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“El papel que asignamos a los docentes hace que muchos se vuelvan quejicas”

A la hora de innovar en el aula, las administraciones educativas apenas tienen en cuenta la opinión de los docentes. Esto genera frustración y apatía entre el profesorado que muchas veces se refugia en la ley del mínimo esfuerzo.

Rodrigo SantodomingoMartes, 7 de junio de 2011
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(Foto: Jorge Zorrilla)

Invitada –con motivo de su conferencia anual– por el Consejo Europeo de Asociaciones Nacionales de Escuelas Independientes (Ecnais en sus siglas en inglés), la experta en innovación educativa Chris Sigaloff visitó Madrid para explicar su visión sobre los muchos desafíos que tienen ante sí las aulas de nuestro continente. Sigaloff ocupa la vicepresidencia de Knowledgeland, un think tank con sede en Ámsterdam que aspira a fortalecer la sociedad del conocimiento a través de originales propuestas sobre distintas áreas. En las tesis de esta holandesa cobra especial relevancia la idea de innovación social, un concepto muy amplio que ella resume en “la habilidad que permite a la sociedad civil cooperar y generar formas de trabajar creativas”.

¿Es la enseñanza la profesión idónea para emprender acciones de innovación social?
Si en Europa damos a este tipo de innovación la importancia que merece e invertimos más en ella, está claro que la Educación juega un papel fundamental. La escuela no sólo ha de conducirnos a formar ciudadanos capaces y competentes; también tiene que enseñar a reinventar la sociedad en la que uno vive. La habilidad conjunta, social, de generar respuestas creativas a los nuevos problemas y desafíos debería ser uno de los principales focos de atención de la escuela actual.

¿Considera que la Educación se muestra más hermética ante la innovación que otros sectores?
Hay que reconocer que no resulta fácil innovar en Educación. Pero tengo muy claro que el modelo de escuela actual no responde a las necesidades de la sociedad global, más bien nos puede conducir a la quiebra… Los europeos tenemos que adaptar nuestros sistemas educativos a los requerimientos del siglo XXI. Soy consciente de que transformar la Educación es difícil porque demanda un cambio cultural a todos los niveles: profesorado, dirección, administraciones educativas… Y los cambios culturales son los más difíciles de alcanzar.

Usted insiste en que la innovación educativa debe llegar desde abajo, sin que el profesor espere a que nadie le diga qué tiene que hacer.
Sí, en Educación está muy asentada la cultura de “mirar hacia arriba”. El alumno mira al profesor, el profesor a la dirección del centro, la dirección del centro a la administración. ¡Todos miran hacia arriba! Y la innovación en las escuelas –que a fin de cuentas son pequeños sistemas sociales– no puede proceder de arriba, más que nada porque arriba no tienen muy claro qué es lo que hay que hacer. Los que sí lo saben son los profesores, la gente que está a pie de aula. Yo no digo sólo “¡poder al profesor!”, ya que considero que todos los elementos de la comunidad educativa tienen que aportar algo. Pero si algo han demostrado numerosas investigaciones es que el docente es el factor más importante para conseguir una buena Educación.

Y, sin embargo, su autonomía y capacidad de decisión están muy limitadas.
El sistema escolar está organizado como una maquinaria en la que la voz del profesor no cuenta mucho. Se espera que los docentes hagan su trabajo como si fueran una especie de cinta transportadora que recoge alumnos y los devuelve modificados. Se les obliga a enseñar según un currículum que no ha sido pensado por ellos: simplemente se limitan a implementarlo en sus clases. En mi opinión, éste es uno de los principales motivos por los que ha caído tanto el estatus social del profesor. Considero imprescindible profesionalizar la docencia. Y en contrapartida, el profesor debería comportarse siempre como un verdadero profesional, lo cual no siempre ocurre.

Es un poco como un círculo vicioso: si nadie me hace caso, tiendo a volverme autocomplaciente, entonces se me hace aún menos caso y yo me refugio en mis rutinas…
Sí. El papel asignado al profesor provoca que muchas veces se convierta en alguien quejica y conformista que empieza a mirar en exclusiva por su propio beneficio, en ocasiones incluso a esforzarse cada vez menos. También me resulta muy extraño que, siendo el aprendizaje la gran misión, el principal servicio que presta la escuela, ésta no adopte las dinámicas de una auténtica organización que sirve para aprender. Los profesores difícilmente hablan entre ellos para compartir prácticas didácticas y concretar nuevos métodos. Algunos deberían preguntarse: “si sólo quiero hacer lo mismo que llevo haciendo 30 años, quizá no debería ser profesor”.

