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Acaba de comenzar una nueva revolución industrial que alterará profundamente el tejido productivo y la riqueza de las naciones. Los países que sean capaces de engancharse a ese tren darán un salto cualitativo y se colocarán muy por delante de los que no sean capaces de hacerlo. En otras palabras, volveremos a un mundo de grandes desigualdades entre naciones más parecido al de finales del siglo XIX que al de hoy.