Una revisión da un varapalo a los jarabes para la tos

Autor: A.R.P.

Ni los antitusivos ni los expectorantes son eficaces para acabar con la tos (ni la seca ni la que cursa con mucosidad), uno de los motivos principales por los que los pacientes suelen acudir a la consulta del médico o a la farmacia. Según indica una nueva guía terapéutica, llevada a cabo por el Colegio Americano de Neumólogos, y publicada recientemente en la revista Pediatrics, «no tenemos ninguna evidencia científica de que estos productos realmente sirvan de alivio para este trastorno», afirma Richard Irwin, uno de los especialistas que ha contribuido a la elaboración del documento. La revisión apunta, además, a que lejos de ofrecer alguna ventaja el uso de los jarabes para la tos puede ser, en ocasiones, contraproducente, ya que provocan una sedación excesiva, algo nada recomendable, especialmente en el caso de los pacientes pediátricos. ¿Qué hacer entonces cuando se quiere eliminar la tos?
Pues según los datos que han analizado los especialistas, los antihistamínicos clásicos y los descongestionantes convencionales son alternativas mucho más eficaces que los productos antitusivos, que normalmente están formulados a partir de principios activos como el dextrometorfano o la difenhidramina.

Vas a estar muy guapa

Autor: padresycolegios.com

A Cristina le gustó tanto cortarse el pelo
en la peluquería que cuando llegó a
su casa se empeñó en cortarle ella la
melena a su hermana Pilar. Ya verás,
–decía– ¡vas a estar guapísima! Su madre
se dio cuenta cuando ya le había dejado
la parte izquierda de la cabeza casi
al cero, y no tuvieron más remedio que
cortarle la otra parte para igualar.

Yo voy a buscarme la vida

Autor: padresycolegios.com

Cristina, de tres años y medio
de edad, dice a sus padres y a
su hermano: –Yo, de mayor, me
buscaré la vida. Su madre le
pregunta: –¿Qué es eso de
buscarse la vida, hija? Pues,
–responde Cristina muy convencida–,
tendré mi familia, cuidaré
a mis hijos, vendré a veros
a papá, a ti y a mi hermano, pero
después volveré con mis hijos
a mi casa.

Educar en la autodisciplina

Disciplina no es castigo o exigencia
desmesurada, sino el orden que
uno mismo aprende a imponerse
para salvaguardar los derechos de
los demás y conseguir sus propósitos
y objetivos.

Autor: Bernabé Tierno

Los padres debemos tener muy claro que para educar convenientemente a nuestros
hijos es imprescindible educar su voluntad. La capacidad de hacer aquello que es
bueno y conveniente aunque no les guste. Y para lograrlo, no hay otro camino que
la disciplina. Pero disciplina no es castigo o exigencia desmesurada, sino el
orden que uno mismo aprende a imponerse para salvaguardar los derechos de los
demás y conseguir sus propósitos y objetivos.

Si entendemos la educación
como proceso de formación de la persona para saber tomar decisiones por sí misma
y auto orientarse, deberemos ayudar al educando mediante la experiencia gradual
de ir venciendo dificultades, de manera que la disciplina se convierta en su
orden de vida para ser dueño de sí mismo, saber orientar sus impulsos,
motivaciones y exigencias de su propia vida y adaptarse a las normas,
obligaciones y restricciones que le impone la convivencia con los
demás.

Podemos hablar de disciplina interior, entendida como auto
dirección, control de sí mismo y capacidad para canalizar las propias energías
con el fin de realizar un ideal, un proyecto personal de vida. La disciplina
interior es la verdadera. La disciplina exterior es sólo un medio, nunca un
fin.

Entendemos por disciplina exterior al conjunto de procedimientos
organizados para obtener de manera inmediata un efecto exterior (orden,
silencio, determinados comportamientos deseables, etc.). Esta disciplina
exterior (que es necesaria) debe subordinarse a favorecer en el educando una
progresiva experiencia de autocontrol.

Recordemos que sin disciplina
interior (verdadera disciplina) no hay carácter, no hay personalidad, sino un
mero amaestramiento.

La disciplina, sin la menor duda es el aprendizaje
de la libertad verdadera, de la libertad interior, pues como bien afirma F.W.

Foerster: «La disciplina y la obediencia sirven de preparación para la libertad
de la personalidad».

La disciplina que parte de una firme decisión
educativa y no de las compensaciones autoritarias de los educadores, proporciona
al niño una gran seguridad emocional, ya que, de no contar con unas normas
claras para orientar su conducta y controlar sus impulsos, el niño termina por
sentirse confuso e inseguro. Sin olvidar que toda disciplina debe estar fundada
sobre el amor.

