Hijos bajo la lupa

Contratar a un detective o investigador privado se está imponiendo como una peligrosa moda entre muchos padres para ejercer una vigilancia sobre sus hijos. Los resultados están casi garantizados, pero ¿resulta ético desde un punto de vista pedagógico? Y lo más importante, ¿resulta eficaz para el aprendizaje del hijo?

Autor: María del Carmen García

El detective espera bajo un ventilador de aspas con los pies encima de la mesa y una barba de cuatro días sobre la cara. Observa las leves manchas de su gabardina cuando de repente suena el teléfono. Siguiendo esta trama, lo lógico sería esperar la llamada de una mujer desesperada o de un oscuro y anónimo interlocutor. Sin embargo, cada vez más agencias de investigación reciben peticiones de clientes con una orden concreta, la de vigilar a su propio vástago. A pesar de la discreción que siempre rodea a este tipo de ocupaciones, algunas agencias consultadas, como las madrileñas Agencia Cárdenas o Adip Detectives reconocen como habituales este tipo de servicios.
Método-3, una agencia de detectives con sede en Barcelona (aunque operan a nivel nacional) no es ajena a esta moda y también han hecho de forma habitual seguimientos a jóvenes por encargo directo de sus padres. Este tipo de actuaciones, reconoce el detective de la agencia catalana Francisco Marco, suelen venir de clientes que ya han contratado con anterioridad los servicios de alguno de los investigadores o criminólogos de Método-3 para servicios relacionados con la empresa privada, y que ahora utilizan sus servicios de forma particular para vigilar a sus hijos.

UNA FUERTE SOSPECHA

Por lo general, un padre justifica este tipo de encargos en una fuerte sospecha sobre su hijo, habitualmente relacionada con el absentismo escolar o con el consumo de drogas. Los padres –en ocasiones al contrario que los propios detectives– consideran estos motivos lo suficientemente graves como para recurrir a estos métodos de control. Dependiendo del motivo de la sospecha, el seguimiento por parte de estos profesionales se realiza durante los periodos lectivos en caso de absentismo o en el tiempo de ocio (fines de semana), donde el detective frecuenta los ambientes del chico para tratar de confirmar las sospechas de los padres. Estos seguimientos tienen una duración media de tres días, una vez pasados los cuales el detective entrega lo que en su argot se conoce como un “informe puro”, convenientemente acompañado de fotografías o vídeos.
Las consecuencias psicológicas que para el niño pueda tener esta reciente moda no pueden todavía ser teorizadas, si bien desde el gremio de pedagogos y educadores se apunta a que contratar a un detective para seguir a un joven no es sino un tremebundo ejemplo de irresponsabilidad parental que no puede sino empeorar, en algunos casos de manera definitiva, la relación entre la cabeza familiar y sus vástagos.
Paralelamente, muchas agencias de investigación comienzan a hacer su agosto al haber vislumbrado un nuevo filón en este seguimiento juvenil. Las tarifas por uno de estos seguimientos (recordemos que de tres días) oscilan entre los 400 y los 750 euros diarios, dependiendo de si se contacta con un detective por libre o con una agencia. Es un precio alto que muchos padres están dispuestos a pagar por una verdad tangible y absolutamente empírica acerca de su hijo.
Contrastando las opiniones de los profesionales de la pedagogía, que sólo recomendarían esta medida en caso de que la vida del joven corriera auténtico peligro contra la frivolidad de muchos padres que, alertados por el boca a boca, deciden emprender tan arriesgada empresa, es a todas luces el joven quien tiene todas las posibilidades de, al igual que una hormiga puesta bajo una lupa al sol, acabar ardiendo hasta carbonizar la confianza con sus progenitores. Elemental, querido padre.


MOTIVOS Y PROBLEMÁTICA DE LA VIGILANCIA

• Los padres tienen una fuerte sospecha sobre alguna conducta de sus hijos que no ven adecuada o, por motivos laborales, están habituados a utilizar los servicios de un detective privado.
• El gremio de pedagogos y educadores considera esta práctica como un tremebundo ejemplo de irresponsabilidad parental que puede terminar con la confianza y empeorar las relaciones familiares.

"La enseñanza es la fregona de las profesiones"

Su infancia transcurrió en Irlanda, como relató magistralmente en Las cenizas de Ángela, pero años después emigraría a Nueva York, donde impartió clases en institutos de enseñanza secundaria durante nada menos que treinta años. Es sincero al decir: «En lugar de enseñar me dedicaba a contar historias, cualquier cosa con tal de mantenerlos callados y sentados. Ellos pensaban que les estaba enseñando. Yo pensaba que les estaba enseñando. Pero estaba aprendiendo».

