Rubén Villalba es periodista e investigador predoctoral en el Departamento de Periodismo de la Universidad Rey Juan Carlos. Ha pasado por las redacciones del diario 'La Razón' y el periódico 'Magisterio'. Actualmente dirige 'El entrevistólogo', un canal de entrevistas y divulgación sobre este género.
La evasión, que no es mala en su justa medida —el problema es que la hemos perdido—, consolida una vida opiácea o anestesiante que se reduce a dos verbos: producir y consumir.
A menudo nos cerramos en banda escudándonos en la mala administración que han hecho y hacen quienes predican la palabra de Dios. No les quito razón, aunque la pierden en cuanto su postura supera en intransigencia a la de aquellos que señalan.
¿Apagarlo nos dará felicidad? Pensar, cuestionar(se), imponerse a lo impuesto, no garantiza la felicidad plena ni la satisfacción instantánea. Proporciona, en cambio, otro tipo de “felicidad”: la que tarda pero llega, permanece y es acumulable.
Los periodistas nos hemos creído alguien, reprochó Milan Kundera, que nos da un toque: ¿cómo estamos administrando el derecho a la información? Hemos dado, en nombre de la libertad de prensa, demasiado gato por liebre. Si hablamos de libertad, que sepamos: no solo consiste en hacer lo que se quiera, sino en responsabilizarse de lo que se haga.
No es otro el papel del teatro: cuestionar(se). Las preguntas que nos planteamos al construir el personaje son reveladoras de nuestra propia persona: ¿por qué sobreactúo?, ¿por qué me avergüenzo?, ¿por qué siento rechazo o excesiva empatía?
¿Se inventó o lo inventaron? En una España ávida de utopía, harta de apariencias y huérfana de mitos, quizá lo segundo. O tal vez lo primero: Antonio Gala encarnó al chamán que con sus cánticos nos purga; o al psicólogo que, verbalizando lo que sabemos pero no queremos oír, nos libera.
No estoy en contra del progreso, pero sí del 'secuestro'; y la educación hoy, al calor de esta fiebre tecnófila, está siendo vendida a empresas que no son la suya.
¿Es esta la respuesta de un Estado a problemas que él mismo ha tildado de Estado? ¿Son estos los recursos millonarios que, pregonados por televisión, vienen a salvar nuestra salud mental? ¿No era la salud mental algo serio?
Supe (más) quién soy cuando me dio pereza leer un libro, cuando lo compré para ni siquiera abrirlo o cuando lo dejé a medias por otros menesteres que me revelaron luego defectos o vacíos en mi persona. Quiero decir: leyendo (o no leyendo) es como mejor uno se conoce.