CRÍA CUERVOS cuando el enemigo es nuestro hijo

Durante el pasado 2005 las fiscalías de menores españolas
tramitaron 6.000 denuncias de padres que habían sufrido agresiones
por parte de sus propios hijos. Víctimas y verdugos a
un tiempo, los niños tiranos son el producto más evidente
de una Educación que parte de supuestos erróneos: la ausencia
de normas, la sobreprotección a toda costa y la concesión
inmediata de cuantos caprichos demanden nuestros
hijos. «Hay niños de siete años que dan puntapiés a sus madres,
y éstas les dicen ´eso no se hace´ mientras sonríen», asegura
Javier Urra en su última obra El Pequeño Dictador. La
falta de juegos colectivos con otros niños, la normalización
de la violencia en televisión y el aumento de las separaciones
traumáticas son otros factores que favorecen la aparición
de un fenómeno inédito en otras épocas.

Autor: RODRIGO SANTODOMINGO

Caprichosos, mimados y sobreprotegidos, los niños tiranos son quizá la cara menos amable de un tipo de Educación que hace tiempo decidió dar la espalda al no, la frustración y la imposición de límites. Una forma de educar basada en la transigencia extrema y el acopio de bienes materiales sin ninguna clase de condiciones. Un modelo formativo que entiende de derechos pero no de deberes. Tras la publicación de El Pequeño Dictador por Javier Urra –primer defensor del menor en España y actualmente psicólogo en la Fiscalía de Menores de Madrid–, el tema está más de moda que nunca. Televisiones y medios impresos le han dedicado espacio y tiempo abundantes, muchas veces resaltando el amarillismo que destila el asunto y destacando una cifra alarmante. Sólo en 2005, la justicia española recibió unas 6.000 denuncias de padres agredidos por sus hijos. A estas hay que añadir los muchos casos protagonizados por menores de 14 años que no recogen las estadísticas.
Y es que el surgimiento de tiranías caseras en las que los papeles tradicionales aparecen invertidos atrae nuestra atención tanto como escandaliza nuestras conciencias.
Más aún, el fenómeno encierra una paradoja que no puede sino desconcertar a los progenitores que decidieron acogerse al modelo permisivo: por no maltratar a mi hijo bajo ningún concepto, he terminado siendo maltratado por él.

¿VÍCTIMA O VERDUGO?

Para evitar malentendidos, Urra inaugura su obra con una advertencia: «La mayoría de los jóvenes no son tiranos, claro que no. Y en todo caso muchos más son víctimas de malos tratos que verdugos».
Denotando un cierto sentimiento de culpa, consciente de que su imagen pública está fuertemente asociada a la lucha por los derechos de la infancia, el autor tarda poco en restar responsabilidad al hijo que ejerce de pequeño dictador. «Los niños pueden no ser inofensivos, pero sí inocentes. Su culpabilidad, su responsabilidad ha de ser compartida por quienes los educamos o maleducamos, los que olvidamos darles las instrucciones de uso para manejar la vida y no les indicamos cómo respetarse a sí mismos y a los demás».
¿Pero cuáles son esos déficits educativos o factores sociales que empujan a un bebé sano (física y mentalmente) y acomodado a las garras del despotismo e incluso la crueldad hacia sus padres?
Hay algunos que se repiten en todos los casos (ver entrevista a continuación), sobre todo la ausencia de límites o el repudio de la frustración. Actitudes ante la Educación que Urra enmarca en una cambio de valores más profundo: «Hemos pasado de la moral del sacrificio y la renuncia al hedonismo. Todo se quiere alcanzar sin esfuerzo».

SEPARACIONES

A esto se añade el papel de unos medios de comunicación que, por repetición y frecuencia, «difuminan la gravedad» de los actos violentos.
Luego están los condicionantes que aparecen en el entorno más inmediato del niño. Ante todo, la familia y todo lo que la rodea: el número de hijos (o hermanos), las separaciones, el estado de la relación matrimonial…
No en vano el niño tirano suele ser hijo único o el más pequeño de la familia. Tampoco es infrecuente que sus padres se hayan separado, casi siempre (en este caso) desplegando una amplia gama de reproches, faltas de respeto, recelos y actitudes poco conciliadoras que descolocan al hijo y, peor aún, le hacen que digiera y normalice la violencia intra-familiar.Por último, ya sea por falta de tiempo o de interés, muchos padres «no ejercen su deber. Han dejado en gran medida de inculcar lo que es y lo que debe ser. Intentan compensar la falta de dedicación a los hijos tratándolos con excesiva permisividad».
Laxitud en la norma, ñoña sobreprotección, violencia legitimada… Un explosivo cóctel que, unido a otras causas individuales, está dotando a nuestros hijos de todas las armas necesarias para que impongan su ley en casa. La solución empieza cuando el hijo nace, y se llama firmeza, cariño y algo de sentido común.