Autor: Marta Serrano

El autor de Lo es y Las cenizas de Ángela es padre y abuelo. Hijo de inmigrantes irlandeses, tras una infancia llena de penurias  trabajó en Nueva York tres décadas como profesor. Hoy vive entre Nueva York y Connecticut. En esta entrevista aporta su visión sobre cuáles son las claves para la integración de los alumnos de origen extranjero, que cada vez son más en nuestro sistema educativo.

P. ¿Qué dificultades cree que deben vencer en España  los alumnos de origen extranjero?
R. Normalmente cuando en Estados Unidos se habla de integración, se habla de blancos y negros, y no es lo mismo que en España, sobre todo si hablamos de alumnos de origen iberoamericano. En cualquier caso, siempre que uno se traslada de un país a otro hay que hablar de asimilación, de encajar… En mi caso fue encajar las vivencias de un país pobre como Irlanda, católico, etc.,  en otro como Estados Unidos, que es un país rico, y con las particularidades de vivir en Nueva York. Entonces tuve que aprender muchas cosas sobre la comida, también aprender a sobrevivir y saber moverme en el metro, los autobuses, etc. Y también aprendí una forma diferente de hablar. Todo era diferente. En España por lo menos, cuando un alumno llega desde Colombia o México conoce la lengua.

P. ¿Y si no se domina la lengua, ¿qué debe hacer un profesor para ‘encajar’ a esos alumnos?
R. Debe utilizar la música. Cualquier tipo de música, la que a él le guste y también los cuentos infantiles. Mira, yo tenía un amigo americano que quería aprender irlandés y le llevaba a las librerías con cuentos para niños en irlandés porque si los niños pequeños son capaces de aprender enseguida un idioma, ¿por qué no los mayores? Los cuentos, como la música, ayudan… en general todo tipo de enseñanza que se convierta en algo divertido sirve. También se puede utilizar la gramática, por supuesto, pero los chavales muestran más resistencia a la gramática formal, a las clases de Lengua, que les seducen menos. Es mejor tratar de disuadirles con otras cosas y que aprendan prácticamente sin darse cuenta.

P. Las revueltas francesas del año pasado y los movimientos juveniles de bandas urbanas que vivimos actualmente,  ¿podrían evitarse o cree que irán a más?
R. Los franceses han querido terminar con cualquier tipo de símbolos religiosos en las escuelas, pero en realidad no estamos hablando de símbolos… ¿O es una cuestión en contra de los musulmanes? Si fuera una cuestión de símbolos también se prohibía llevar una cruz católica colgada al cuello. Es decir, no veo cómo se puede impedir que la gente lleve puesto símbolos de su propia religión. Cuando yo daba clase en un instituto de Nueva York los chicos negros llevaban sombrero y los profesores querían que se los quitasen. Pero ellos decían que se los quitarían cuando los judíos se quitaran la quipa… La quipa es un símbolo religioso y el sombrero no. Creo que hoy ese debe ser un debate superado. Algo cultural. ¿Por qué hay que decir lo que se puede llevar y lo que no?

P. Según relata en El Profesor, su método pedagógico en las clases de creación literaria siempre ha consistido fundamentalmente en contar historias. ¿Es partidario de que el profesor sea una especie de autoridad en el aula o debe ganar a los alumnos a través de sus clases?
R. Cuando uno habla de disciplina suena a algo muy serio. Si nosotros empezamos la clase cantando, por ejemplo, una canción, es disciplina, pero no es algo desagradable.
Creo que se habla demasiado de disciplina en lugar de hablar de  lo agradable que es aprender y el proceso de aprendizaje para profesores y alumnos. No digo con esto que el aula se convierta en un teatro o en un  patio de juegos. Pero creo que sí se pueden utilizar elementos de las artes escénicas junto a otros más tradicionales.

P. ¿Hasta qué punto educa a su juicio la familia? ¿Y el colegio?
R. Es difícil separar un mundo de otro porque creo que los niños se miran mucho en el ejemplo de sus padres. Si los niños ven que sus padres leen, leerán. Y si ven a sus padres todo el día peleándose, se llevarán una idea equivocada del matrimonio. No se puede establecer ninguna ley. Todo eso va en el proceso de aprendizaje, en el proceso educativo.

