudio.

¿Cómo han cambiado los padres en ocho años?
Los padres que hemos encuestado son un año mayores, por término medio, en consonancia con el paulatino retraso de la natalidad. Tienen un nivel educativo algo más elevado, sobre todo porque casi no quedan padres con estudios primarios. Son muchos más los que trabajan, o, mejor dicho, son muchas más las madres que trabajan. Probablemente, hay más familias monoparentales. Y, por último, algo que es sabido, hay muchas más familias de origen extranjero.

Los profesores se suelen quejar de la poca implicación de los padres. Sólo parece ser así en la vida o el gobierno de los centros, pero no en cuanto al rendimiento escolar de sus hijos, etc.
Supongo que el juicio de los profesores depende de lo que ellos considerarían como adecuado. De hecho, en la encuesta que hicimos a los tutores de ESO en Madrid, esa queja era bastante extendida. Nuestro estudio muestra, efectivamente, que la implicación en el gobierno de los centros y en otras actividades escolares no es muy alta, pero no es desdeñable la ayuda que prestan con los deberes, sobre todo en Primaria, y tampoco lo es la proporción de los que acompañan o embarcan a sus hijos en actividades de enriquecimiento cultural, como la asistencia al teatro o a museos, proporción que, por otra parte, ha crecido bastante en los últimos ocho años. Y tampoco hay que descuidar a los muchos padres y madres de alumnos de Primaria que repasan la lección con sus hijos o que leen en alto con ellos.

¿Qué opinión tienen los padres del centro? ¿Y del sistema educativo?
En general, los padres están bastante satisfechos del centro escolar de sus hijos, al que ponen una nota de 4,2 en una escala del 1 al 5. No cabe esperar que estén muy insatisfechos, pues, de haberlo estado, y de haber podido, habrían cambiado a su hijo de centro. Por otra parte, quizá muchos de ellos van reajustando sus expectativas de lo que pueden ofrecer los centros escolares en España a la realidad de aquéllos. Asunto distinto es la percepción que tienen del sistema de enseñanza en su conjunto, al que otorgan una nota mediocre, de 3 en la misma escala.

La generación de padres de 2008 tiene un nivel de estudios claramente superior a la de 2000. Se supone que por ese hecho, los alumnos deberían sacar mejores resultados, pero no es así. ¿Por qué España no aprovecha la mejora del nivel de los padres en los resultados?
Sí, uno de los resultados más curiosos de la encuesta es que el número medio de asignaturas que suspenden los alumnos de ESO según sus padres casi no ha variado desde el año 2000: se ha pasado de 1,76 a 1,79. Es bastante evidente que el rendimiento académico no depende sólo ni principalmente del nivel educativo de los padres. Aunque sea una de las variables explicativas de más peso, tampoco tiene tanto como creemos.

Además, un aumento del nivel educativo no produce resultados “mágicamente”. Se supone que puede traducirse en padres más implicados, que ayudan más a sus hijos en sus quehaceres escolares, que crean un ambiente más enriquecedor culturalmente en el hogar, que son más exigentes de cara a los centros escolares, y de cara a las autoridades educativas, entre otras cosas. Pero no tiene por qué traducirse necesariamente en esos comportamientos, pues, por ejemplo, puede que no lo facilite el ambiente cultural general del país. O puede también ocurrir que la mejora del nivel educativo de las familias se enfrente a un sistema educativo rígido, con demasiadas inercias y sometido a influencias contradictorias, por lo que responda inadecuadamente a unas demandas de mayor exigencia y mejor hacer potencialmente mayores.

Los padres parecen infraestimar la influencia de grupo de iguales en sus hijos, o al menos la consideran muy por debajo de como la estiman los docentes.
Sí, es llamativo. En parte es porque afirman mucho más que los profesores la influencia de la familia, algo esperable, ¿no? Ven que sus hijos se parecen a ellos, por lo que creen que la influencia “educativa” o “socializadora” familiar es muy elevada. Sin embargo, es posible que, como sostiene Judith Rich Harris, una parte no despreciable de esa similitud entre padres e hijos sea genética, y que la principal influencia del entorno sea el grupo de iguales, en el que tiene que bandearse y al que aspira a pertenecer el adolescente, y en el que se va conformando su personalidad. Los profesores quizá lo perciben más directamente.

En el estudio, a pesar de que siempre están en boca de todos los condicionantes “estructurales” (aquellas que son difícilmente modificables), parecen tener más relieve las que sí dependen de padres y alumnos: estudiar más los alumnos, implicarse más los padres. ¿No es este un mensaje mucho más positivo? ¿Por qué apenas aparece en el discurso público?
Sí, es un mensaje mucho más positivo. Y aparece cada vez más en el discurso público, aunque, generalmente con tonos negativos: los padres se implican insuficientemente, hay que enseñar a los padres a serlo, cosas así. Y también se habla cada vez más de la llamada “cultura del esfuerzo”, se entiende que de los alumnos.

De todos modos, dejar de enfatizar los condicionamientos estructurales, como los de clase social, por ejemplo, iría en contra de la tradición dominante en los establishments educativos de muchos países, para los cuales una de las funciones esenciales de la escuela es corregir las desigualdades de partida a través de una Educación lo más parecida para todos y durante el mayor tiempo posible.

Los comportamientos del alumno parecen tener el mayor peso. Estudiar más parece obvio que reduce los suspensos, pero ¿qué relación puede tener un mal comportamiento en el centro con el aumento de suspensos?
Creo que hay que entender la asociación entre la variable que mide el mal comportamiento (haber recibido o no una sanción a lo largo del curso) y el rendimiento escolar de manera no causal. Mala conducta y peor rendimiento serían parte de un síndrome de comportamientos y actitudes, el de los alumnos que, por razones diversas, encajan mal en un sistema escolar que tiende a ofrecer, en general, una única receta para todos.

Un condicionante muy claro parece ser el esfuerzo de los padres a la hora de elegir el centro para sus hijos. Y eso que es algo que se hace diez o doce años antes…
Sí, es una de las variables de implicación paterna con más peso. Podemos entenderla, de nuevo, como un indicio de otras características de los padres que favorecen un ambiente doméstico o familiar proclive al aprendizaje escolar, o, quizá más arriesgadamente, podemos entenderla como síntoma de un comportamiento que pretender adecuar lo más posible las características del centro a las características del hijo, o a las aspiraciones y costumbres educativas familiares, de modo que estén mejor alineados entre sí. Quizá hay algo de cada cosa.

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