JAVIER URRA

AUTOR DE EL PEQUEÑO DICTADOR

«Es muy difícil ser un canalla cuando notas el sufrimiento ajeno»

Sentado en una terraza del Retiro mientras disfrutamos de una espléndida mañana de fin de semana, Javier Urra despliega su amena locuacidad para explicar cómo y por qué algunos niños y adolescentes cambiaron su inocencia por la inflexible batuta del dictador casero.

P. ¿Hay niños que nunca serían tiranos aunque se dieran todas las condiciones para que lo fueran?
R.
Lo que tengo claro es que ningún niño bien educado sería tirano. Hay niños más difíciles, pero la herencia marca una tendencia, no condiciona. La Educación es fundamental. Si un niño nace bonachón, buen chico, afable, sonriente, cariñoso… y los padres se proponen que sea un chaval conflictivo, hacen una quiniela para fallarlas todas, pues será problemático.
P. ¿Y cuál es la buena Educación para conseguir que no lo sea?
R.
¿Qué es educar? Son aspectos tan sensibles, tan callados, tan de persistencia, tan de coherencia… La gente pregunta ¿y qué le tengo qué decir? ¿y cuándo se lo tengo que decir? ¿y con qué comunicación no verbal? Luego está claro que cada hijo es diferente, no se puede educar igual a todos. Pero el problema central es que se sobreprotege mucho. Hay muchos niños solos, que no salen a jugar a la calle, que no entran en contradicción con nadie, con madres que establecen relaciones casi edípicas.
P. Entre los errores educativos que favorecen convertir al niño en dictador de sus padres, ¿existe alguno que se repita en todos los casos, que sea sine qua non?
R.
No poner límites y no aceptar la frustración. La frustración es parte de la vida. Hay veces que se te muere un amigo, otras vas a coger el coche y se te ha pinchado una rueda. Hay quien reacciona liándose a patadas y quien dice, mira, es la vida… Pero eso hay que transmitirlo. Si todo en casa es presión de consumo, todo «yo el primero, yo soy un depredador…», pues es complicado. Es necesario que tengamos un sentido de trascendencia, de la caridad, la compasión. Es muy difícil ser un canalla si notas el sufrimiento de los demás.
P. ¿Por qué es más fácil que aparezca un tirano en familias con padres separados? ¿Influye más que en esas situaciones se tiende a mimar aún más al niño o quizá que es más difícil educar en soledad?
R.
No pienso que sea cuestión de ser sólo uno. Entre las viudas sería muy difícil que el niño saliera tirano. Sí se da con mayor frecuencia cuando uno de los dos induce contra el otro, cuando hay una lucha de lealtad, cuando las familias se enfrentan, cuando se da un secuestro emocional, el no dejar ver al otro. La verdad es que las separaciones mal llevadas, que son la mayoría, producen una tensión emocional al niño muy nociva.
P. ¿Piensa que la Educación sin límites está empezando a cambiar? ¿qué cada vez hay más gente concienciada de que el darle todo al hijo es contraproducente?
R.
No creo. Espero que este libro sea uno de los primeros que haga ver que no vamos en la dirección correcta. Creo que los hechos son tozudos: la gente sigue sobreprotegiendo. En este sentido, pienso que deberíamos volver a los derechos colectivos en lugar de centrarnos tanto en el derecho personal. El ponerse en el lugar del otro, aquello de que los derechos de uno terminan donde empiezan los de los demás.
P. ¿Cree que el niño tirano suele ser consciente de la gravedad de sus actos? Vi un caso en televisión en el que el niño parecía que tuviera un verdadero trastorno bipolar. Una fiera a veces y otras un corderito arrepentido.
R.
El niño no es un enfermo: sabe lo que hace y sabe lo que quiere. No es capaz de controlarse cuando no se satisface un capricho, pero sí se da cuenta de que lo que hace no está bien. Pero lo hace, siente que tiene que hacerlo, que incluso se lo está demandando el otro. Y esto le produce muchas dudas y un trastorno interno tremendo. En realidad son víctimas de un tipo de maltrato: las fallas de la Educación.
P. Quizá al principio los padres maltratados cedan por comodidad o por falta de recursos de conducta,¿pero es normal que al final lo que tengan sea verdadero miedo a lo que les pueda hacer su hijo?
R.
Sí, sí. Hay un primer momento en el que la madre cree que no enfrentarse, que darle todo, es la pauta educativa correcta. Luego el niño empieza a chantajear: si no haces esto no te quiero, no eres mi madre. La violencia es el último paso. Y al final hay miedo, claro que sí. Nosotros sabemos de padres que duermen encerrados por lo que pueda pasar.
P. El comportamiento tirano, ¿suele desaparecer cuando el niño se acerca a la edad adulta?
R.
No, al revés. Va a más, va en progresión geométrica y se dispara a los 16-18 años, que es el tramo en el que se dan los casos más graves. Lo que en la Fiscalía de Menores no sabemos es qué ocurre después. Mi hipótesis es que muy probablemente se convertirán en agresores de sus parejas y de sus hijos.
P. ¿Cómo se actúa frente a los pequeños dictadores desde el punto de vista legal?
R.
Desde la Fiscalía la solución es decirle al niño «stop, punto, vas a ser sancionado, se te va a quitar la libertad». Luego se retira la tutela a los padres y los servicios sociales trabajan con ellos y con el menor. Se les pregunta cómo afrontan las riñas, se les hace saber qué han podido hacer mal. Y se les dice que la próxima denuncia no serán seis meses de internamiento, sino tres años. En los casos menos graves puede valer un experto o simplemente un referente familiar que encauce las cosas.
P. ¿Hay casos de niños maltratadores en casa que luego salen fuera y aparentan ser perfectamente normales? Un poco como el maltratador que en sociedad es un encanto.
R.
Existen los dos casos. Está el que no es capaz de controlarse en ningún sitio y exporta esa agresividad a la escuela, a todos sitios. Y luego tenemos un tipo de chaval que en la calle es sano, majete, pero que en casa cree que tiene una esclava, y está convencido de ello. Ese es más difícil de controlar.