P. ¿Qué es un proceso de aprendizaje? ¿Cómo lo definiría?
R .Creo que es algo que ante todo se tiene que disfrutar tanto por parte de los profesores como de los alumnos. Creo que hoy en día la mayor parte de las clases están muertas. No hay ninguna pasión, ningún sentimiento… Y a los profesores les da miedo jugar, es decir, tener una actitud más lúdica en las clases por miedo a que recaiga en ellos el peso de la burocracia. Se tienen que limitar a las normas, al programa, etc.

P.¿Qué necesita el profesorado hoy en día para recupera el estímulo y la ilusión por su profesión?
R. Hoy la enseñanza es la fregona de las profesiones pero a los profesores, fundamentalmente, les tiene que gustar lo que enseñan.


TEACHER MAN

Teacher man es el original de El profesor (Ed. Maeva, 2006), un libro con un trasfondo autobiográfico que tendrá próximamente una versión cinematográfica según ha afirmado el propio autor.

El apoyo escolar, más que un complemento

¿Cuántas veces te has entrevistado con el tutor de tu hijo? ¿Es suficiente? A veces no tenemos claro cómo y cuándo debemos dirigirnos al centro donde estudian nuestros hijos, pero es importante acudir cada cierto tiempo.

Autor: José María Lahoz García

 
En más de una ocasión he escuchado excusas como éstas de los padres de mis alumnos: “No hemos venido antes para no molestar. Como parecía que no había problemas, no queríamos hacerles perder tiempo. Ya sabemos que tienen mucho trabajo…”.
Lo cierto es que el contacto periódico con el centro educativo es algo fundamental para que tu hijo aproveche al máximo las oportunidades educativas que se le ofrecen, ya que: la educación de nuestros hijos es un trabajo conjunto que realizamos junto con sus profesores, por tanto es absurdo llevarlo a cabo sin la comunicación y coordinación necesarias; conocer el centro y hablar con los profesores nos permite disponer de más datos para valorarlo; además, es un medio de formación a nuestro alcance y, por si fuera poco, cada vez que hablamos con el tutor se produce una especie de motivación mutua que hace que, tanto nosotros como nuestros hijos y el mismo profesor, dediquemos más atención e interés a la tarea que nos ocupa. 
Es recomendable entrevistarse una vez por trimestre, preferiblemente unos días después de recibir las notas. A principio de curso, lo razonable sería acudir a mitad del trimestre. No obstante, si algún acontecimiento nos hiciera sospechar que nuestro hijo puede tener un problema, valdría la pena contactar por teléfono con el tutor y valorar con él si es conveniente vernos. De todas maneras, no abuses de este recurso. No hace falta entrevistarse con el tutor si puedes resolver el problema por teléfono. Tampoco hace falta que llames por teléfono si puedes resolver el problema con una nota, y no es necesario que escribas una nota si tu hijo puede resolver la cuestión por sí mismo.

ENTREVISTA

Vale la pena concertar la entrevista con tiempo para que el tutor tenga ocasión de prepararla convenientemente.
Además de los datos que ya tenemos, es útil, durante los días previos a la entrevista, observar en nuestro hijo detalles como el tiempo semanal que dedica a hacer sus deberes y a estudiar, la calidad de los trabajos escritos que realiza en casa, las dificultades que encuentra, el cumplimiento de sus tareas domésticas, qué hace en su tiempo libre y su estado de ánimo. El día anterior a la fecha fijada es prudente que los padres dediquéis algún tiempo a preparar la entrevista de manera conjunta y que toméis nota de los temas que queréis abordar, de las informaciones que queréis transmitir y de las preguntas que os interese hacer.
Es fundamental asistir a la entrevista, tanto si es un encuentro rutinario como si es una petición del centro, con el convencimiento de que asistimos a una reunión con un colaborador. Sólo si la entrevista tiene lugar en un ambiente de confianza podrá dar los frutos deseados.
Para contribuir al buen ambiente, es interesante comenzar hablando de los temas más satisfactorios para ambos y abordar más tarde los asuntos más desagradables o peliagudos. En cualquier caso hay que intentar que la entrevista discurra en un tono amable y respetuoso, aun cuando las informaciones que recibamos no sean tan halagüeñas como desearíamos.
Es aconsejable llevar escritos los temas que queremos tratar y no dar oportunidades al olvido.
Lo más importante es acabar la entrevista con algunos propósitos concretos y, si es posible, llevárselos anotados. Una vez en casa hemos de conseguir mantener vivos los propósitos y valorar su eficacia en la siguiente reunión.

