Si el curso académico fuera un cuento literario, las Matemáticas siempre serían el ogro que enseña su peor cara en forma de suspenso. Lo cierto es que padres y alumnos temen que en junio esta asignatura les amargue el verano, por eso, nada como un poco de gimnasia para que nuestro cuento tenga final feliz… aunque sea en septiembre.

Autor: Ana María SERRANO

Llega la recta final del curso y con ella las notas. Según se comprueba año tras año en las pruebas de Selectividad, más del 40% de los alumnos, tanto de ciencias como de letras, no pasan el examen de Matemáticas. Unos resultados que se pueden extrapolar a otros niveles del sistema educativo. De hecho, en estudios internacionales como el Informe PISA, el nivel matemático de los estudiantes españoles queda en el puesto 24 de 30 países. ¿Qué pasa con las ecuaciones, el álgebra o la trigonometría? ¿Son más difíciles las “mates” que el resto de asignaturas? ¿O acaso es que los contenidos y la forma de enseñarlas están anticuados?

Los expertos lo explican en parte por  la dificultad propia de esta disciplina “abstracta”. Y también por el hecho de que las Matemáticas tradicionalmente se han usado como “un elemento de selección dentro del sistema educativo”, según explica Tomás Recio, responsable de la Comisión de Educación de la Real Sociedad Española de Matemáticas. “Tradicionalmente, y quizá queda aún algo de eso, se ha usado esta asignatura para seleccionar a los alumnos que valían para seguir estudiando, y quizá por eso no se hace tanto esfuerzo por adaptarla al nivel actual de los alumnos”, afirma. En general, parece que si un alumno saca buenas notas en Matemáticas es listo, mientras que si las saca en  Sociales, es un empollón.

Pero fijarse sólo en las calificaciones es un error. La pedagoga Pilar Guembe, en su libro No me ralles: Claves para hablar con hijos adolescentes, insiste en que los padres “nos preocupamos en exceso por las notas porque sabemos que en ello va el futuro laboral de nuestros hijos. Sin embargo, paradojas de la vida, no les educamos en la cultura del esfuerzo, del sacrificio y la laboriosidad, se lo damos todo mascado sin exigir apenas nada”.

NUEVOS MÉTODOS
Las voces más críticas señalan que los contenidos de Matemáticas son excesivamente formales. Por eso a los más jóvenes les resulta muy difícil ver su utilidad y abogan por revisar la forma de enseñarlos; se habla de adaptar incluso el lenguaje. “No podemos seguir planteando los mismos problemas que hace 100 años”, señalan.

Por eso, hay franquicias y academias que apuestan por otras metodologías. Por ejemplo, Ángel Cámara, director general de la franquicia matemática Mathnasium España, explica que su método “trabaja sobre las bases de las matemáticas”. Es decir, que no es una academia tradicional donde a los alumnos se les ayuda a hacer la tarea simplemente, sino que se trabajan los conceptos que el niño no tiene claro. “Si es necesario ir atrás y revisar conceptos de años anteriores, no dudamos en hacerlo. Se trata de un método personalizado en el que, tras realizar un diagnóstico inicial del alumno, se crea un plan de trabajo trimestral a medida del alumno. Éste paga una cuota mensual fija y puede venir al centro libremente tanto tiempo como desee”, añade.

Pese a todo, el panorama matemático no es tan negro como lo pintan. Recio considera que “el nivel medio de los alumnos es mucho mejor que hace algunas décadas”.

Sentir miedo ante las situaciones nuevas es una reacción normal en un niño. Sin embargo, una experiencia negativa en el agua puede desencadenar una fobia que le lleve a evitar por todos los medios acercarse a ella, retrasando así el momento de aprender a nadar

Autor: Laura GÓMEZ LAMA

A los niños les encanta chapotear en la bañera. Y no es de extrañar, pues el mundo acuático despierta sensaciones de confort que devuelven al subconsciente al útero materno. Otra cosa es tener un encontronazo desagradable con el agua en los primeros meses de vida o, más adelante, con el mar o la piscina, ya que este incidente determinará la predisposición del niño a meterse en el agua de forma distendida.

“El miedo al agua es un fenómeno psicológico normal, evolutivo y adaptativo de un niño que se enfrenta a una situación nueva. El miedo a la oscuridad, a los ruidos fuertes, a los extraños o a quedarse solos son temores comunes en todos los niños, pero hay veces que éstos se desarrollan por haber vivido una experiencia negativa o por presenciar una situación peligrosa, lo que podría derivar en una fobia”, comenta la psicóloga infantil Lorena Colón del Centro Psindra de Algeciras.

LO PRIMERO: NATURALIDAD
Para familiarizar a tu hijo con el medio acuático, debes hacerlo con la  mayor naturalidad posible, entre juegos, risas, chapoteos… Cuanto antes se dé la toma de contacto positiva, mejor, por lo que resulta recomendable reservar la hora del baño de un bebé como el momento más especial del día. Esto quiere decir que deben darse las siguientes condiciones: luz tenue, temperatura agradable tanto dentro (entre 34 y 37 ºC) como fuera del agua (entre 22 y 25 ºC, según la Asociación Española de Pediatría), tiempo y actitud para los juegos y los mimos. Así se formará en su memoria una asociación entre el agua y la diversión, ejercitando su capacidad de autocontrol en el medio, a la vez que el bebé mejora la coordinación de sus extremidades, su equilibrio y sus reflejos, y desarrolla la comunicación socioafectiva con los padres.

El juego constituye, por tanto, un contexto ideal para que se produzcan muchos de los aprendizajes, como es el caso de empezar a nadar. La Asociación Española de Pediatría recomienda que los niños aprendan a nadar antes de que den sus primeros pasos. Por ello, tras los primeros baños, puede empezar a ir a una piscina infantil.

En los cursillos, generalmente, se empieza por familiarizar al niño con la piscina, un lugar más grande que su bañera, y que comience a coordinar sus brazos y piernas. Es recomendable que sea la madre o el padre quienes les proporcionen las primeras clases para que los niños se sientan más seguros.

DEL MIEDO A LA FOBIA
Si los padres observan que su hijo siente rechazo hacia el agua, deberían ir a un especialista para que les informasen de los pasos a seguir, así como aportar comprensión y seguridad al niño.

“En primer lugar sería conveniente distinguir tres conceptos: miedo, fobia y ansiedad. El miedo es un fenómeno psicológico normal, una reacción emocional ante estímulos nuevos o situaciones extrañas. La fobia es un miedo clínico, porque es desproporcionado, irracional, involuntario y lleva a evitar, por todos los medios, la situación fóbica. Por último, la ansiedad es el conjunto de reacciones que se tienen ante una amenaza no real, cuando no existe desencadenante específico”, explica Lorena Colón.

Según la psicóloga infantil, existen diferentes métodos para superar las fobias según la etapa evolutiva del niño, pero siempre basados en la exposición al miedo. Esto puede hacerse gradualmente o de golpe, pero siempre acompañado de un tratamiento previo en el que se le dan al niño estrategias para disminuir el malestar a nivel físico, cognitivo y conductual.

“Evidentemente –concluye Lorena Colón– cuanto más pequeño es el niño, más creatividad hay que tener. Se suelen usar cuentos, dibujos o películas para que entienda lo irracional de su fobia. Además, es fundamental el refuerzo positivo a través de premios (que no tienen por qué ser materiales) cuando cumplen objetivos, las técnicas de relajación, la paciencia, la comprensión y, por encima de todo, el cariño”.