¿Igualdad de puertas adentro?

La mujer ha salido del hogar para incorporarse al mundo del trabajo sin que el hombre haya entrado en casa en la misma medida. Resultado: estrés, sensación de «no llegar», apoyo en los abuelos, sobrecarga, discusiones, reproches, hijos menos atendidos… ¿Podemos hacer las cosas de otra manera? ¿Es posible un equilibrio más igualitario? ¿Igualdad es repartir al 50%?

Autor: Ignacio Tornel

En la mayoría de los hogares los dos cabezas de familia trabajan fuera de casa. Algo especialmente cierto para las familias constituidas en los últimos quince años, es decir, las que tienen más desafíos ante ellas: carreras en pleno desarrollo, economías limitadas, hijos pequeños… Tenemos menos tiempo para la casa y para los hijos, y si no nos organizamos, podemos acabar asfixiados, incluso enfrentados.
La igualdad aparece por todas partes: planes de igualdad, cuotas de participación, discriminación positiva, incluso hasta una obligación por ley de respetar la igualdad en el ámbito doméstico.
 ¿No nos estamos adentrando demasiado en la esfera de la intimidad de la familia? ¿No es preferible dejar de lado la sanción y por el contrario promover la co-responsabilidad en ese proyecto común y apasionante que es el hogar, la familia y los hijos?
Quizás el lector se pregunte cómo llegar a vivir esa co-responsabilidad en su hogar. Pues bien, aquí entra la “familia negociadora”, y es que hoy las familias se ven sometidas a tantos cambios y presiones que deben hacer gala de flexibilidad para adaptarse, decidir y ejecutar. No es lo mismo una pareja joven sin hijos, que otra con tres vástagos. Lo importante es que entre los dos, sentados y tomando notas si fuera necesario, decidan quién hace qué y en qué momento. Lo bueno del trabajo doméstico es que es previsible, organizable, delegable, anticipable en el 90% de los casos, por lo que aguanta bien la planificación y el reparto.
¿Y cómo nos lo repartimos? Hasta ahora lo hemos ido haciendo más o menos de forma espontánea. Esto suele ser sinónimo de reparto desigual. Nos lo confirma el Estudio sobre el reparto de responsabilidades domésticas de la Comunidad de Madrid de 2004. Dice que en las parejas madrileñas, ella dedica a la atención del hogar mucho más tiempo: desde un mínimo de 2 horas 35 minutos entre los matrimonios jóvenes hasta 4 horas 20 minutos entre los de más de 50 años de edad.
Los hábitos en los varones van cambiando, poco a poco, de forma gradual e irreversible. Algún dato del citado estudio lo confirma: si tomamos el periodo 1995 a 2003, en 1995 sólo el 8% de los varones participaba en el lavado de la ropa,  en 2003 era ya de un 22%. Y en el caso de la plancha, en los mismos 8 años pasamos de un 4% a un 13%, es decir, se triplica.

LA VENTAJA COMPARATIVA

Pero volvamos al cómo. Sería torpe querer imponer tareas sin más. Lo ideal es que en esta distribución apliquemos el concepto económico de la ventaja comparativa. Es decir, teniendo dos agentes, cada uno se debe especializar en los sectores en los que el otro sea menos productivo. Dicho de otro modo: lo mejor es que cada uno haga lo que mejor sabe hacer y con lo que se encuentre más a gusto, porque ahí seremos más productivos. Es necesario hablar y “descubrir” habilidades semiocultas que podamos tener o que debamos desempolvar o desarrollar.
Y tampoco se trata de distribuir los tiempos al 50%. No podrá colaborar en casa en igual medida una madre o un padre cuya jornada laboral no termina hasta las 8 de la tarde que otro u otra que a las 6 está en casa.
En fin, un verdadero ejercicio de diálogo y búsqueda de acuerdos. Así debe ser para lograr familias saludables, modernas e igualitarias. Al otro extremo  podemos constatar que, por desgracia, la mala organización del ámbito laboral y doméstico sigue estando entre las principales causas de insatisfacción, desavenencias y rupturas.
Y ¡ojo!, en cuanto los niños cumplan algunos años (cinco o seis) que empiecen a asumir encargos y responsabilidades en el hogar. Es la mejor escuela de igualdad, les ayudará a madurar y a valorar más el trabajo de sus padres, y para ellos será una importante ayuda.

