Relación familia-escuela: El respeto perdido al profesor
Padres que exigen en vez de dialogar. Otros que pasan directamente al insulto e incluso la agresión física. Azuzando el fuego, factores como la deriva en el trato entre adultos o las dudas que genera el cambio pedagógico. ¿Han perdido las familias el respeto al profesor?
Por Rodrigo Santodomingo
A la luz del conflicto, emerge un mantra: antes, la palabra del profesor iba a misa; ahora, los padres juntan filas con su hijo. Quizá sea una visión exagerada y parcial. En blanco y negro. Sin los matices de la complejidad educativa. O puede que ese cambio de tornas simbolice otra sentencia aun más contundente: demasiados progenitores están perdiendo (o han perdido por completo) el respeto al docente.
“Está ocurriendo. Por eso algunas CCAA han aprobando normativas para proteger al profesor”, asegura Pedro José Caballero, presidente de Concapa, la organización de padres mayoritaria en la Concertada. Postura antagónica ofrece Leticia Cardenal, su homóloga en Ceapa, la voz principal de las familias en la Pública: “no es más que una versión malintencionada según la cual los padres son lo peor; la realidad en las aulas no se vive así”.
Hace tiempo que el sindicato ANPE insiste en denunciar el trato degradante que, en su opinión, se dispensa al docente. Crisálida Rodríguez Serna, coordinadora estatal del Defensor del Profesor (su servicio de escucha y asesoría) confirma el fenómeno a tenor de las llamadas que reciben. Y sostiene que muchos padres se han “autoproclamado inspectores y a la mínima denuncian o van a ver al docente para enfrentarse a él”.
Ex-maestra, escritora y experta en la relación familia/escuela, Eva Bach puntualiza que “hay gran cantidad de padres exquisitos en su relación con el profesorado”. Pero suscribe que otros tantos “se han subido al carro del insulto y la descalificación fácil”.
Crisis de autoridad
Existe quorum sobre la erosión que en el pedestal docente ha provocado el desprestigio global de la autoridad. “A partir del 68 -y en España sobre todo con la llegada de la democracia- el concepto pierde fuerza”, apunta Bach. Desde esa óptica social y avanzando un par de décadas, el presidente de Concapa observa “cómo últimamente se han ido perdiendo las buenas formas entre adultos; parece que hay de imponer nuestro punto de vista, nuestro pensamiento único”.
Individuos con su verdad por bandera y legitimados para la grosería por tantos referentes mediáticos. “Esos programas con esas personas tan fantásticas y maravillosas porque confunden asertividad con mala educación”, apunta la coordinadora del Defensor del Profesor. “Las relaciones de calidad”, añade, por su parte, la escritora catalana, “requieren calma y generosidad, y esto escasea. Por el contrario abundan el estrés y la crispación, saltamos a la primera, a menudo tenemos poca paciencia y menos empatía”.
Si nos ceñimos a la esfera escolar, Bach identifica como germen de discordia el mayor nivel de estudios entre las familias. “El profesor ya no es referente del saber, el haber ido a la universidad no es la excepción. Hay padres con un historial académico superior al suyo que le miran por encima del hombro», asegura. Devaluación del estatus docente que se refleja -y a su vez procede- de la caída en los requisitos para acceder a la profesión. “Las notas de corte, sobre todo desde los 80, han bajado mucho. Alguna madre me ha llegado a decir que se conformaría con que su hija sirviese ‘al menos para maestra’”.
El profesor ya no es referente del saber, el haber ido a la universidad no es la excepción.
Todos fuimos alumnos
Despojado de ese blindaje de antaño, el docente actual ha de forjarse su propia autoridad día a día. Hablamos aquí de un respeto (o ausencia de) menos explícito. Uno que anida en las conciencias paternas y que trasciende -mientras explica- el choque verbal e incluso físico en los contactos con el profesor. “El respeto viene dado con el cargo, aunque es cierto que, con el avance del curso, por distintas circunstancias, se puede ir perdiendo. Esa palabra que tenía el profesor y que pensábamos que siempre era la más acertada, la más sabia… empiezas a cuestionarla”, admite la presidenta de Ceapa.
