Acción educativa eficaz

Te damos las claves para conseguir buenos resultados en el trabajo diario de impartir clase.

1. Saberse un referente importante para sus alumnos. ¿Quién no recuerda a sus maestros?. Los filósofos griegos lograban aun mayor prestigio por su ejemplo que por sus lecciones.

2. Vivir con ilusión el servicio que presta a cada uno de sus alumnos, proporcionándoles una adecuada formación académica que le facilite lograr sus objetivos y el éxito deseado.

3. Presentar alta especialización en su área de conocimientos, transmitiéndolos en su especificidad y en la influencia de estos en áreas afines.

4. Seguir un plan de perfeccionamiento continuo que sirva también de aporte a sus alumnos para estar al día.

5. Lograr el mayor conocimiento posible de cada uno de sus alumnos, relacionándose con ellos de forma personal, valorándoles por su ser y su hacer.

6. Acudir a clase puntualmente previa preparación de los contenidos a impartir y las actividades de aprendizaje que logren, entre otras, el desarrollo en la capacidad de pensar, la de informarse y la de tomar decisiones coherentes.

7. Procurar lograr, en lo posible, un alto nivel de motivación, participación y responsabilidad en sus alumnos.

8. Desarrollar la clases, entre otras, con cercanía, naturalidad, sencillez, rigor científico, exigencia y respeto. Procurar conseguir la autoridad – prestigio que todo profesor-educador necesita para serlo.

9. Establecer un plan de evaluación continuo en la que los controles que se realicen sirvan fundamentalmente para descubrir las dudas y resolviéndolas puntualmente y así lograr orden y fluidez en el aprendizaje.

10. Fijar en cada prueba de evaluación que se realice, criterios de valoración coherente que permitan satisfacer a los alumnos y eviten agravios comparativos.

11. Conseguir justamente en cada alumno unos resultados satisfactorios, como consecuencia del esfuerzo y dedicación de estos y la formación recibida.

12. Creer en el alumno como persona capaz de crecer, en su futuro profesional impredecible y con posibilidad de alcanzar las cimas donde pretenda subir.

Un detective en los huesos

Que las sagas están de moda en el mundo de la literatura, y más concretamente en la literatura juvenil, es un hecho probado tras el éxito de Harry Potter y de los vampiros de “Crepúsculo”. Pues bien, otra saga a tener en cuenta es la protagonizada por Skulduggery Pleasant.

Es ahora cuando se ha editado el tercer libro, titulado Detective esqueleto. Los sin rostro. Desde la aparición del primer volumen en 2007, las aventuras góticas y divertidas de este singularísimo personaje han obtenido un gran éxito, sobre todo en el Reino Unido, en donde los dos primeros títulos vendieron 200.000 ejemplares. En España la venta de los dos primeros libros ha alcanzado los 30.000 ejemplares.

Skulduggery Pleasant es llamado “Detective esqueleto” por el simple hecho de que eso es lo que es: un esqueleto que viste gabardina y sombrero estilo ‘stetson’ de los años 40… y que está muerto, claro. Skulduggery domina el arte de la magia y tiene sus propios métodos de actuación para resolver los crímenes, no siempre muy convencionales. Eso no le granjea precisamente el favor de la poli y de otros detectives. Vive en un ambiente plagado de peligros, de hechicería, de brujos y demonios, que pretenden sembrar el mal por el mundo.

En sus andanzas le acompaña una intrépida chica de 14 años llamada Valquiria Cain, a la que él salvó la vida dos años atrás. Entre los personajes también está Tanith Low, una atlética agente secreta que trabaja para el gobierno mágico y que es una experta en la lucha contra criaturas diabólicas. En esta tercera novela, los personajes se enfrentarán a la amenaza de los Sin rostro, una especie de demonios que fueron expulsados de la Tierra hace millones de años y que ahora pretenden regresar porque la puerta entre los dos mundos ha sido abierta. Nuestros amigos tendrán serias dificultades para evitarlo pues el Gran Mago les pondrá las cosas muy difíciles.

