Javier Quintero: “Los adolescentes son lienzos en blanco con un potencial como nunca más tendremos”
Por Adrián Cordellat
Javier Quintero es responsable del servicio de psiquiatría del Hospital Infanta Leonor de Madrid, profesor de psiquiatría y psicología médica en la Universidad Complutense de Madrid y director médico del centro especializado Psikids. De su conocimiento en infancia y adolescencia surge El cerebro del adolescente: una mente en construcción (Shackleton Books), un libro en el que indaga en el desarrollo cerebral durante la adolescencia, una etapa crucial, ya que como él mismo escribe “durante nuestras vidas, no existe un momento más relevante para el cerebro que la adolescencia”.
Los padres y madres tememos a la adolescencia de nuestros hijos e hijas más que a nada en el mundo. Sin embargo, usted dice en la introducción de El cerebro adolescente que la adolescencia no tiene por qué ser un periodo complicado. ¿Hemos creado un ser mitológico de la figura del adolescente?
“Nuestra juventud gusta del lujo y es mal educada, no hace caso a las autoridades y no tiene el menor respeto por los de mayor edad. Nuestros hijos hoy son unos verdaderos tiranos. No se ponen en pie cuando entra una persona anciana. Responden a sus padres y son simplemente malos”, estas frases que podrían haberse dicho en nuestra época, en realidad son de Sócrates y fueron dichas 400 años AC. No es que hayamos creado un mito sobre la adolescencia, sino que debemos entenderla en lugar de pelear con ella, anticiparnos a sus necesidades en lugar de enfadarnos por lo que hacen.
En ese sentido de “entenderla”, dice que tenemos que afrontar esta etapa como una época de crisis, entendida ésta como cambio, y, por tanto, como una etapa de posibilidades para los adolescentes. ¿Nos cuesta ver estas posibilidades?
Están perdidos. Ya no son unos niños, pero tampoco son adultos, ya que carecen de algunas cualidades que coloquialmente denominamos madurez. Pero al mismo tiempo, son lienzos en blanco con un potencial como nunca más tendremos y solo necesitan alguien a su lado que les ayude a encontrar su camino y su vocación. En definitiva que les lidere, no que les dirija. Son como pastillas de jabón, si las apretamos con mucha fuerza, se nos escaparán entre los dedos.
¿Qué hábitos/acciones es importante establecer o llevar a cabo en esta etapa para que ese desarrollo cerebral que se da en la adolescencia sea el óptimo?
Aprender cosas nuevas cada día, leer diariamente, hacer deporte y evitar consumir tóxicos. Son recetas sencillas, pero eficaces. Algunos seguro que esperarían consejos más sofisticados, pero estos son los mejores que le podemos dar a un adolescente que tiene a su cerebro en plena ebullición.
Hablando de la evitación del consumo de tóxicos. La adolescencia es la etapa en la que muchas veces nos iniciamos en el consumo de alcohol y de drogas. ¿Qué impacto puede tener esto en un cerebro en formación como el adolescente?
Tanto el alcohol como las drogas lo que van a hacer en torpedear la capacidad de crear nuevas conexiones en el cerebro. Claro está, por supuesto, que no es lo mismo beberse una cerveza que media botella de ron, con lo que hay un efecto dosis dependiente. Ojo con el hachís o la marihuana, que no tienen nada de drogas blandas, sobretodo en la adolescencia. Debemos tener en cuenta que el THC (Tetrahidrocannabinol), uno de los principales componentes activos, tiene una vida media de una semana, lo que quiere decir que se tarda una semana en eliminar la mitad del THC consumido. Mientras tanto, se queda entorpeciendo la mielinización.
En el libro explica que en los adolescentes la parte emocional del cerebro prima sobre la racional. Por eso los cambios de humor y la tendencia a actuar impulsivamente, a tomar riesgos, a no pensar antes de actuar. Conocer esto, ¿nos puede ayudar a entender mejor el comportamiento adolescente y a empatizar con ellos?
Es la clave, son más emocionales que racionales, para lo bueno y para lo malo. Por eso, si motivamos a un adolescente, será imparable, pero si se cruza y se bloquea, será difícil sacarlo de ese estado. Conociendo esta característica, a lo mejor tenemos que pensar en menos sermones racionales y más acciones inspiradoras con ellos.
Es que muchas veces, en la relación con nuestros hijos, me da la sensación de que nosotros, que ya tenemos un cerebro adulto, nos dejamos llevar también por esa parte emocional, por eso las broncas, las disputas y los malos rollos que se viven en muchas casas.
Sin duda los adultos también tenemos nuestra amígdala (la parte emocional de nuestro cerebro) y se nos activa de vez en cuando, obnubilando nuestra toma de decisiones. Cuando esto ocurre, no pensamos con claridad y nos ponemos a su altura. Eso de gritar a un adolescente “a mi no me grites”, no parece la mejor solución para encauzar una discusión, pero todos lo hemos hecho alguna vez. Mi recomendación es empezar reconociendo nuestras propias emociones, sobre todo cuando éstas toman el control de nuestras decisiones, para no arrepentirnos después.
Me ha gustado una idea que lanza en la parte final del libro, cuando invita a los padres a ser influencers en la vida de sus hijos. ¿Qué consejos daría a los padres en ese sentido?
Lo tenemos hecho, solo hay que ver con los ojos de admiración que un niño mira a sus padres cuando es pequeño, solo hay que cuidar y continuar con ese trabajo. Es tedioso, requiere tiempo, exige renuncias personales, pero cuando se logra es fantástico. En realidad, la clave está en no perder la capacidad de influir sobre tus hijos en lugar de tratar de recuperarla cuando llegan a la adolescencia. Este último punto es bastante más complicado. Permitidme un ultimo consejo, no se trata de dar a tus hijos lo que creemos que es mejor para ellos, ni mucho menos lo que ellos quieren, sino darles lo que en realidad necesitan.