Tus mejores pinches duermen en casa

Los expertos ya no saben cómo decirlo: alimentarse de manera sana y equilibrada sienta los pilares de una salud de hierro. Para acercar a los niños a la cocina, la reconocida periodista británica Mandy Francis ha escrito una obra con mil consejos y otras tantas recetas.

Autor: ALEJANDRA RODRÍGUEZ

Si hablamos de las cifras de obesidad infantil que presenta el mundo desarrollado, y de manera especialmente preocupante España, no estaremos descubriendo nada nuevo.
Tampoco es ninguna exclusiva el hecho de que los especialistas hacen, prácticamente a diario, llamamientos para que las dietas de nuestros pequeños adquieran mayor calidad no sólo en casa, sino en los comedores escolares y en los establecimientos de restauración.
En opinión de los especialistas, la alimentación de los más pequeños de la casa debe mejorar al mismo tiempo que lo hace la de los mayores, que no se pueden permitir el lujo de no predicar con el ejemplo. El beneficio será para todos los miembros de la familia.
Asimismo, aconsejan implicar a los chavales en todas las tareas relacionadas con la nutrición y éstas van desde llevarles a hacer la compra hasta dejar que nos ayuden en la cocina, incluso desde edades muy tempranas. El objetivo no es otro que enseñar a los críos que la clave de la salud reside en una dieta sana, variada y equilibrada, y que si bien no hay alimentos buenos y malos, sí es necesario restringir el consumo de algunos de ellos y potenciar el de otros.
Sin embargo, los propios padres en ocasiones se quejan de que ellos no cuentan con la formación necesaria para impartir estas enseñanzas o de que llevar la teoría a la práctica (sobre todo a la hora de meter a los peques en la cocina o introducirles nuevos sabores) no es una tarea fácil.
Para facilitar esta labor, Mandy Francis, una colaboradora habitual del Daily Mail y con una larga trayectoria en las secciones de salud de algunas de las mejores cabeceras británicas, ha escrito Cocina Sana para Niños (Editorial Nowtilus).
La autora parte de la base de que, en ocasiones, los padres ponen toda su buena voluntad, pero las pataletas de los niños, el ajetreo diario y el desconocimiento en materia de dietética hacen difícil una tarea (dar de comer) que a priori parece extremadamente simple.

Soluciones sencillas

Por ello, Francis ha querido responder a las dudas y planteamientos más habituales ofreciendo soluciones sencillas y asequibles para la inmensa mayoría de los hogares.
Cómo variar la dieta, interpretar etiquetas, útiles de cocina necesarios para preparar sus menús, conocimientos sobre vitaminas, minerales, la importancia de la leche o del pan y sus derivados. Qué alimentos pueden sustituir a otros en caso de alergias o intolerancias, cómo limitar grasas y azúcares sin perder sabor. Qué hacer con los productos procesados. Dar con la mejor elección cuando se acude a un establecimiento de comida rápida, alternativas a los refrescos con gas, trucos para fiestas de cumpleaños… Y así hasta un largo etcétera que resolverá muchos de los conflictos que a diario se presentan en todos los hogares en referencia a la comida.
Por ejemplo, se destaca que los niños no son computadoras y que no todos están listos para alimentarse con sólidos a la misma edad (y que no ocurre nada por ello). También que, si se recupera el hábito de preparar y congelar alimentos, no sólo mejorará la dieta, si no también la economía familiar.
Uno de los apartados más útiles hace referencia a la dieta de los niños con necesidades específicas (alergias, intolerancias…) o bien a los que, por ejemplo, son vegetarianos. Francis destaca que, siguiendo unas normas sencillas, el hecho de alimentarse fundamentalmente de productos vegetales no tiene por qué repercutir en la salud de nuestro vástago.
¿Y qué hacer con los que no comen? Según esta especialista, es absolutamente contraproducente convertir la hora de la comida en un suplicio para el pequeño o amenazarle con llenarle más el plato si no se lo termina todo.
Es preferible hacer raciones más pequeñas y no introducir nuevos alimentos a la fuerza por aquello de que hay que comer de todo. Lo normal, según los expertos, es que haya que presentar un nuevo producto entre ocho y diez veces para que el niño se decida a probarlo.
Asimismo, y aunque es una tarea pesada, es recomendable que padres e hijos coman juntos. En este sentido, hacer partícipe al niño de la compra y de la preparación de los alimentos es vital para conseguir que comer no sea una pesadilla.
Finalmente, la obra se complementa con unas recetas que muestran cómo confeccionar menús saludables, nutritivos y divertidos para los pequeños; cómo presentárselos de forma atractiva y cómo conservarlos para que la tarea de cocinar sea más productiva.

