La revolución TIC conlleva una revolución pedagógica

Algunos tenemos nuestras dudas acerca de que la necesaria introducción de las TIC en las aulas conlleve aparejada un nuevo paradigma enseñanza-aprendizaje, una nueva relación profesor-alumno. Algunos no tenemos claro que ese cambio –de operarse– sea tan inmediato y, desde luego, no lo tenemos tan claro como los que lo tienen claro.

Recuerdo la reacción del director un colegio de esos que suele ocupar los primeros puestos en los rankings de Selectividad y demás evaluaciones. Le pregunté si estaban metiendo ordenadores y PDI en las aulas. Me contestó que por supuesto, pero también que no tenían ninguna intención de cambiar su metodología pedagógica –clásica, por otra parte– porque les iba muy bien y el índice de satisfacción de las familias era muy alto.

Parece que estamos entrando en una fase más realista, más pragmática: sirvió de música de fondo al reciente Encuentro Educared y estos días a la Semana de Educación de Santillana. Francesc Pedró, jefe de la Oficina de TIC de la Unesco, se preguntaba hace unos días en El País: “¿Servirán estás soluciones a docentes como yo, es decir, a profesionales que ni pretenden ser paladines de la tecnología ni tampoco acérrimos protectores de la pizarra, sino sencillamente buenos docentes?”. En definitiva, la pregunta es: ¿Deben ser las TIC pedagógicamente neutrales?