Aprender cuatro idiomas de forma natural

Suiza, país de naturaleza desbordante y finanzas saneadas. Un cruce de caminos que habla cuatro idiomas (alemán, francés, italiano y romance) y en el que el sistema educativo fomenta el aprendizaje lingüístico desde las edades más tempranas. Te proponemos conocer las peculiaridades de un modelo envidiado en toda Europa.

Autor: Nayra Suárez Guimerá

Quién diría que en un país de siete millones de habitantes perdido en medio de Europa su población tendría el porcentaje más elevado del continente en cuanto a número de lenguas habladas.
La cercanía con otros países con lenguas maternas tan potentes y arraigadas en la historia de Europa ha hecho que el pequeño país helvético se haya unido a los grandes y les haya sacado partido, tanto que ha hecho de los idiomas alemán, francés e italiano lenguas oficiales. Y una más: el romance o reto-románico, como también se conoce, lengua de origen latino hablado en el cantón de los Grisones.
Hoy día, la distribución es la siguiente: alemán (en su variedad suiza) 63,9%, francés 19,5%, italiano 6,6%, romance 0,5%, otros 9,5%. Ante tal diversidad idiomática, la normativa en las escuelas es que los niños deben aprender una segunda lengua nacional desde que empiezan a ir al colegio, aparte de la que se hable en su cantón de origen.
En principio, las cuatro lenguas suizas tienen los mismos derechos, pero en la práctica las cosas no son así, de modo que los grupos pequeños tienen que esforzarse por conseguir influencia económica y política.
Y desde tan pequeños, ¿ya con dos idiomas? Pues sí, y más que les llegan a partir de los 12 años, cuando unen otra de las lenguas oficiales o el inglés –cada vez más demandado–. Al tercer año de instituto escogen la cuarta, por lo que antes de los 16 años ya trabajan y conocen cuatro idiomas (cinco en el caso de los que viven en territorio romance). Ante esto, Donart Tschuor, profesor de secundaria en la Skundar Schule Ilanz, en el cantón grisón, al este de Suiza, opina que los chicos “están tan acostumbrados a escuchar diferentes lenguas desde que son pequeños, cuando viajan de una parte de Suiza a otra, que no les parece extraño”. El profesor Tschuor considera un privilegio poder recibir una educación lingüística tan amplia y natural en el proceso de aprendizaje de los chavales. “No se siguen métodos concretos ni especiales, sino que se van añadiendo las diferentes lenguas gradualmente”.
La lucha en Suiza se centra más en potenciar la enseñanza de idiomas oficiales que no en la de otros como el inglés o el español, pues muchos consideran que las suyas son ya suficientemente importantes y que no se deben perder, sobre todo en el caso del romance, hablado por un sector tan escaso; razón por la cual algunas instituciones reciben subvenciones del estado.
En definitiva, Suiza es un país en cuyo modelo educacional vale la pena fijarse. Los chicos y chicas llegan a la universidad con unos conocimientos sólidos y un dominio de los idiomas que les brinda la posibilidad de aprender otras lenguas con mayor rapidez y sin apenas dificultades. z

El niño como inversión

Hace escasas semanas una madre perdió la custodia de sus dos hijos. Los niños salieron de un casting permanente y volvieron al colegio. Este es un reportaje sobre cómo una sociedad obsesionada con el espectáculo, la fama y el dinero rápido puede devorar infancias.

Autor: ANGEL PEÑA

Cuando el pequeño Macauly Caulkin creció se encontró con una soledad terrible, de alcohol y desvarío en plena adolescencia, mucho peor que la que sufría su personaje en la simpática Solo en casa. A éste lo olvidaron sus padres al irse de viaje, dejándole a merced de unos cacos ineptos y, a la postre, inofensivos, incluso cómicos. A Macauly no lo olvidó nadie, al contrario, su precoz fama le apuntó con miles de focos, y su cuenta corriente –a la que no podía acceder por su supuesta condición de niño– engordaba. Y se rompió. Como tantos otros juguetes. Las ambiciones equivocadas o, simplemente, la pura avaricia de padres y representantes recolectaron antes de tiempo su talento.
El fenómeno del niño prodigio explotado por quienes ven su formación como una apuesta inversora que requiere rápida amortización no es nuevo. Alejandro Navas, profesor de Sociología de la Universidad de Navarra, recuerda que el año pasado el mundo entero celebró el 250 aniversario de uno de los mejores ejemplos: Wolfgang Amadeus Mozart. En efecto, cuenta uno de los primeros biógrafos del músico que, a punto de cumplir los seis años, su padre "quiso compartir con el mundo el milagroso talento de su hijo". La familia viajó por las principales cortes de Europa exprimiendo la música del joven genio… que murió agotado a los 35 años.
Pero sí es cierto que el fenómeno se reproduce en nuestra época con lamentable frecuencia. Navas reconoce que "en nuestra sociedad, obsesionada con el espectáculo, y la fama y el dinero rápido que proporciona, muchas veces los padres ven una mina de oro en un niño bien dotado para una especialidad artística o deportiva".
Precisamente en el deporte –desnaturalizado hasta convertirlo en metáfora cumbre del darwinismo social televisado vía satélite– encuentra Navas uno de los paradigmas de esos niños diseñados para triunfar desde la cuna: Tiger Woods. Su entorno asegura con orgullo que el mejor golfista de todos los tiempos aprendió antes a golpear la bola que a andar. ¿Infancia perdida?