Dibujos animados

Los Simpson, South Park, Shin Chan… Muy diferentes entre sí, estas series de dibujos animados comparten una característica común: sus contenidos no están dirigidos a un público infantil. Adultos que roban tiempo catódico a los niños, en este caso usurpando su formato predilecto.

Autor: RODRIGO SANTOMINGO

Sarcasmo con un alto grado de acidez. Varios niveles de realidad fundidos en una (aparentemente) simple trama que apenas dura 25 minutos. Todos tipo de ironías, dobles sentidos, bromas sofisticadas y mensajes sutiles.
El dibujo animado –antaño territorio casi exclusivo del público infantil– busca audiencia entre los adultos con una voracidad inédita en su relativamente corta vida.
Con más de una década de emisión ininterrumpida en España, Los Simpson son el paradigma de un fenómeno de apropiación indebida que también ejemplifica la vulgar South Park o las desventuras del dulcemente odioso Shin Chan.
Los dibujos para adultos no son más perniciosos que muchos contenidos programados en horario de máxima protección para la infancia (pensad en telenovelas, el Tomate o los morbosos realities que pueblan la parrilla a diario). Su peligro radica en que, queriendo o no, tienden una trampa a tantos padres que aún identifican ficción ilustrada con apto para menores.  

Como los videojuegos

“Pasa igual que con los videojuegos”, apunta desde la asociación Protégeles.com su director de proyectos, José Luis Zatarain. “Por su forma de presentación, parece que el videojuego y el dibujo animado son algo por definición destinado al uso de los niños. Yo haría una llamada de atención a los padres. Primero para que vigilen lo que ven sus hijos. Y también sugerimos que se animen a denunciar los incumplimientos del código de autorregulación a las asociaciones de protección del menor, que se quejen formalmente, que protesten”.
Dicho código, firmado por las grandes cadenas en diciembre de 2004, no es en realidad más que un mero lavado de cara que muestra el camino a seguir pero nunca de forma vinculante. Papel mojado que todos rubrican y nadie cumple.
Indica, por ejemplo, que de 6 de la mañana a 10 de la noche (y en especial de 5 a 8 de la tarde en laborables, de 9 a 12 de la mañana en fines de semana), las televisiones deben “evitar la utilización instrumental de los conflictos personales o familiares como espectáculo, creando desconcierto en los menores”. Toda una utopía, a la vista de los contenidos que en esas horas alimentan a nuestra degradada caja tonta.
“Cuando el padre de Shin Chan discute con la madre, lo primero que hace es meterse en su habitación a beber cerveza”, señala como botón de muestra Victoria Tur, profesora de la Universidad de Alicante y investigadora principal de un proyecto financiado por el Ministerio de Educación para catalogar la programación que se emite en horario supuestamente infantil.
Tur advierte: “los padres confían demasiado en que las televisiones programan de forma responsable. La autorregulación es necesaria pero no suficiente”.


TRAMOS DE EDAD

Según la profesora Victoria Tur, a la hora de hablar de contenidos para menores suele caerse en el error de concebir “la infancia como cajón de sastre, cuando lo cierto es que las diferencias psicocognitivas son enormes dependiendo de la edad”. Es por ello que uno de los principales objetivos del proyecto emprendido por su universidad en colaboración con las de Navarra, Sevilla y Carlos III (Madrid) es acotar la pertinencia de los programas según tres tramos de edad hasta los 12 años. 

0 a 6 años
Capacidades cognitivas limitadas. Es necesario que las tramas sean lo más sencillo posible.

7 a 9 años
Los niños ya son capaces de discernir entre realidad y ficción, por lo que es posible aumentar el nivel de complejidad.

9 a 12 años
Hablamos de un visionado desde una perspectiva que ya cuenta con una cierta madurez.

Otro frente de batalla trata de conseguir que las televisiones añadan más información sobre el tipo de imágenes que se contemplan (violentas, sexuales, con lenguaje soez), tal y como ya ocurre con los videojuegos.

"Mi madre me dio un salvavidas para mi autoestima"

Es la superestrella de la psiquiatría española. La voz a la que todos recurren para intentar entender los más oscuros entresijos de la mente. En su último libro, La Autoestima (Editorial Espasa), Luis Rojas Marcos recuerda una infancia y adolescencia llenas de altibajos emocionales. Con catorce años suspendió cinco de ocho. Rojas Marcos habló para PADRES desde su despacho en Nueva York.

