La pornografía se ha convertido en un referente educativo de la gran mayoría de los jóvenes y, si bien hay que tener esto en cuenta, también hay que ser valiente y considerar que la educación es importante, pero lo es mucho más aún la educación sexual que tus hijos reciban en casa y en los centros de enseñanza, a la que tienen derecho indiscutible.
En una sociedad hipersexual que les abandona en los brazos del porno, cuando ellos en realidad buscan respuestas a sus legítimas preguntas sexuales, laguna intergeneracional atávica de la que se aprovecha, a lo bestia, la industria pornográfica.
Por esa razón, José Luis García, doctor en psicología y especialista en sexología, nos ofrece su libro ¿Hablamos de porno? para detenernos y profundizar sobre el tema, a tenor de que es un fenómeno complejo que no se puede solventar en una única charlita a los 11 o 12 años, como todavía piensan algunas familia. Todo este esfuerzo está encaminado a capacitar sobradamente a nuestros hijos, porque se van a enfrentar a unas corporaciones empresariales muy poderosas que pretenden engancharles al precio que sea y hacer de ellos consumidores adictos de por vida. El porno es la droga del placer sexual, un acicate único y exclusivo.
“No te conozco, pero estoy seguro de que te preocupa la educación de tu hijo o hija. Este libro está dirigido a madres y padres como tú, alarmados e inquietos por una de las cuestiones que más interés genera hoy en día: el sexo en internet y el consumo de pornografía por parte de menores y de jóvenes”, explica José Luis García.
El autor nos ofrece herramientas y argumentos para que mantener una conversación abierta y constructiva con nuestros hijo o hijas, que dé respuesta a todas sus dudas y siente las bases de una sexualidad sana.
“Nuestros niños y jóvenes pertenecen a la primera generación criada en una sociedad hipersexual. Cuando buscan respuestas a sus preguntas sobre sexo, acaban cayendo en brazos de una voraz y violenta industria del porno, interesada únicamente en crearles dependencia psicológica y en convertirlos en adictos”.
Nos enfrentamos a un desafío sin precedentes. Las familias deben decidir qué implicación van a tener en la calidad del futuro sexual de sus hijos o hijas y, para ello, plantearse este dilema: ¿quién quieres que los eduque? No hay otra respuesta que esta: el porno violento o nosotros.