¿Y los que no llegan?

 Al menos Woods, podrá argumentar algún cínico, ha ganado a cambio unos cuantos millones de dólares. Pero, ¿y los que no llegan? El diario Marca dedicaba recientemente su contraportada al futbolista Bruno Pellegrini, el último fichaje del Santos de Brasil, el equipo en el que triunfó Pelé. Bruno tiene seis años. En sus declaraciones ya aparecen los tópicos de rigor: "Siempre soñé con jugar en el Santos".
Días después, El País contextualizaba otro caso similar, el del boliviano Diego Suárez, de 14 años, con el título genérico "Los niños están de moda". Tiene lógica: se compra barato –Suárez cobra 55 euros al mes, una fortuna para su familia: cinco hermanos y casi ningún ingreso– y, si prospera, se vende caro a Europa.
¿Quién le devolverá la inocencia a la mercancía si no cumple con las desorbitadas expectativas que ha creado? Muy triste, de acuerdo, pero sinceramente, ¿cuántos padres dirían hoy no a un jugoso contrato? Porque no es sólo el hambre lo que empuja a muchos padres. La familia de Tiger Woods o Arancha Sánchez Vicario no eran precisamente pobres.
Paradójicamente, apunta Alejandro Navas, ese salto al vacío del menor es aplaudido en un mundo que, por otro lado, impone en el sistema educativo un igualitarismo políticamente correcto que pretende eliminar las élites. Destacar en el espectáculo o el deporte –sinónimos ya, prácticamente– es el summum, sobre todo si el éxito va acompañado de dinero rápido y fama catódica, pero "si se destaca en ámbitos intelectuales la cuestión es más problemática, ya que ser bueno en Matemáticas o Literatura no está tan bien visto en las escuelas de hoy", afirma el profesor del departamento de Educación de la Universidad de Navarra Javier Tourón. La vida del cerebrito no es fácil.
En el trasfondo de esta contradicción hay un equívoco sobre el concepto de formación. Tourón pone el dedo en la llaga al recordar que el objetivo de la educación es "la felicidad y el pleno desarrollo personal de las condiciones intelectuales, sociales, físicas de cada educando". En este contexto, razona, el éxito o la fama no son en sí mismos objetivos educativos, sino circunstancias que pueden sobrevenir en la vida de cada uno y que habrá que saber encauzarlas educativamente.
Por eso, dice Tourón, "una educación para el desarrollo personal es correcta, una educación para el éxito es un mal enfoque; la vida es, en cualquier caso, un conjunto de éxitos y fracasos, por lo que será necesario prepararse para ambas circunstancias. Ambos también son pasajeros, por lo que han de ser tratados como impostores".


Cuando la presión viene de fuera: exigencia de estado

Los padres no son los únicos culpables de un aceleramiento artificial de las capacidades para diseñar el éxito desde la infancia.  En ocasiones, los estados consideran a los niños como bienes públicos que deben amortizar según convenga a la nación. En los países comunistas esta tendencia se convierte en norma. Con la caída del muro, China ha quedado como su gran exponente. Ayudado además por la tradición oriental de sometimiento a los mayores y culto al esfuerzo, los ciudadanos se modelan desde el jardín de infancia. Con la celebración de los Juegos Olímpicos de 2008 en Pekín, se multiplican los casos de deportistas fabricados ad hoc: el niño se dedica a la especialidad que los preceptores deciden que, por su morfología, puede producir mayores beneficios en forma de medallas, records… Y lo hace en cuerpo y alma, 24 horas al día. Se le roba así el sagrado derecho a jugar. Porque, aunque resulta igual de nefasto permitir que se forme según su antojo, el menor tiene derecho a su ámbito de libertad, en el que la imaginación va asimilando la realidad a un ritmo natural.