Autor: RODRIGO SANTOMINGO

P. Cuenta en La Autoestima que le expulsaron de dos colegios, que era un niño tremendamente travieso. Nosotros recibimos a diario peticiones de ayuda provenientes de familias con hijos que responden al mismo perfil. Es habitual que soliciten información sobre colegios internos, en muchos casos para niños de 7, 8 o 9 años. ¿Son una opción recomendable?
R.
No en niños menores de 15-16 años. También depende de la situación: si el niño está en un ambiente que le hace sufrir, entonces quizá su seguridad psicológica quede mejor protegida en un internado. Pero en general –y es algo que está muy demostrado en los estudios sobre el desarrollo de los seres humanos– hasta los 15, 16 o 17 años necesitamos las relaciones con nuestros padres. Sacar a un niño de casa a los 8, 9, 10 años no es recomendable a no ser que se le quiera proteger de males mayores.  

P. Habla de su madre como una especie de ángel salvador en los momentos más duros de su infancia. ¿Se entiende al Luis Rojas Marcos adulto sin su figura?
R.
Sí, y en otro sentido la de mi padre también fue fundamental. Él era una persona bastante autoritaria, con una idea muy clara del bien y del mal, de lo correcto y lo incorrecto. Un hombre que no se sentía cómodo en los grises, en la duda. Por el contrario mi madre se movía muy bien en ese mundo donde no hay extremos. Ambos tuvieron una influencia positiva, mi padre recurriendo más al miedo, la amenaza… Claro, hablamos de los años 40…

P. Probablemente no sabía educar de otra forma…
R.
Y educarme a mí no era fácil… (risas). No sabía hacerlo de otra forma y además era una época en la que se aceptaba la disciplina a ultranza y a todos los niveles. El autoritarismo no sólo estaba presente en el mundo político, también impregnaba los colegios, la familia, toda la sociedad.

P. ¿Y su madre era el contrapeso a esa concepción en exceso autoritaria de la educación?
R.
Ella me dio una aceptación emocional –a veces verbal y a veces no verbal, con gestos, sonrisas– que en esos momentos fue como un salvavidas para mi autoestima. A pesar de no tener estudios, y gracias a su inteligencia social y emocional, pudo captar que esa energía exagerada, impulsiva, molesta, se podía encauzar. En mi caso, dado que los deportes no eran lo mío, pensó que la música podía servir. Primero la guitarra y luego la batería, un instrumento muy adecuado para niños hiperactivos… Esto no sólo encauzó esa energía, sino que hizo que mejorara mi autoestima. Yo tocaba la guitarra y los amigos me decían “qué bien suena esto”: por fin estaba haciendo algo que era aceptado por la gente a mi alrededor.  

P. Recuerda con especial cariño a Doña Lolina, una profesora determinante para enmendar su hasta entonces errática trayectoria académica. ¿Considera que el mejor antídoto contra el fracaso escolar son los profesores irrendentos y vocacionales?
R.
El impacto de un profesor que perciba algo redimible, positivo, en un niño con problemas, y que además sea capaz de infundirle comprensión, incluso cariño, el impacto decía, es tremendo. Para que esto ocurra, a veces es importante considerar un cambio de colegio. Hay padres que se aferran a que el niño siga en el mismo colegio durante toda su educación, y puede ser que ese profesor que puede modificar las cosas no esté en ese colegio, que a lo mejor tiene muy buenos profesores, pero que quizá ya han tachado de “imposible” a ese niño conflictivo.

P. Y entonces todo comenzó a mejorar. Como un círculo vicioso pero a la inversa.
R.
Me animé, empecé a aprobar (con 14 años, de ocho asignaturas suspendí cinco) y comencé a recibir mensajes positivos de mi entorno. Es algo que se retroalimenta: consigo retos, mi entorno me lo reconoce, mejora mi autoestima…

P. Se refiere al cariño, el afecto y a disfrutar de un entorno seguro durante la infancia como auténticos pilares para construir un sano “concepto de uno mismo”. Parece que los padres tienen esto claro, pero muchos desatienden la otra cara de la moneda, esto es, poner límites claros, mostrarse firme cuando es necesario…   
R.
Un elemento muy importante para crear una buena valoración de nosotros mismos es lo que en psicología se llaman funciones ejecutivas, que son nuestra capacidad para autocontrolar comportamientos e impulsos, planificar nuestra vida, perseguir metas. Y son los padres los que tienen que enseñarnos esto poniendo límites, dando premios y castigos razonables, estableciendo reglas imprescindibles para disfrutar de la vida en sociedad. En mi opinión, lo que ocurre en España y no en otros países es que tantos años de dictadura han conseguido que muchos padres teman ser tildados de dictadores. No saben separar lo que es disciplina necesaria de autoritarismo.    