El libro está escrito con un ritmo muy ágil y estilo claro. Las tramas y los diálogos son sencillos y accesibles, adecuados para jóvenes a partir de doce años, que disfruten de universos tenebrosos e imaginativos estilo Harry Potter. Hay mucha acción, pero también momentos de humor y una lucha muy atractiva del bien contra las fuerzas del mal. El autor es el irlandés Derek Landy, quien ya está preparando el guión de la versión cinematográfica de las aventuras de este extravagante y original personaje, cuyo estreno está previsto para el 2011. O sea, que parece que vamos a tener “Detective esqueleto” para rato.

FICHA TÉCNICA

Detective esqueleto.

Los sin rostro
Derek Landy
SM. 352 págs. 16.60 euros.

Padres

Las series de ficción española no levantan cabeza. Antena 3 emite actualmente la comedia Padres, serie que tiene más delito que las que sólo buscan entretener, pues pretende encima ser didáctica, y enseñarnos a todos cómo son las situaciones cotidianas que vive una familia del siglo XXI.

Al parecer, adapta la serie de ficción canadiense Les parent. Se entiende que las dos familias protagonistas son representativas de los hogares españoles de la actualidad. Natalia y Luis Mellizo son padres de tres hijos varones y trabajan fuera de casa, mientras que Alberto y Silvia Nieto tienen dos hijas, y también trabajan los dos. Pero estos personajes no son de carne y hueso, en realidad parecen unos marcianos impostados y falsos, con niñas sabihondas, y padres “calzonazos” que parecen una mala imitación de Homer Simpson.

Los sketchs son tan tópicos que uno puede adivinar no sólo lo que va a pasar sino incluso los diálogos. En suma, otro vergonzoso subproducto más que añadir a la parrilla televisiva, que se queda en una acumulación de tópicos y chistes facilones sobre papel higiénico, sujetadores y sueños eróticos de los padres. Se supone que tiene que ser una serie fresca y moderna, con mucho humor sarcástico y buenas dosis de crítica social, pero sin embargo tiene el mismo humor trasnochado que Escenas de matrimonio. Por si todo esto fuera poco, los sketchs duran menos de quince minutos, y la emisión dura media hora, por lo que la sobredosis de publicidad resulta agotadora.

¿Se puede salvar algo? Bueno, sí, que al menos arroja una visión positiva de las relaciones familiares, pero las buenas intenciones no salvan una serie. Otra oportunidad perdida de hacer una serie digna, y ya van unas cuantas.

FICHA TÉCNICA
Creador: Jacques Davidts.

Intérpretes: Lola Marceli, José Barón, José Ramón Iglesias, Cristina de Inza.

Antena 3. De domingo a miércoles. 21.45 h.

Elemental, querido Watson

Robert Downey Jr. protagoniza esta nueva versión del célebre detective Sherlock Holmes, en clave de aventuras y acción.

Sherlock Holmes, legendario personaje creado por el novelista Sir Arthur Conan Doyle, ha conocido muchísimas adaptaciones literarias. Ahora, el británico Guy Ritchie, conocido por películas como Cerdos y diamantes, propone una nueva visión del personaje, con Joel Silver (Arma Letal, Jungla de cristal) como productor. En realidad, su visión de Sherlock en esencia se parece a las novelas de Conan Doyle, salvo porque añade muchísima acción y algunos golpes de humor –marcas de fábrica de las producciones de Silver–, y porque los personajes son un poco distintos a lo habitual.

Esta vez, Sherlock Holmes está muy preocupado porque su fiel amigo y ayudante, el doctor Watson, está a punto de dejarle, para casarse con Mary, una niñera de la que se ha enamorado, de la que el detective desconfía. Antes, Watson le ayuda en el extraño caso de Lord Blackwood, un asesino en serie que practica rituales de magia negra. Blackwood parece tener poderes sobrenaturales, pues los propios Holmes y Watson han sido testigos de su ejecución. Sin embargo, parece haber escapado de la tumba, y continúa con sus fechorías.

Guy Ritchie filma su obra más espectacular, con secuencias realmente impresionantes, como la persecución en unos astilleros, o la pelea sobre el Puente de Londres. La reconstrucción de la Inglaterra victoriana es de las más logradas que se hayan visto en la pantalla. El ritmo es dinámico, y los giros de guión dosifican muy bien la intriga hasta el final. El tono es propio del cine de aventuras, con una épica partitura de un inspirado Hans Zimmer, en la línea de su trabajo conjunto con James Newton Howard para El caballero oscuro. Acierta Ritchie al renunciar a su estilo habitual inspirado en Tarantino, salvo en algún momento aislado, como un combate de lucha en el que muestra antes lo que está pensando Sherlock Holmes sobre la táctica a seguir, y luego se puede ver lo que hace el personaje. Tampoco se excede con los gags cómicos, pues aunque incluye muchas risas, éstas no dañan la tensión dramática.