Pero la presión excesiva puede llegar por otro lado. A veces es la propia sociedad la que asfixia, a través del sistema educativo. Alejandro Navas apunta el caso japonés, donde el índice de suicidios entre estudiantes adquiere tintes trágicos. Al haber unos filtros tan drásticos, que determinan el mayor o menor éxito según los centros de formación de élite a los que se acceda, el niño se ve envuelto en una feroz carrera hacia la excelencia educativa. Y la familia no quiere que la pierdan: cuando detectan que no están en cabeza, llegan las clases complementarias, la presión… Y, a veces, el chasquido.


Mentes privilegiadas

El repudio del niño explotado para colmar ambiciones ajenas conlleva el peligro de saltar a otro extremo también nefasto. No somos todos iguales. Y no crecemos todos de la misma forma. “Los alumnos de alta capacidad son distintos de los demás en el modo de aprender y de hablar, de relacionarse, en sus intereses intelectuales y de otro tipo. Y ellos lo saben, y sus compañeros también”, explica Javier Tourón.

En este contexto, matiza, “nadie debe burlarse de la potencia intelectual de un colega, como tampoco ningún estudiante de alta capacidad debe mostrarse arrogante con los que son intelectualmente más modestos. La aceptación tiene que ser mutua”.

A partir de ahí, hay que tener siempre en cuenta que un niño de alta capacidad es, ante todo, un niño como otro cualquiera, aunque diverso en algunas dimensiones en las que destaca particularmente. Por lo demás, la vida de un alumno de alta capacidad tiene que ser normal. “Pueden tener rarezas y problemas ciertamente”, reconoce Tourón, “pero como todos los demás alumnos; lo que realmente se convierte en un problema es la falta de atención educativa adecuada a los mismos”.

Por eso habrá que evitar a toda costa someterlos a un sistema educativo que liga irremediablemente la edad con el curso escolar, aconseja Javier Tourón. Los alumnos de alta capacidad deben ser atendidos en función de ésta y de acuerdo con su velocidad de aprendizaje que normalmente difiere de la de sus compañeros de curso. “Imponer un límite de velocidad artificial a estos alumnos supone un daño grande para la maduración de sus capacidades y para el desarrollo de su talento”, concluye Tourón.

"No tenía opción: se trataba de tener éxito [académico] o morir"

David Blunkett es uno de los políticos más populares del Reino Unido. Ministro en tres ocasiones (Educación, Interior y Trabajo), entre 1997 y 2001 puso en marcha una profunda reforma de la enseñanza británica que poco tardó en cosechar excelentes resultados. Ciego de nacimiento, Blunkett es un admirable ejemplo de superación personal.