P. Afirma que en España existe “una tradicional tolerancia” hacia problemas como el fracaso escolar y la emancipación tardía, que esto no afecta demasiado a la autoestima de nuestros jóvenes y adolescentes. ¿Deberíamos aplicarnos más el “mal de muchos, consuelo de tontos”?
R.
Los seres humanos necesitamos ser comprensivos con nosotros mismos, buscar excusas y mecanismos de defensa para poder sobrellevar los fracasos, las humillaciones, las decepciones. Esto, claro, tiene sus límites. Yo no creo que en España abusemos de esos recursos, pero concretamente sobre estos dos temas hay una aceptación que en EEUU no existe. Comentarios como “sólo me han cateado dos”. O “la carrera son cinco años, pero yo la haré en ocho”. No se ve como algo tan grave…   

P. Asegura que la víctima del bullying corre el riesgo de sufrir miedo crónico y un sentimiento de indefensión que le acompañe toda la vida. En España hay estudios que aseguran que un 25% de escolares sufre acoso. Otros más fiables nunca lo cifran en más del 5%. Le invito a que lidie en la polémica… 
R.
Lo importante es definir qué es acoso, algo muy subjetivo. Yo considero que es un ataque continuado, organizado de alguna forma. No sé qué tipo de preguntas se hicieron en ese estudio del que habla.

P. Brevemente, el problema es que en la encuesta todo sumaba para medir el grado de acoso. Tener un mote por ejemplo, algo que creo nos ha ocurrido a todos.
R.
A mí me llamaban “gafitas cuatro ojos, capitán de los piojos”… ¿Me sentí acosado? No. ¿Me creó un trauma? No. En España el estudio del bullying es más o menos reciente. Y lo que pasa con fenómenos que empiezan a estudiarse es que se tiene a exagerar su incidencia, lo cual no es necesariamente negativo: a lo mejor hay que exagerar para que la gente se entere de que hay un problema y tome conciencia. Ahora, si lo que queremos es estudiarlo desde un punto de vista realista y científico para utilizar los datos que nos van a ayudar a poner remedio al problema, el exagerar no nos ayuda. 

P. Hace unos días ocurrió una nueva matanza de estudiantes en EEUU: más de 30 estudiantes muertos en la Universidad de Virginia. Aún sabemos poco sobre el responsable, pero ¿piensa que podría responder al perfil de un alumno que ha sufrido acoso?
R.
No me extrañaría. Por lo que parece fue una revancha… En los casos anteriores de asesinatos múltiples en colegios siempre ha habido un componente de acoso, con chicos que se han sentido marginados y humillados. No me extrañaría que, en este caso, parte de su odio haya sido alimentado por el ambiente del que estaba rodeado.

Un figura en casa

Que tu hijo juegue al fútbol como Ronaldinho o pueda convertirse en el próximo Gasol suena maravilloso. Eso si sabes cómo dirigir sus pasos y organizar su tiempo y su formación convenientemente.

Autor: Sergio SÁNCHEZ

Imagina por un momento que ese sueño que tuvo cuando supo que iba a ser padre se convierte en realidad y que su hijo resulta tener un talento oculto. Suele traer los zapatos rotos por la puntera y la camisa arrugada por los agarrones de los compañeros. Algo después comienza a despuntar en el equipo del colegio. Una temporada excelente en el club local y un ojeador que le pide el teléfono al entrenador. Una llamada y comienza una historia diferente a la que pocos padres están acostumbrados.

En los Estatutos y Normativas de la Federación y en la Ley Española del Deporte se recoge explícitamente la irregularidad que supone proporcionar beneficios económicos a las familias como medida persuasiva para adquirir los derechos de la tutela futbolística de los chavales. Se entiende por esa tutela el derecho de traspasar o mantener al jugador menor de edad dentro de los clubes, y con ello asegurarse no sólo la preparación más adecuada, sino su debut profesional, así como una posible venta después a otro club.

