Los hijos no sólo se van cuando se emancipan. Antes de vivir por sus propios medios pueden haber estudiado el Bachillerato, incluso algún semestre de la ESO, en el extranjero.
Por Javier Peris
Más habitual es que los grados y los másteres los lleven lejos de casa y, a esas edades, sólo el dinero (el de los padres) diferencia la separación de la emancipación. Sean cuales fueren las circunstancias, que son muy variadas, una cosa está clara: la convivencia familiar ya no es lo mismo y seguramente no lo será nunca más. 1
1. CADA HIJO ES CADA HIJO. Comencemos por los que se van. Los hay despegados y cariñosos, formales e imprevisibles, reflexivos y sanguíneos, amables y hoscos… No podemos esperar de una hija que ya lleva tiempo usando el hogar como una pensión que de repente se interese a diario por sus padres y hermanos, por la abuela, por las pequeñas novedades de la casa. Si ocurre, que a veces ocurre, sólo hay que felicitarse por ello.
2. CADA COSA ES CADA COSA. Hay obligaciones que están por encima del carácter o del estado de ánimo. La separación física añade un plus de responsabilidad a los hijos: comunicarse, administrarse, estudiar y, por encima de todo, empatizar con los padres y el resto de la familia. Al principio no es sencillo: hay que aceptar los malentendidos, los periodos de silencio,…
3. YO CUMPLO, ¿Y TÚ? Sería estupendo que tuvieran independencia económica, pero aun así los primeros años necesitan ayuda y consejo. Lo normal es que los padres cumplan con lo establecido en forma de pagas o atendiendo recibos, pero además hay que hacerlo con puntualidad, sin producir agobios injustificados. Si cumplimos, podremos exigir a los hijos la misma disciplina y un mínimo de trasparencia de sus necesidades y los gastos asociados.
4. DE PEDIRNOS DINERO NO SE OLVIDAN. Una queja frecuente: “Tiene tres días libres, no nos vemos desde hace meses… y se va de excursión con los amigos”. Que los jóvenes expriman su recién obtenida libertad de acción es comprensible, pero eso no lo disculpa todo. Si consideramos nuestra queja justificada hay que manifestarla y razonarla. Primero, por los propios padres y, segundo, porque enfrentándoles a estos dilemas les ayudamos a madurar.
5. ¿ASÍ TE HEMOS EDUCADO? Cuando por fin se decide a saludar personalmente a la familia detectamos que viste con desaliño y, en cuanto a orden y costumbres de higiene, ha ido claramente a peor. Pero ¿acaso sigue siendo nuestra responsabilidad? Y pensamos que basta con expresar nuestro desagrado de forma testimonial o con humor, como podría hacerlo un amigo. Pues no. Porque ni un amigo ni nadie le dirá la verdad en detalles tan personales.
6. SOBREPROTECCIÓN… SOLEDAD. Los hijos se crían más protegidos que nunca. Los padres se proponen lo contrario pero hoy es casi inevitable cuidar hasta el último detalle de la vida de los pequeños. Una de las consecuencias es que la separación duele más, confunde más, cambia más la vida de los padres. La buena noticia, al menos en el terreno emocional, es que nunca ha habido tantos medios para comunicarse.
7. SÍNDROMES PARA TODO. El famoso síndrome del nido vacío no tiene ninguna base médica, de la misma forma que no se ha descrito el ‘síndrome del nido repentinamente lleno’, que aparece con la llegada del primer bebé y que, con más motivos e intensidad, sí que cambia la vida de la pareja. La tristeza por la separación, el súbito cambio de rutinas, el reajuste de los focos de atención, la coincidencia con etapas biológicas desazonantes… pueden producir en los padres, claro que sí, una fase psicológicamente complicada. Pero también previsible.
8. EL SÍNDROME ES DE ELLOS. Para síndrome duro y verdaderamente trascendente, el que sufren los hijos cuando se marchan. De cómo afronten esos primeros años de independencia dependerán muchas cosas de su futuro. Los padres no deben interferir pero sí dar a entender –dejándolo muy claro– que siguen estando ahí, muy cerca y para lo que haga falta.
9. NO QUIERO MOLESTAR. El nene o la nena ha volado. Tiene su propia familia, quizá viva lejos, la nuera o el yerno no hacen nada por mantener el contacto… y no queremos molestar. Mal hecho. Tomar la iniciativa en las relaciones con los hijos emancipados es muy recomendable.
10. RUTINAS SALUDABLES. No es bueno, por ejemplo, que los hijos se sientan obligados a no faltar ni un solo domingo a la comida familiar. Ni nadie debe abroncar a nadie porque han pasado unos días sin una llamada. Las rutinas saludables son las que nos imponemos porque sabemos que son buenas y necesarias. Se agradece, por supuesto, que estén planificadas, pero no es eso lo más importante.