Robert Downey Jr. compone muy bien a un particular Sherlock Holmes, tan sagaz como se presupone, pero que también es un experto en combate cuerpo a cuerpo. Tiene por otro lado muchos defectos, pues es por ejemplo desastrado y extremadamente celoso en todo lo referente a su mejor amigo. Jude Law (Watson) es justamente lo contrario, un pulcro ex militar. Quizás el actor que más destaca es Mark Strong, que brillaba en RocknRolla, y que aquí encarna a un inquietante villano.

FICHA TÉCNICA

Sherlock Holmes
2009. 128 min.

Director: Guy Ritchie
Intérpretes: Robert Downey Jr., Jude Law, Rachel McAdams, Mark Strong.

Todo el mundo a bailar

Son ya clásicas aquellas imágenes de los estudiantes bailando sobre los taxis de Fama (1980), un excelente film de Alan Parker, que obtuvo dos Oscar (mejor música original y canción). Su éxito propició una serie televisiva que marcó a toda una generación en algunos países.

Así sucedió en España, donde tuvo una repercusión mayor que en Estados Unidos. También derivó en un musical de Broadway representado a nivel internacional y un reality show para jóvenes talentos que también ha conectado con el público.

Este film no es exactamente un remake. Se mantiene el esquema del original, pues sigue el periplo de varios jóvenes alumnos de una escuela de danza, teatro y música. Pero los personajes son completamente nuevos. La única conexión con su predecesora cinematográfica y la serie es que repite la actriz Debbie Allen, que fue Lydia Grant, aquella profesora que repetía las famosas palabras “buscáis la fama, pero la fama cuesta”. Ahora ha sido ascendida, pues interpreta a la directora de la escuela, aunque su personaje se llama de otra forma, y aparece muy brevemente.

Entre los nuevos protagonistas destacan Neil, un chico que quiere ser director de cine; pero necesita el apoyo paterno para que le pague un corto, Kevin, un aspirante a bailarín, y sobre todo Denise, privilegiada pianista y cantante, cuyo rígido padre quiere que se dedique únicamente a la música clásica, y no está dispuesto a ceder.

El film está protagonizado por jóvenes promesas que interpretan con convicción a los ilusionados estudiantes en busca del triunfo. El debutante en el largo de ficción Kevin Tancharoen, con mucha experiencia televisiva, se muestra como un cineasta solvente. El punto fuerte son las eficaces coreografías. Las canciones son pegadizas, y su tono amable propiciará que guste a todo tipo de públicos. Por muy diluido que esté, se mantiene el mensaje que advierte de que los sueños están bien, es positivo luchar para desarrollar el talento de cada uno, pero hay que estar preparado porque la realidad a veces es dura de aceptar.

FICHA TÉCNICA

Fama
2009. 110 min.

Director: Kevin Tancharoen
Intérpretes: Kelsey Grammer, Megan Mullally, Kay Panabaker, Bebe Neuwirth

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De madres helicópteros a padres bandiblup

Los padres hiperprotectores viven en continua tensión: están obsesionados con la salud y la felicidad de sus hijos, tienen organizada de manera milimétrica sus vidas, se agobian ante el más mínimo fracaso o desliz… Sin embargo, el resultado de una protección tan enfermiza suelen ser hijos que ejercen como auténticos tiranos.

Algunos lo han definido como el síndrome de los padres helicópteros: padres y madres en tensión que se tiran en picado cuando descubren el menor síntoma de debilidad o problemas en sus hijos.