Una evidencia sustenta el juicio al profesor: todo padre y madre alberga ideas propias sobre cómo se debe enseñar. Opiniones en buena medida basadas en su experiencia como alumno y que algunos tratan de imponer. “Hay quien piensa que con sus recuerdos y cuatro cosas mal buscadas en internet ya es experto en Educación. Opinar alegremente demuestra una ignorancia atrevida”, dice Rodríguez Serna. Cuando el centro plantea una apuesta pedagógica alejada de la tradición, entra además en juego el factor generacional. “El enfoque por competencias, el aprender haciendo… son metodologías y estilos de enseñanza-aprendizaje muy incomprendidos por las familias”, explica la coordinadora del Defensor del Profesor.
En ocasiones, el pasado remueve a los padres y despierta emociones que engendran un deseo de venganza hacia la persona equivocada. “Si nosotros tuvimos una mala experiencia escolar, una relación conflictiva con uno o más docentes, y en su momento no supimos defendernos, ahora aprovechamos para resarcirnos, para saldar cuentas diciendo al profesor lo que en su momento no pudimos decir al nuestro”, analiza Bach.
En ocasiones, el pasado remueve a los padres y despierta emociones que engendran un deseo de venganza hacia la persona equivocada.
La autora barcelonesa piensa que otro mecanismo de defensa emocional puede echar leña a la hoguera del conflicto: “algunos padres se sienten culpables por pasar poco tiempo con sus hijos, y esa culpa les lleva a enfrentarse al profesor para demostrar al niño y a ellos mismos cuánto le quieren. Es una forma de amor muy perversa”. Sin ir tan lejos, Caballero reconoce que las familias “tienden a proteger y a ponerse del lado del hijo”, mientras que Rodríguez Serna percibe en esa actitud una “imposibilidad para controlar” al retoño en otras esferas de la vida doméstica.
Efectos a largo plazo
Se corre el riesgo de que el desencuentro padres/docentes active un círculo vicioso. Una enmarañada red de prejuicios y disposiciones negativas en la que ya no sabemos qué es causa o efecto. Alguien quien señala que ciertos profesores pecan de susceptibles, y en una mera sugerencia ven un ataque a su dignidad como profesional. Cardenal denuncia que algunos docentes perciben como una “intromisión cualquier intento de las familias por aportar o colaborar” en la vida escolar, y lamenta el aire “frío y burocrático” que envuelve últimamente los contactos con el centro. “Hay algo peor que la susceptibilidad: muchos sienten miedo”, asegura Rodríguez Serna, “y cuando sientes miedo, intentas defenderte, y cuando intentas defenderte, no siempre afrontas las situaciones desde la serenidad, sino que a veces recurres a la agresividad”.
Bach cuenta una anécdota que ejemplifica el recelo con que determinados centros miran a las familias. “Cuando me incorporé a un colegio, mis compañeros me recomendaron que saliera por la otra puerta para no encontrarme con los padres. Pensé que ocurría algo y les pregunté. Me respondieron ‘nada, simplemente mejor que no te los encuentres, son muy pesados’”.
¿El gran perjudicado? Siempre el hijo/alumno. “Cuando los padres descalificamos a un profesor, le negamos a nuestro hijo el permiso para aprender con él”, advierte la catalana. También se siembra en él la semilla de una planta venenosa: “le estamos mostrando ejemplos directos sobre cómo tratar sin respeto al que no nos gusta o con el que discrepamos. A la larga, esto puede comportar fragilidad o, en el otro extremo, tiranía”. Niños pagando a largo plazo la incapacidad de los adultos para sintonizar una senda común.
Cuando los padres descalificamos a un profesor, le negamos a nuestro hijo el permiso para aprender con él.
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Cómo actuar en caso de conflicto
Todas las fuentes consultadas para este reportaje coinciden: si el desacuerdo resulta inevitable, hay que mantener a los hijos al margen. “Nunca debemos desautorizar al profesor”, dice Leticia Cardenal, presidenta de Ceapa. Su homólogo en Concapa, Pedro José Caballero, añade: “como adultos, podemos abordar esas diferencias desde el diálogo, buscando el consenso, permitiendo que los alumnos se ocupen de su cometido: aprender”.
La coordinadora del Defensor del Profesor en el sindicato ANPE, Crisálida Rodríguez Serna, traza un símil familiar. “Es igual que en las relaciones de pareja, donde el padre no ha de contradecir a la madre delante del hijo y viceversa”. Rodríguez Serna apuesta por “contrastar todos los puntos de vista; también el del chaval, pero no solo”. Y la autora Eva Bach fija la frontera antes de ir a pedir cuentas al docente: “que no atente contra los derechos humanos, dé un trato vejatorio o contravenga el espíritu de la profesión”. Conceptos, por desgracia, ciertamente subjetivos.
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