La gran lucha de la escuela rural

La escuela rural tiene sus pros y sus contras, al igual que todo. Entre los contras: la lejanía de servicios como bibliotecas, ayuntamientos, oficinas de correos, bancos, supermercados o parques; el difícil acceso; la coexistencia de varias edades; la soledad del profesorado y la falta de equipo en algunas de ellas y la poca formación de base. También la situación legal que ha ido viviendo la escuela rural, con los consecuentes pocos recursos y prestaciones derivadas para ello, junto a los cambios sociales, que se producían en estas zonas y que, en muchos casos, no se tenían ni en cuenta, dificultan en gran medida la labor docente en esta tipología de escuelas.

Lo rural en la legislación

En el marco legal, este tipo de escuelas surgen con la propia concepción de escuelas, siendo motivo de su progresivo olvido todo un proceso más complejo de industrialización, donde, a pesar de querer seguir asegurando a todos los niños, un maestro y su derecho a Educación, poco se tuvo en cuenta todo lo que estas zonas estaban padeciendo en estos momentos.

Su marco legal ha sido muy variado y su presencia poco relevante, sin embargo desde la LEY ORGÁNICA 10/2002, de 23 de diciembre, de CALIDAD DE LA EDUCACIÓN (LOCE) hasta la actual LOMLOE – Ley Orgánica 3/2020, de 29 de diciembre, por la que se modifica la Ley Orgánica 2/2006, de 3 de mayo, de Educación, cada vez hay mayor interés por dar el lugar que merece a esta escuela, incluirla en planes de estudios, darla a conocer, valorar y aportar los recursos necesarios para impulsar y sacar los aspectos más beneficiosos.

Necesitamos lo rural

Después de todo ello, solo me queda recoger, a nivel personal, todo lo que me ha aportado la escuela rural. Desde mis inicios, cuando pisé una pequeña casita en una pedanía de Almería, con dos aulas y no más de 21 niños y niñas, en la que pude disfrutar de mi alumnado, estar con ellos y acompañarlos en su proceso de aprendizaje; donde ellos me enseñaron a ser maestra, a adaptarme a la diversidad y enriquecerme con ella; donde convivir con distintas edades era un punto a favor y no en contra.

Poco a poco llegué a otras muy distintas y pude sentirme arropada y acompañada por compañeros y familias, donde los valores y la familiaridad era una constante y un ingrediente muy valioso en todas ellas.

El mundo rural nos aporta lo que ya en ese “mundo loco”, acelerado, con exigencias y sin tiempo, ha sido olvidado: nuestras raíces y las bases de la Educación de calidad, a las que deberemos volver cada vez que se nos olviden. Más que regresar a ellas, deberemos incluirlas en todo lo que hacemos, para que siempre sintamos de dónde venimos y a dónde queremos dirigirnos.

[quote]Mundo rural, por María Candelaria Iguiño Barragán

 


María Candelaria Iguiño Barragán
Maestra de infantil en el CPR «Almenara» (El soto – Zahora, Cádiz)
PEDAGOGA E ILUSTRADORA
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