Autor: RODRIGO SANTODOMINGO Y JOSÉ MARÍA DE MOYA

La revista Magisterio quiso inaugurar su serie de desayunos con personajes relevantes del mundo educativo trayendo a España a David Blunkett, auténtica leyenda viva del Nuevo Laborismo y uno de los políticos más conocidos en el Reino Unido. Blunkett nació en 1947 en el seno de una familia modesta. A los 16 años parecía abocado al fracaso escolar. Con 22 se convirtió en el concejal más joven en la historia del Ayuntamiento de Sheffield, ciudad industrial en el norte de Inglaterra. Fue sólo el comienzo de una carrera meteórica.  
P. Usted ejemplifica la idea de superación personal y fe en uno mismo. ¿Cree que sus dificultades de partida le dieron aún más motivación para alcanzar todos los logros que ha conseguido en la vida?
R. En mi caso se trataba de tener éxito o morir. Tener éxito en cuanto a alcanzar una cualificación académica, ir a la universidad, ya que la otra opción era literalmente condenarme a lo más bajo del escalafón económico. A los 16 años no poseía ningún título, así que tuve que ir a clase en horario de tarde mientras trabajaba en la industria del gas. Conseguí la Secundaria básica y estudios profesionales, y a los 22 años, más bien como estudiante tardío, ingresé en la universidad. Simultáneamente inicié mi carrera política como concejal.
P. Debieron ser años un tanto locos…
R. Sí que lo fueron. Algunos profesores me decían que el hacer tantas cosas al mismo tiempo podía perjudicar mi éxito académico, pero al final todo funcionó bien: ¡conseguí mi título!
P. Dígame cuál es la fórmula para mejorar los resultados al tiempo que se aumenta la exigencia, algo que usted puso en práctica en su etapa como ministro de Educación. Ya sabe, normalmente la gente piensa que cuando los resultados mejoran en poco tiempo es que se ha bajado el nivel.
R. En Gran Bretaña tenemos un régimen de inspección muy riguroso. También los medios de comunicación y la clase política en general muestran un gran interés por conocer donde se sitúan los estándares (niveles mínimos exigidos). Todos comprobaron que no habían disminuido, más bien habían aumentado. No hay nada peor que engañarse a uno mismo pensando que lo estás haciendo bien, que la Educación nacional está mejorando, cuando esto no es cierto. Pero me preguntaba por la fórmula…
P. Sí, los ingredientes básicos que contribuyeron a crear un éxito tan fulgurante.
R. En primer lugar, reconocer que los alumnos tienen diferentes necesidades y distintas inteligencias. Segundo, liderazgo educativo, algo absolutamente crucial a todos los niveles. Me refiero ante todo a la habilidad de inspirar a los alumnos para que el objetivo sea siempre hacerlo mejor que antes. Tercero, un gran énfasis en la formación permanente del profesorado para poner al día sus habilidades docentes, acompañado de un sistema de incentivos según el cual, a partir de un nivel, sólo cobran más aquellos que acrediten que lo están haciendo bien en el aula. Por supuesto, siempre teniendo en cuenta las características socioeconómicas de sus alumnos, su punto de partida.
P. Durante su etapa como ministro la reforma se centró en Primaria.
R. Sí, en esa etapa pusimos en marcha programas especiales para la enseñanza y el aprendizaje de conocimientos básicos de Lengua y Matemáticas. Tenemos margen de mejora, pero lo cierto es que en 1997 seis de cada diez alumnos tenían el nivel básico en esas dos áreas a los 11 años, y ahora la cifra ha aumentado hasta los ocho estudiantes de cada diez.
P. En Secundaria también iniciaron profundas transformaciones que sus sucesores en el ministerio han continuado con entusiasmo.
R. Básicamente queremos que cada centro se especialice en un área determinada, que tenga su propio punto fuerte, ya sea en ciencias, idiomas, deportes… Pensamos que si consigues la excelencia en un área, esto mejora el nivel general, aumenta las expectativas de los alumnos y cambia la actitud de los profesores. Los datos demuestran que así ha sido. Al principio encontramos mucha oposición, se dijo que las escuelas especialistas terminarían por dividir al sistema educativo. Pocos dicen lo mismo en la actualidad.
P. ¿Se siente un pionero? A fin de cuentas usted ha demostrado que en educación es posible introducir medidas que producen mejoras espectaculares en un plazo de 3-4 años. Pocos políticos se muestran tan ambiciosos…
R. Pienso que hay que ser capaz de demostrar cuanto antes que se están consiguiendo progresos, y hacerlo a través de una buena evaluación. También hay ocasiones en que uno tiene que moverse más rápido que la propia profesión, es decir, yo actué más rápido de lo que los profesores en Gran Bretaña hubieran querido. Y lo hice porque pensé que no tenía otra elección: de no haberlo hecho, hubiéramos desperdiciado a toda una generación de alumnos. Sé que no fui muy popular durante un tiempo, pero al final la gente comprobó que lo que habíamos hecho funcionaba, y esto sirvió también para modificar las actitudes de la comunidad educativa. El éxito conduce al éxito.
P. En España aún existe mucha resistencia a la evaluación, no digamos ya a publicar los resultados de cada centro como se hace en su país. ¿Qué diría a los escépticos? ¿Quizá que es difícil mejorar las cosas si no sabemos qué funciona mal?
R. Siempre he promovido la idea de que debemos recibir con los brazos abiertos todo tipo de información, primero porque es moralmente correcto que todos –y no sólo un grupo de privilegiados– sepan lo que está pasando. Y en segundo lugar porque es bueno comparar siempre y cuando se tengan en cuenta los datos básicos y también las características socioeconómicas de cada centro. Hemos sofisticado la información con el objetivo de conocer hasta qué punto un centro se enfrenta a mayores desafíos que otro.
P. Usted fue ministro del Interior británico en un momento crucial para el proceso de paz en Irlanda del Norte. ¿Qué podemos aprender de su experiencia?
R. Ante todo, paciencia. También  que hay que saber aprovechar la corriente cuando ésta sea favorable. Habrá momentos en los que sea posible avanzar, realizar progresos: identificar esos momentos resulta esencial.
P. Varias figuras implicadas en el conflicto del Irlanda del Norte, como Gerry Adams o Alec Reid, opinan continuamente sobre el problema del País Vasco. En ocasiones parece que pretendan sentar cátedra…
R. Uno de los motivos por los que he sido tan cauto en la respuesta anterior es que no podemos ir diciendo a la gente de otros países lo que tienen que hacer. El País Vasco tiene una historia y unas circunstancias propias, muy diferentes a las de Irlanda del Norte.
P. No me resisto a preguntarle por lo que ha ocurrido con De Juana Chaos. Supongo que está informado al respecto.
R. Sólo puedo decirle que Bobby Sands (preso del IRA fallecido en 1981 tras una huelga de hambre que duró 66 días) murió cuando intentaba chantajear al Gobierno de Margaret Thatcher. El mundo no se hundió por ello. Hay ocasiones en las que conservar o no la propia vida es una decisión que uno toma libremente. 