Son esos padres y madres que, obsesionados con la salud y la felicidad de sus retoños, tienen absolutamente organizada sus vidas; se entrometen –quizás demasiado– en la vida interna de los colegios; están continuamente quejándose por la más mínima deficiencia; que piden explicaciones por todo (sin quedarse nunca satisfechos); que se agobian ante el más mínimo fracaso o desliz de sus hijos (aunque, según ellos, nunca tienen la culpa de nada); que se sienten deprimidos y agobiados cuando las increíbles expectativas que han depositado en sus pequeños se desvían un milímetro de lo establecido; que psicologizan hasta la extenuación el comportamiento de sus hijos, convirtiendo el más mínimo problema en una agónica crisis; que tiene miedo de todo, hasta de sus propios criterios.

Y aunque aparentemente parece que con esos métodos y esa sobreprotección están fabricando un hijo diez, perfecto, perfectísimo, no contaminado, lo normal será que las cosas se le vayan de las manos y se conviertan en lo que una reciente escritora ha calificado de padres blandiblup.

EN UNA BURBUJA

Van al colegio siempre en coche, con la inseparable compañía de mamá o papá, por lo que pueda pasar. En la mochila, todo bien preparado, sin que falte de nada. Algún refresco que proporcione más vitaminas. El móvil, por si acaso.

En clase se muestran autosuficientes y únicos, rodeados de una burbuja en la que resulta casi imposible de penetrar. Mucho cuidado con lo que haces, con quién te sientas, quiénes son tus amistades. ¿Qué te ha dicho el profesor? ¿Por qué te han puesto en ese grupo? Dile al tutor que quiero hablar con él (la enésima vez en ese mes). Dile al director que también quiero hablar con él (la tercera vez en ese curso). No comas de lo que te ofrezcan. Lávate las manos.

A las cinco en punto te espero en el coche, que tenemos que ir: los lunes, a danza; los martes, al gimnasio; los miércoles: a las clases de tenis; los jueves: a refuerzo de matemáticas; los viernes, inglés con el nativo. Te recojo a las ocho. Llevas la merienda que te gusta en la mochila. Ponte bien la bufanda. Tómate esta pastilla. Dúchate. Haz los deberes. Sí, puedes ver la televisión en tu cuarto. No, el sábado no puedes quedar con Ana, ni con Andrés; que vengan aquí, a tu sala de juegos. Tómate el jarabe. Vete a la cama. Voy a ponerte el termómetro por si acaso, que te he visto oído antes toser.

Agotador, agotador, sencillamente agotador. La obsesión por la educación de los hijos acaba degenerando en una enfermiza superprotección que entorpece el desarrollo natural de su personalidad. Es cierto que hay que preocuparse por la educación –no faltaba menos– por las amistades, por las diversiones, por lo que hacen tus hijos en un mundo que a veces parece una jaula y un infierno, pero… se puede hacer sin necesidad de caer en actitudes maniáticas y ridículas, que provocan precisamente lo contrario de lo que persiguen.

Lo dicen los psicólogos: muchos de los adolescentes que tienen conductas violentas con sus padres y en el colegio, han sido mimados de pequeños hasta la extenuación. Lógicamente, cuando son más mayores no entienden que no puedan seguir haciendo lo que les dé la real gana, sin asumir responsabilidades.

Lo deja caer el psicólogo Ángel Peralbo en su reciente libro El adolescente indomable (La Esfera), donde se analizan las causas y los remedios de muchos de los comportamientos de esa adolescencia conflictiva en la que se han asentado muchos chavales y que no proceden precisamente de familias rotas, desestructuradas, con problemas. La hiperprotección provoca estas cosas. Y muchas más.

PADRES BLANDIBLUP

Lo mismo concluye María Ángeles López Romero, periodista especializada en temas educativos, en su libro de sugerente título Papás blandiblup (San Pablo), donde resalta los peligros del exceso de protección de los padres, una manifestación, opina ella, de las muchas dudas que tienen los padres y madres a la hora de educar a sus hijos.

Su libro parte de la realidad, de anécdotas tomadas de la vida misma, y su mensaje es abiertamente optimista: conviene no dramatizar y a ser posible educar a tus hijos sin salirse de la senda del sentido común. Es cierto que ni para esto ni para tantas otras cosas existen recetas que puedan aplicarse de manera general a todo el mundo. Cada padre y madre debe tomar la iniciativa, conocer bien a sus hijos y hacer todo lo posible, con mano izquierda, y sin miedo a los riesgos, para que consigan ser, como quieren todos los padres, responsables, independientes y felices.

