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Epidemia de déficit de voluntad entre los jóvenes

José Mª de MoyaMartes, 25 de enero de 2011
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Admito padecer una alergia, que temo crónica, a entender la enseñanza como un juego. Se trata de esa visión lúdica del proceso enseñanza-aprendizaje muy de moda hace un par de décadas y que todavía se nos vende como el único sistema para que a nuestros chicos y chicas les apetezca estudiar, aprender cosas, saber. Se trata de facilitarles, de endulzarles el amargo trago de tener que saberse la historia de Roma o el pensamiento de Heidegger. Repito, se trata de que les apetezca en el sentido de tener ganas y no tanto de que quieran aprender, resultado de un ejercicio libre de la voluntad. El matiz es clave.

Esta corriente lúdico-pedagógica desaparece y reaparece tomando formas distintas. La última tiene mucho que ver con la introducción de las tecnologías en el aula y su capacidad para facilitar (una vez más) un aprendizaje que resulta –qué duda cabe– mucho más vistoso, ameno y divertido. Pizarras digitales, portátiles, tabletas, contenidos multimedia, animaciones 3D, blogs, redes sociales, comunidades, contenidos en la nube… Es la escuela del futuro, dicen.
¿Cómo casa todo esto con la pedagogía del esfuerzo que también parece tan necesaria? Los sensatos de las TIC sostienen que no se trata de ahorrarles esfuerzo sino precisamente de invitarles a que se esfuercen. Hay un vídeo en el que aparecen dos escaleras, una mecánica y otra manual. La gente que pasa escoge la mecánica sin dudarlo por muy atestada que se encuentre. El experimento consiste en pintar de colores los peldaños de la escalera manual que, además, suenan al ser pisados como si se tratara de las teclas de un piano, originando un divertido juego. A partir de ese momento, la gente comienza a subir por la escalera manual. El esfuerzo es el mismo, dicen, pero ahora es divertido. Yo no lo tengo tan claro.

Son muchos lo que piensan que el gran déficit de nuestra generación de jóvenes reside en la voluntad. Son creativos, generosos, buenos, despiertos, vivos, listos, ingeniosos… pero les falta voluntad, resistencia a la frustración. Probablemente no han necesitado hacer muchas cosas simplemente porque hay que hacerlas, porque era su obligación aunque no fuera divertido ni en 3D, aunque no apeteciera.

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