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Tocar fondo para tomar impulso

José Mª de MoyaMartes, 1 de junio de 2010
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Algo parecido a lo que la mayor parte de la gente siente con respecto al estado de este país –según las encuestas– es lo que sentimos los que nos dedicamos a la Educación desde alguna de sus trincheras: hartazgo o sensación de haber tocado fondo. Ante la frustración se abren dos caminos, el del desánimo o el del cinismo. Algunos de nuestros líderes, lógicamente, se están escorando hacia el segundo camino y se permiten ironías, y la ironía tiene gracia pero no estimula. Blanco dice que “este muerto está muy vivo” para referirse a Zapatero. Moratinos se mostró encantado de conocerse en una entrevista en Abc porque estamos viviendo tiempos “muy interesantes” (sic). Gabilondo presentó la semana pasada sus 14 propuestas para la mejora del sistema educativo como “los restos del naufragio” del Pacto por la Educación. Lo que decía tiene gracia, pero no anima mucho.

Todo esto me recuerda al optimismo antropológico de nuestro presidente cuando era fácil ser optimista porque la botella no estaba ni medio llena, ni medio vacía sino que estaba llena del todo. A pichón parado, solucionando los problemas tirando de tarjeta es fácil ser optimista. El día de la votación de los recortes a los funcionarios no se le vio tan optimista antropológico. Todos le vimos más realista, más mortal, más con cara de funcionario recortado o de pensionista congelado.

Recomiendo el primer camino, el del desánimo, pero evidentemente no para quedarse ahí sino para coger impulso. De nada sirve no reconocer que nos encontramos en mala posición si cada 15 días va a venir un burócrata europeo con un nuevo informe debajo del brazo a recordarnos que estamos a la cola de Europa de abandono educativo temprano o fracaso escolar. Como de nada ha servido al Gobierno negar la crisis si cada poco se publican informes que decían lo contrario. La autocomplacencia paraliza tanto como el fatalismo. De modo que hay que partir de la realidad y la realidad es desanimante. Pero un desánimo que no genere frustración, ni queja inútil sino orgullo herido. Reivindico desde este rincón el orgullo herido de tantos educadores desde su posición de padres, madres o docentes que no estamos dispuestos a avergonzarnos de nuestros jóvenes. Soy optimista porque a veces hay que tocar fondo para poder tomar impulso.

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