 INFIERNO CASERO

Gracias a su amplia experiencia en el trato con menores conflictivos, Javier Urra ha tenido acceso directo a muchos casos de niños y adolescentes maltratadores. Otros los conoce por su mera condición de investigador del fenómeno. Resumimos a continuación algunos ejemplos incluidos en el libro del ex defensor del Menor de la Comunidad de Madrid (nombres ficticios).

– En 2005, la madre de Diego (11 años) denuncia las continuas agresiones e insultos a que le somete su hijo. El caso aparece en televisión: durante dos meses, dos periodistas conviven con la familia y filman una interminable cascada de gritos, vejaciones y pataletas. La madre recuerda que su segundo marido solía decirle que parecía que estaba «casada con su hijo».

– Una madre llorosa cuenta a un catedrático de la Universidad de Málaga que su hijo le ha dado una patada por taparle el televisor mientras marcaban un gol. La madre se limitaba, como todas las noches, a servirle la cena en una bandeja… Asegura que nunca le ha reñido porque en las «películas americanas» los psicólogos aseguran que esto podría traumatizar al niño de por vida.

– Un periódico nacional da a conocer en abril de 2005 el caso de un niño de siete años que muestra un comportamiento inusitadamente violento contra su madre y su abuela. Las agresiones empezaron a los tres años, pero la madre dejó hacer porque interpretó que la actitud del niño era lógica ante un proceso de separación.

– Dolores agrede con arma blanca a su tía con su madre presente. La familia es de clase media-alta. Los padres atribuyen la agresión a que su h
ija ha tenido su primera menstruación hace un año. Desde entonces, aseguran, los problemas de comportamiento no han cesado.

Música, mejora en la nota

Si a tu hijo le apetece asistir a clases de Música, no dudes en inscribirle. Esta actividad, además de divertir y relajar a los niños, influye positivamente en su desarrollo sensorial, comunicativo y motriz. También aumenta su agilidad mental y contribuye a mejorar sus notas en el colegio ¿Conoces alguna otra actividad extraescolar más entretenida y que reporte más beneficios?