Pero, como decía, hay que asumir riesgos. No todos los niños van a ser Rafa Nadal, ni campeonas del mundo en natación sincronizada, ni futbolistas de élite, ni ingenieros de telecomunicaciones, por mucho que se empeñen los padres, por muchas clases particulares que reciban y aunque vayan a los mejores colegios del mundo.

No es misión de los padres programar hasta el mínimo detalle la vida de sus hijos, sus notas, sus éxitos, sus amistades, sus diversiones. Recuerdo hace años a un profesor que me contaba la depresión que se pillaron los padres de una niña de primero de Primaria porque su hija no había sacado sobresaliente en todas las asignaturas.

¿La llevamos a un psicólogo? ¿Le damos clases de refuerzo en el verano? “Es que, concluían lacrimógenamente, con esta nota media va a ser imposible que haga la carrera X”. Pobre niña, me dijo el profesor. La que le espera.

FABRICAR PEQUEÑOS TIRANOS

Y es que hay padres que han convertido la educación de sus hijos en una profesión científica, donde todo tiene, según ellos, su racional explicación. Pero esa superprotección, muy evidente en los primerísimos años de la infancia, acaba fabricando niños déspotas. Está muy estudiado el síndrome del pequeño tirano o emperador. Niños (se empieza pronto, a los 7 y 8 años) que son auténticos dictadores, que manejan a sus padres a su antojo y que mandan férreamente sobre ellos. Esta realidad la conoce la publicidad, que dirige sus anuncios directamente al público infantil que es quien decide qué se come en casa, su ropa, sus juguetes, sus diversiones, las vacaciones…

Cuidado, pues, con las expectativas, que acaban provocando una tensión inútil y enfermiza entre los padres y los hijos. Y que conste que no estoy defendiendo el pasotismo educativo. No. La virtud siempre está en el punto medio: ni la laxitud (pasar de todo) ni la hiperprotección (agobiarse con todo). Y si no se ajustan las expectativas adaptándose a la realidad, se puede acabar haciendo un grave daño a los hijos, quizás porque hemos proyectado en ellos lo que los padres y madres no han podido conseguir, por las circunstancias que fueran, en sus vidas.

UN UNIVERSO
EGOCÉNTRICO Y NARCISISTA

En una reciente entrevista con motivo del 50 aniversario de la aprobación, el 20 de noviembre de 1959, en la Asamblea General de las Naciones Unidas de la Declaración de los Derechos del Niño, Javier Urra, doctor en Psicología, psicólogo forense de los Juzgados de Menores de Madrid y conocido escritor de temas educativos y sociales, advertía del peligro de la sobreprotección de los padres: “Muchos padres maleducan bajo el pretexto de no exigir, castigar o sancionar por el falso miedo de evitarles un trauma. Otros les sobreprotegen para descargar su conciencia, ya que pasan muy poco tiempo con sus hijos. Son niños que crecen sin sentimiento de culpabilidad, en su universo egocéntrico y narcisista. No se les ha enseñado a ponerse en el lugar del otro. No saben qué es la compasión. Su lema es “yo y después yo”. “El ser humano debe aprender a ser humilde. Nuestros hijos necesitan interiorizar lo que es compadecerse del otro, de su desgracia” (Aceprensa, 28-12-2009).

Aunque parezca mentira, estos padres que sobreprotegen tanto a los hijos son los que más dejan que sea la televisión la que les eduque, a la vez que “justifican a sus hijos lo injustificable”: para ellos, nunca tienen la culpa de nada, ni en casa ni en el colegio. Y es que, dicen, hay que hacer todo lo posible por evitarles cualquier tipo de trauma. Sin embargo, asistimos diariamente a una contradictoria conclusión: el preocupante incremento de visitas a los psicólogos de estos padres cuando ya no saben qué hacer con unos hijos a los que les han dado de todo sin exigirles absolutamente nada.

La escuela es clave para la integración social de extranjeros

La llegada repentina de inmigrantes a España, sobre todo a partir del año 2000, puso en un aprieto al sistema educativo que debía acoger en sus aulas a niños de diversas culturas y con distintos idiomas. Una década después es tiempo para evaluar los logros conseguidos y las dificultades aún sin resolver.