11. SÉ POSITIVO, NUNCA NEGATIVO. ¿Qué hace que un hijo acabe separándose emocionalmente de los padres? Que esa relación no le produzca alegría, satisfacción o consuelo. Así de sencillo. Y demasiadas veces la culpa es de los padres, que no pueden evitar seguir juzgando y corrigiendo a los hijos. Los jóvenes no esperan de sus padres buenos consejos profesionales, sentimentales, etc., sino básicamente cariño y apoyo.
12. LOS HIJOS HAN VOLADO Y… ¡ESTAMOS ENCANTADOS! En efecto, puede ocurrir que ese sea el sentimiento predominante porque, si somos objetivos, ganamos en comodidad, autonomía, tranquilidad… En este caso la receta es clara: disfrutadlo a tope; ahuyentad PADRES Abril de 2020 familia y sociedad 21 cualquier sentimiento de culpa; dedicaros a los hijos de otra forma, más serena y profunda, sin las urgencias diarias de la convivencia.
13. SESGO DE SEXO. ¿Las mamás lo llevan peor que los papás? En líneas generales, son más proactivas en el mantenimiento de la relación. No en vano suelen asumir la mayor carga y dedicación de la crianza. Pero los peligros de no afrontar con sensatez la nueva situación son los mismos para todos.
14. LA FAMILIA CRECE. Uno de los cambios más gratos que pueden ocurrir en el sistema familiar es comprobar que el hijo emancipado ha alcanzado una madurez que permite relacionarse con él o ella como un adulto, como un compañero, como el mejor amigo, incluso como un socio leal que comparte las preocupaciones por la economía familiar. En este sentido se puede decir que la familia, paradójicamente, vuelve a crecer.
15. LA PAREJA, ¿LO PRIMERO? Se suele afirmar que cuando vuelan los hijos es el momento de recuperar la atención a la pareja. En realidad la pareja es siempre lo primero. Si hasta ese momento los cónyuges no han tenido clara esta prioridad, esforzarse por cuidar y enriquecer la relación no es una cuestión de disfrutar de más o menos tiempo libre.
16. ¿Y SI NO TENGO PAREJA? Madres y padres solteros, viudos y viudas y divorciados. Cada una de estas situaciones merecerían un capítulo aparte, pero tienen en común que el impacto de la separación de los hijos es mayor, así como el riesgo de no saber gestionar la soledad. Se crean, o más bien se prolongan unas relaciones de dependencia emocional especialmente intensas, y es lógico que así ocurra. Las dos partes, sin embargo, tendrán que esforzarse mucho más para adaptarse a la separación.
17. RECUPERA TU CASA. Quizá el hijo vuelva, pero ya no será lo mismo. La casa ya no depende de ellos, de sus necesidades y gustos. Es el momento de aprovechar para hacer esa pequeña reforma, o cambiar el uso de alguna habitación. La importancia del hogar físico crece con la edad, y hay que cuidarlo y renovarlo.
18. PELIGRO: NOSTALGIA. Reza una canción de Perales: “Ellos se van y tú te quedas, como siempre, recordando su niñez tras el cristal del comedor…”. Los recuerdos, las fotos… ¡la habitación de la niña! El exceso de nostalgia, y más si se prolonga, constituye casi una patología y, en el mejor de los casos, ni consuela ni sirve para nada.
19. ¿PODRÉ TOCAR EL PIANO? Sin la obligación de los hijos tenemos más tiempo para nosotros y –nunca debe ser lo mismo–para la pareja, que podemos dedicar al deporte, las aficiones, la cultura, el voluntariado… Es entonces cuando descubrimos que ir al gimnasio nos da la misma pereza que antes, incluso más. Pues bien, es precisamente ahora cuando resulta inexcusable llenar el ocio con actividades programadas.
20. EL CICLO DE LA VIDA. Los hijos han dejado de ocuparnos mental y físicamente, al menos en comparación con la absorbente dedicación de las dos últimas décadas, y de repente son nuestros padres, los abuelos, los que requieren nuestra atención. Incluso hasta el punto de condicionar nuestra vida social y de ocio en mayor grado que cuando convivíamos con unos hijos ya mayores. Pues sí, es lo que toca, y no es una obligación menor que la tenemos con los hijos.
21. POR LAS MALAS. También ocurre, desgraciadamente, que la separación se produce de manera traumática. El hijo o la hija añade a su decisión de abandonar el nido la intención de hacer daño a los padres. Evidentemente esto no ocurre porque sí; hay una relación previa muy deteriorada. La separación, en estos casos, no es lo más relevante. El peligro es no hacer nada y acabar aceptando el distanciamiento emocional.
22. CUIDADO: ¿Y SI VUELVEN? Sí, hay que estar preparados. Las parejas se rompen, los trabajos se pierden… ¿Por qué no volver con los padres, hacernos compañía, ayudarles en su vida y de paso ahorrarse un dinero? En estos casos, además, la relación entre padres e hijos cambia para bien. Se puede hablar casi de todo con más sencillez y menos precauciones, porque las dos partes ya saben que han vivido y sentido cosas muy parecidas.