Su futuro no es el tuyo

Llega un momento en que nuestros hijos tienen que decidir sobre su futuro profesional. Qué estudios elijan será determinante para el resto de sus vidas. Por eso nos tenemos que tomar muy en serio su orientación académica. ¿Hasta qué punto podemos influir en su decisión? ¿Dónde está el límite entre agobio y persuasión?

Autor: PILAR GUEMBE y CARLOS GOÑI

Orientar no es tarea fácil, pues no se trata de decidir por ellos, sino de facilitarles una buena elección. Para ello, debemos informar, pero también formarles; debemos conocer, pero también conocerles; debemos opinar, pero también escucharles.
Lo que no podemos hacer es dejar la orientación profesional para cuando llegue el momento de decidir “qué hago”, porque entonces ya no estaremos a tiempo. El “qué vas a ser de mayor” debe ser un tema de diálogo frecuente en la adolescencia que nos servirá para conocer a nuestros hijos y para ir ejerciendo nuestra labor orientadora.
Para tal fin deberemos deshacer algunos tópicos que nos impiden llevar a cabo nuestra labor orientadora. Estos tópicos son:

Lugares comunes

Elegir una carrera con futuro. Parece ser la premisa de toda buena orientación, sin embargo, hay que decir que no existen carreras con futuro, sino personas con futuro.
Estudios fáciles y difíciles. Más engañoso si cabe. Primero, porque la dificultad depende de muchísimas circunstancias, como las diferentes aptitudes, y, segundo, porque no sólo se ha de pensar en los estudios en sí, sino, sobre todo, en la vida profesional posterior.
Uno hace lo que se propone. Y podríamos añadir: suponiendo que tenga la capacidad suficiente. Por eso, es muy bueno conocer las posibilidades reales de nuestros hijos. A veces nos vendría bien tener una visión objetiva, para eso están los tests de inteligencia general y factorial. Aunque el tesón es muy importante, en determinados estudios las aptitudes intelectuales pueden ser decisivas.
Es tan listo que puede estudiar lo que quiera. ¡Cuidado! Está demostrado que a partir de la adolescencia, a la hora de sopesar aptitudes y trabajo, la balanza se inclina (dentro de un margen) hacia el segundo. Supuestas unas capacidades suficientes, el papel de los hábitos y técnicas de estudio, y la capacidad de sacrificio, pasan a primer plano.
Que sea médico como su padre. Quizá el error más grave. No debemos olvidar que es él o ella quien elige, no nosotros. Si le avasallamos con nuestras preferencias, acabará por no saber siquiera que existen otras posibilidades. Si el padre o la madre es médico, o abogado, seguramente de esas profesiones será de las que menos se tenga que hablar, porque son un referente continuo.
Que estudie lo que quiera. Elección sin deliberación. Dejación de nuestro compromiso en su orientación. Hará la carrera que quiera, por supuesto, pero hay que ayudarle a descubrir qué es lo que quiere. Muchas veces confundimos la orientación con el intrusismo, y la libertad con la improvisación. Los padres y educadores no podemos tomar decisiones por ellos, pero podemos ayudarles a tomarlas.
En definitiva, la labor de los padres debe ir encaminada a conseguir que sea él o ella quien tome la decisión. 


A TENER EN CUENTA A LA HORA DE DECIDIR

 Conocer sus aptitudes intelectuales.
 Tener en cuenta los rasgos de su personalidad.
 Averiguar sus intereses profesionales.
 Considerar su madurez.
 Ser realistas con la situación económica de la familia.
 Plantear con tiempo la decisión.
 Estar en contacto con el tutor.
 La decisión última debe ser suya.