¿Sabes cuánto azúcar comes?
El etiquetado de los alimentos sigue siendo el gran caballo
de batalla para los usuarios. A pesar de que las normativas
son cada vez más estrictas en cuanto a la información
que deben facilitar los envases, lo cierto es que algunos
fabricantes siguen bordeando la legalidad.
Autor: ALEJANDRA RODRÍGUEZ
En el número de febrero de la revista OCU Salud, una publicación que edita la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU), se pone de manifiesto que diversos alimentos de uso habitual, sobre todo destinados a un público infantil, como refrescos, productos lácteos y otros artículos de desayuno y merienda, incluyen cantidades de azúcares simples que no se reflejan en su etiquetado. El problema de esta omisión es que el azúcar añadido no tiene ningún interés nutricional pero suma muchas calorías. De hecho, se recomienda que su ingesta no represente más del 10% del aporte energético diario.
Sin embargo, muchos usuarios pueden estar superando con creces, aún sin saberlo, este nivel recomendado debido a la desinformación de la que hacen gala ciertas etiquetas. Según recalca esta organización, y tal y como vienen denunciando los especialistas, el consumo excesivo de alimentos procesados ricos en edulcorantes externos es una de las principales causas de la obesidad infantil. Además, se relaciona con la enfermedad cardiovascular y la caries dental, otro problema que está haciendo auténticos estragos entre la población pediátrica española. Finalmente la OCU denuncia el hecho de que la Administración consienta un etiquetado alimentario insuficiente que no permite al consumidor saber la cantidad de azúcar que se ha agregado a los alimentos procesados de uso habitual. En este sentido, también solicita que en los envases se añada una información nutricional mucho más completa que la actual y se garantice por completo la ausencia de edulcorantes en los que se anuncian como sin azucar añadido. También ha reclamado que se haga un esfuerzo por reducir los niveles de endulzantes que se añaden a los productos especialmente dirigidos a los más pequeños.
PRODUCTOS LIGEROS
Los alimentos denominados light (ligeros) también han sido objeto de las críticas en numerosas ocasiones debido a las trampas que encierran. Muchas empresas que manufacturan alimentos de diversa índole hacen énfasis en esta característica para dar la sensación de que son productos más sanos e imprescindibles para, por ejemplo, perder peso. Sin embargo, estas aseveraciones no son del todo ciertas.
Comprar alimentos en cuya etiqueta figuran frases como bajo en grasas o 0% de materia grasa, no supone una garantía de que ingerirlos vaya a repercutir en una pérdida de peso o en una salud mejor. De hecho, y a pesar de que la oferta de estos productos ha aumentado considerablemente en la última década, lo cierto es que las tasas de obesidad ascienden de manera imparable en el mundo desarrollado. Según un estudio publicado hace unos años en Circulation, la revista sobre cardiología más prestigiosa del mundo y editada por la Asociación Americana del Corazón (AHA, sus siglas en inglés), el motivo de esta paradoja es que muchos de estos reclamos publicitarios tienen truco. Efectivamente, no contienen poca grasa o tienen muy poca, pero al mismo tiempo llevan demasiado azúcar o un recuento total de calorías mucho mayor que las versiones convencionales de los mismos productos.
Por otra parte, y según se explica en el documento, uno de los principales problemas de estos alimentos ligeros es que suelen incorporar otros compuestos que imitan las propiedades de la grasa para hacer que el producto final no pierda atractivo para el paladar por su textura o su sabor. Dichos sustitutos pueden derivarse de carbohidratos (polisacáridos y fibras), de proteínas e, incluso, de otras grasas que han sido modificadas para lograr que el organismo no las digiera o para obtener un producto igualmente sabroso utilizando menor cantidad de lípidos (y así poder anunciar que no engordan, aunque realmente sean igual de dañinos para la salud que las grasas convencionales).
En definitiva, esta trampa repercute en que, a pesar de estar consumiendo menos grasa, realmente se están tomando más calorías y siguiendo una dieta peor.
El equilibrio entre los tres grupos de nutrientes (proteínas, hidratos de carbono y lípidos) se rompe y el consumidor llega a creer que estos productos no engordan nada.
EDULCORADOS
Según el trabajo llevado a cabo por la OCU, los productos más peligrosos, en cuanto a la cantidad de azúcar añadido son los refrescos. Un vaso de cualquiera de estas bebidas contiene la cantidad de este elemento equivalente a cuatro terrones de los que normalmente se añaden a una taza de café.
Por otra parte, los cereales para niños están el doble de endulzados que los de los adultos, algo que no tiene mucho sentido si se promueve su consumo como paradigma de salud.
Los yogures azucarados, aromatizados o con frutas llevan una cantidad oculta de la sustancia igual a dos terrones y, sorprendentemente, algunos postres para bebés y ciertas mermeladas tipo diet también añaden este edulcorante externo.