Los antiguos griegos tenían el convencimiento de que la música era un arte de origen divino y algunos filósofos como Platón y Aristóteles le atribuían el poder mágico de influir en la conducta humana. Hoy sabemos que esta capacidad no es divina ni mágica, pero existe, es real. Prueba de ello son los extraordinarios datos del proyecto de aprendizaje musical Amure, que se llevó a cabo en la Comunidad Valenciana el curso pasado: más de tres cuartas partes de los alumnos que recibieron dos horas semanales de clases de Música, durante el horario de comedor, mejoraron sus notas en el colegio; dicho de otro modo, la música es la actividad ideal para sacar mayor provecho a las horas lectivas y luchar contra el fracaso escolar.

Aumenta la inteligencia
“Efectivamente, el estudio de la música asociado a un instrumento es una tarea que emplea y ejercita muchas partes del cerebro, que han de actuar de forma coordinada. Gracias a ella se produce un aumento de la capacidad cognitiva, que hace al alumno más ágil mentalmente y esto, a su vez, favorece su rendimiento escolar. Además, el pequeño se habitúa a ser responsable y a desarrollar un trabajo ordenado y encaminado para un fin concreto, dos dones fundamentales para ser un buen estudiante”, explica Manuel Bocos, profesor de piano y jefe de estudios de la Escuela de Música Cedam, de Madrid. Diversos estudios realizados en la Universidad de Ohio (Estados Unidos) concluyen que los niños que eligen la música como extraescolar rinden más en los estudios por dos motivos: porque se habitúan a mantener el “tempo” de cada nota y al hacerlo generan ondas cerebrales que favorecen la concentración. Y porque las relaciones rítmicas son numéricas; cada nota tiene un tiempo y éste hay que sumarlo a otro y así sucesivamente hasta crear compases. Todos son conceptos matemáticos con los que los alumnos de música se van familiarizando sin darse cuenta.

En Harvard, un equipo de profesores comprobó que los niños que estudiaban más horas de Música a la semana mejoraban su expresión verbal. Esto se debía a que aumentaba su interés por la lectura, pero curiosamente, no sólo de las partituras, sino también de los libros. Al hilo de esta investigación, cabe resaltar que las clases de iniciación a la música resultan perfectas para ayudar a los más pequeños a pronunciar mejor e incrementar su vocabulario. “Y no hay que olvidar que la música provoca la evocación de recuerdos e imágenes, lo que potencia la memoria”, apunta Judith García, responsable del Departamento Pedagógico de Alventus, una empresa dedicada a gestionar las actividades extraescolares con colegios.

Pero la música no sólo impulsa el desarrollo intelectual de los alumnos, también potencia sus habilidades no cognitivas, como la comunicación, la expresión de los sentimientos y la confianza en uno mismo. Según la psicóloga educativa Judith García: “A través de la música los niños pueden expresarse y mostrar a los demás lo que les gusta y lo que son capaces de hacer”. Los niños que escogen la música como actividad extraescolar también se habitúan antes a trabajar en equipo, se vuelven más empáticos (la música estimula el sistema límbico), se muestran más tranquilos, presentan menos problemas de timidez (superan el miedo escénico), tienen un mayor control corporal y, tal y como explica Patricia Sésar, directora y profesora de violín y piano de la Academia de Música Labayru, de Bilbao: “Los alumnos de Música son niños muy constantes, pacientes y disciplinados, porque se habitúan a intentar las cosas una y otra vez, son capaces de enfrentarse a la frustración con entereza hasta que alcanzan su objetivo”.

Todos los niños están capacitados para estudiar música, aunque tengan muy mal oído. “Incluso los que sufren problemas de psicomotricidad o alguna deficiencia deberían intentarlo. El objetivo en estos casos no es que lleguen a ser profesionales, pero sí conseguir mejoras a nivel motriz, auditivo y de concentración, lograr un mayor desarrollo cerebral, meta que es avalada por infinidad de estudios”, aconseja Patricia Sésar.

Claves para acertar en la elección de un instrumento musical
Lo primero que hay que tener en cuenta son las aptitudes y el gusto personal del estudiante. También es básico reparar en su complexión, porque mientras los instrumentos de cuerda se fabrican en distintas escalas, un piano tiene un único tamaño, por lo que a un niño muy pequeño le costará más hacerse con éste que con un violín, por ejemplo, por una mera cuestión física. En cualquier caso, antes de tomar la decisión es muy recomendable asistir a una escuela musical que organice una jornada de puertas abiertas, para que el niño pueda ver y tocar diversos instrumentos, apreciar diferentes sonidos, observar cómo se manejan otros alumnos… Y de todas formas, si pasado un tiempo prudencial vemos que el pequeño no se encuentra cómodo con el instrumento que ha elegido, siempre puede probar otro.