Una práctica habitual

Sin embargo, comprobamos que es una práctica muy habitual que los clubes negocien con las familias honorarios más o menos enmascarados. Como nos cuenta Pedro de Felipe, representante de jugadores, puede hacerse en forma de ayudas para estudios o manutención: “Es lo que yo llamo el ‘Caballo de Troya’. Parece muy bonito por fuera, pero luego pueden existir engaños”. La proposición se le ofrece a los padres. Ellos, como representantes ante la ley de los niños, son quienes firman esas ‘ayudas’.

El asunto es como sigue: un equipo coge un chaval con 11 años. Promete. Lo une a sus equipos de fútbol base pagándole la manutención, los estudios y el material deportivo, junto con una pequeña ayuda mensual para transporte, unos 500 euros. A los 18 años sale Iniesta, Messi o Agüero. 24 millones de euros por traspaso que el club se lleva íntegros al ser de su ‘propiedad’. Un solo jugador de estas características consigue saldar la ‘deuda’ del 84% de los futbolistas de las categorías inferiores que nunca llegarán a ser profesionales. Un buen negocio para los clubes y para los representantes. Para los niños que llegan a ser estrellas, sin duda también. Pero hay un buen número de ellos que se quedan en el camino. Los chavales, de esta manera, entran en una cadena en la que la opinión de los adultos está por encima de muchas de las prioridades que los expertos en educación y desarrollo consideran esenciales, como la estabilidad y un entorno en el que se prime por la educación integral.

En manos del experto

Nos pusimos en contacto con la oficina del Defensor del Menor para conocer la opinión de un experto en la materia y allí conocimos a José Antonio Luengo, Secretario General del Defensor del Menor y psicólogo deportivo de las categorías inferiores del Getafe CF.

Según él, “Como en Fuenteovejuna, es un poco culpa de todos, pero la familia es quien tiene la última palabra. Los padres de los chicos que reciben la tentación del fútbol tienen varias alternativas: seguir apostando por la educación integral del chaval complementada por la aparición del deporte digamos de una manera más comprometida, o pueden perder un poco los papeles, vestir al niño de lagarterana si hace falta y pensar que el chaval va a llegar a ser el mejor del mundo. El problema mayor viene cuando son los padres los que priorizan el futuro deportivo de sus hijos por encima de todas las cosas, y esto con chicos de muy corta edad”. 

Si la opción es la de que sea deportista, hay que tener en cuenta algunos aspectos. Como vemos, no es sencillo asumir la responsabilidad de dotar a tu hijo de un ‘empleo’ a corta edad. Varios son los riesgos desde el punto de vista del padre. El primero, pensar que el niño no se está esforzando al realizar una práctica que a él le gusta. “Un deporte de elite”, nos comenta María José Ordóñez, psicólogo, “exige un esfuerzo al que el niño puede no estar acostumbrado, tanto en uso del tiempo como en el cese de otras actividades propias de su edad”.


DECÁLOGO VÍA AL ÉXITO

1- Prepárale para el exíto: los deportistas de elite son superdotados de alguna manera y por eso es importante que el niño se sitúe en su entorno.

2 -. . . y para el fracaso: un niño mal preparado psicológicamente puede sufrir depresión y obsesiones si fracasa. Hay que hacerle ver que perder es una parte de la vida igual a la que supone ganar.

3 – Abajo esos humos: el niño puede creerse superior o hacerse mayor antes de tiempo. No conviene que se sienta más que nadie.

4 – Que no se convierta en un consentido: el ‘mini deportista’ puede utilizar su esfuerzo para ‘conseguir rebajas’. Es necesario establecer normas que le igualen con los demás niños.

5 – Busca apoyos: sus profesores, su pedagogo en el colegio, su entrenador… Hay personas que pueden echarle una mano en esta situación.

6 -Que no se obsesione: la capacidad de superación es importante siempre y cuando no se convierta en obsesión.

7 – La gallina de los huevos de oro: tu hijo podría ganar dinero a corta edad y en abundancia. Ese flujo económico debe ser enfocado en su vida con mucha responsabilidad.

8 – Está en edad escolar: es difícil compaginar estudios, aficiones y obligaciones deportivas, pero es necesario.

9 – Relaciónale: deja que tenga novia y un grupo de amigos nutrido. Su mundo podría verse reducido al deporte, y si fracasa necesitará un grupo de apoyo.

10 – Comunicación: con sus   hermanos, su entorno, el resto de la familia. Que no se aísle.