¿Pero no piensa que las nuevas tecnologías están contribuyendo mucho a la colaboración entre docentes? Internet se ha llenado de blogs de profesores que explican cómo dan sus clases, las redes sociales han acercado a educadores de todo el mundo con inquietudes comunes…
Sí, qué duda cabe que las herramientas de la web 2.0 han hecho mucho más fácil el intercambio y el diálogo entre docentes, pero mi impresión es que siguen siendo instrumentos que pocos utilizan, minoritarios, con unos cuantos pioneros entusiasmados y el resto apegado a la tradición. En términos más generales, las TIC deberían cambiar nuestra forma de entender la Educación. Tengo la certeza de que la escuela del futuro estará personalizada –en cuanto a ritmos, enfoques, materiales…– según las características de cada alumno. También opino que nos queda un largo camino hasta extraer el máximo rendimiento pedagógico a internet. Por ejemplo, si alguien es muy bueno enseñando Historia, ¿por qué no se cuelgan sus lecciones en la red para que las puedan disfrutar más alumnos?

Ya hay gente que lo hace.
Sí, es cierto, pero no se trata de algo habitual, consolidado. Pienso que la introducción de las nuevas tecnologías en la enseñanza tiene que llegar mucho más lejos. Estamos sólo al comienzo de una nueva era.

¿Piensa que hay muchos profesores que no innovan con las TIC porque sus beneficios para el aprendizaje aún están en fase de ensayo-error y prefieren no correr riesgos?
Puede que haya algo de eso, pero pienso que la mayoría de profesores que se niegan a utilizar las TIC lo hacen por miedo ante un nuevo desafío o porque adaptar sus lecciones supone una inversión de tiempo que no están dispuestos a realizar. Por otra parte, los poderes públicos tampoco estimulan su uso lo suficiente. Si un día la inspección educativa llega a tu aula y ve que enseñas matemáticas según el método tradicional, no va a poner ningún problema. Pero si explicas a los inspectores que has desarrollado tu propia metodología, te van a bombardear a preguntas. La docencia es una profesión que debería ser muy creativa, y muchos profesores se sienten frustrados al comprobar que la administración o su propia escuela no les dejan espacio para dar rienda suelta a esa creatividad.

No sé si conoce la teoría de la innovación disruptiva aplicada a la Educación. Sus autores pronostican la generalización de una enseñanza on line personalizada e incluso la posible muerte de la escuela tal y como la conocemos ahora.
Yo también albergo dudas sobre el destino de la escuela como institución. No estoy muy segura de cómo será el futuro, pero sí pienso que debemos preparar un suelo fértil que haga posible el cambio. Hay gente que opina que habría que cerrar todas las escuelas y crear algo completamente nuevo que se asemeje a una red interactiva de organizaciones sin profesores ni colegios como espacios físicos. Reconozco que es una idea que me inspira: a veces es bueno plantearse las cosas a partir de una hoja en blanco. Pero también me parece simplista. La realidad es que las escuelas existen, que van a seguir existiendo durante mucho tiempo y que en ellas ya están ocurriendo cosas geniales, así que considero más fructífero otorgar un mayor margen a la innovación en la escuela actual. Quizá con el tiempo ésta evolucione de forma natural hacia un nuevo modelo, es difícil vaticinar…

¿Pero vería con buenos ojos un panorama educativo completamente on line, con todos los alumnos aprendiendo desde casa, sin la dimensión socializadora de la escuela?
No, no. Me parece una idea horrible que la Educación derive hacia un aprendizaje exclusivamente desde casa, con los alumnos trabajando solos con sus portátiles sin relacionarse con sus iguales. La importancia de que los alumnos se junten para aprender siempre estará ahí, o al menos eso espero…

Las TIC también están obligando a que nos replanteemos la forma de evaluar. ¿Cómo se mide la capacidad para trabajar en equipo, para discernir información válida de otra menos fiable, para construir conocimientos que, hasta cierto punto, no tienen por qué ser los mismos para todos los alumnos?
Sí, tenemos que reconsiderar por completo la evaluación. Hemos de abandonar la idea de calidad educativa como algo exclusivamente estático y cerrado que se plasma de manera uniforme en un trozo de papel. La calidad es también algo relacional, es lo que usted y yo decidimos juntos que merece la pena hacer. Por supuesto, esto plantea un gran desafío a las administraciones, sobre todo si se siguen considerando a sí mismas como las máximas responsables del proceso, como entes que lo controlan todo porque ponen los recursos y esperan resultados. Hay que dar paso a una cultura de confianza hacia la escuela y el profesor a la hora de crear calidad y autoevaluarse.

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