Lo primero que se puede hacer es romper con los estereotipos. El origen extranjero de los niños no está directamente relacionado con una bajada del nivel del grupo. Otros factores, como el entorno familiar o el nivel educativo de los padres suelen tenerse menos en cuenta y son, sin embargo, fundamentales. “Algunos funcionan muy bien y llegan a sacar muy buenas notas desde que pasan el periodo de integración, otros sin embargo, requieren más apoyo, depende de cómo sea el niño y de las circunstancias de la familia, nunca se puede generalizar”, asegura Irene Iglesias, directora del Vázquez de Mella, un colegio público de Infantil y Primaria, ubicado en la zona centro de Madrid y con una larga experiencia en integración y convivencia intercultural.

Esto no quiere decir que no haya dificultades adicionales cuando se trabaja en un contexto de afluencia constante de familias inmigrantes, “los padres españoles dicen que esto perjudica a sus hijos porque baja el nivel, y es posible que a veces lo haga, pero sobre todo porque hay que escolarizar a los niños según llegan, aunque lo hagan con cuentagotas”. La incorporación de alumnos a mitad de curso es una cuestión que levanta ampollas, aunque ha sido salvada con cierto éxito mediante las aulas de enlace, puestas en funcionamiento por la Comunidad de Madrid en 2003 y gestionadas por los centros.

A ellas se incorporan los alumnos no hispanohablantes recién llegados hasta que pueden unirse al curso que les corresponde. Mientras tanto, los grupos se juntan a la hora de dar música, inglés o educación física, para favorecer el intercambio con los demás niños.

La escuela juega un papel clave en la incorporación de las personas, tanto de los pequeños como de sus familias, a una nueva sociedad.

MUCHA AFECTIVIDAD

Por un lado es donde se experimenta el primer contacto de los niños con la tierra de acogida, donde se aprenden los códigos, el idioma, los hábitos culturales, y por otro porque la formación escolar les da herramientas para prosperar económica y socialmente, así como para defenderse de posibles discriminaciones. Además, los niños transmiten en casa lo aprendido en la escuela y contribuyen así, indirectamente, a la integración de los adultos.

Para Irene Iglesias está claro: “el acercamiento y la afectividad son lo primordial, los contenidos pueden esperar, ya los aprenderán tarde o temprano, pero el cariño tiene que notarse desde el primer día”.

Sobre todo porque los niños inmigrantes han experimentado un proceso difícil, el cambio de residencia, la separación de familiares y amigos, en muchos casos incluso del padre o la madre, un nuevo entorno y a veces también otro idioma. El plan de integración del Vázquez de Mella insiste en potenciar un entorno agradable y protector para los pequeños recién llegados: “Es muy importante aprenderse su nombre, saludarle cuando está en la fila, animarle a jugar con los demás en el patio, no dejar que se quede sólo en un rincón, son detalles que le hacen ver que le conoces y que te preocupas por él”, explica la directora.

Si bien el primer acercamiento consiste en implicar a los padres y transmitirles confianza, después, hay que estar muy pendientes de la evolución de cada niño.

¿CÓMO CREAR UN ENTORNO INTERCULTURAL?

Uno de los objetivos marcados por el Ministerio de Educación para la creación de la escuela del siglo XXI es la interculturalidad. De momento, como afirma José Pérez Iruela, director del Centro de Investigación y Documentación Educativa, la escuela intercultural es todavía una ilusión, una meta a la que nos debemos dirigir pero que aún está muy lejos de la realidad. En este sentido, cada centro avanza como puede, en el Vázquez de Mella, por ejemplo, se organizan festivales interculturales en los que se resalta y se da valor a la gastronomía, la música y el folclore de las familias.

Otras ideas que han tenido éxito son la adaptación del menú del comedor, actividades en las que se explica a los niños una determinada práctica cultural, como por ejemplo el Ramadán, o jornadas dedicadas a la tolerancia y al respeto del otro. Por otra parte, también es esencial el que los docentes detengan las actitudes xenófobas ya que estas pueden crear un entorno hostil y perjudicial para el desarrollo de los pequeños. Desde su experiencia, la directora del Vázquez de Mella afirma que hay que cortarlo de raíz, aunque “a estas alturas el colegio ya está habituado a que haya niños de todas partes, al principio fue más costoso pero ahora los propios alumnos están muy concienciados.”