Educando con los juegos de mesa

Por Adrián Cordellat

Cabalgando a lomos de la innovación educativa, las metodologías activas y los nuevos conocimientos en neuroeducación, los juegos de mesa se han hecho un hueco importante en las aulas en el último lustro, acaparando cada vez más atención y reconocimiento por parte de centros educativos, docentes y padres. Seguramente porque los juegos de mesa son portadores de una de las máximas de la neurociencia: la emoción. “Sin emoción no hay aprendizaje y el juego es pura emoción y acción. El juego en general y el de mesa en particular es un recurso y metodología ideal para llevarlo al aula sea cual sea la etapa educativa. Es, y con diferencia, el mejor recurso del que disponemos los docentes”, afirma Manu Sánchez Montero, profesor de educación primaria y experto en pedagogía lúdica.

Su opinión la comparte la psicóloga y formadora en neuroeducación y juego Núria Guzmán. Según la experta, si lo que se ha dado a conocer como Aprendizaje Basado en Juegos (ABJ) está en auge “es precisamente porque el profesorado enseguida ve su aplicabilidad y la relación que tiene con las competencias que debe adquirir el alumnado”. En ese sentido, Guzmán considera que los juegos de mesa son en sí mismos “una herramienta de innovación educativa”, entre otros motivos porque dan protagonismo al alumno (“es él el que actúa, prueba, experimenta, reflexiona, de allí que consigamos una actitud activa); y porque el contexto de juego “consigue resaltar muchas cualidades del alumnado que no eran anteriormente percibidas por el profesor e incluso por ellos mismos, algo muy importante porque facilita el cambio, el modo de pensar del alumnado y de actuar”.

“Sin emoción no hay aprendizaje y el juego es pura emoción y acción. Es, y con diferencia, el mejor recurso del que disponemos los docentes”

Al respecto, la psicóloga cita a Platón, al que se le atribuye la afirmación de que “puedes descubrir más de una persona en una hora de juego que en un año de conversación”. “Es una frase con la que estoy muy de acuerdo. Si quieres conocer a alguien o incluso si quieres conocerte a ti mismo, ponte a jugar. Enseguida verás nuevas aptitudes, formas de enfrentarse a las situaciones, de reaccionar, sentir y actuar. Este conocimiento facilita el cambio. Y el cambio genera aprendizaje”, reflexiona.

Alumnos 100% despiertos

Afirma Manu Sánchez que, por su experiencia, cuando se saca un juego en el aula, aunque sean juegos diseñados específicamente con un fin didáctico, los alumnos “están receptivos al 100%, no hace falta motivarlos ya que conocen por experiencias anteriores que van a divertirse”. Y aunque reconoce el docente que los estudiantes “no ven el juego como un medio para aprender”, lo cierto es que a través de los juegos de mesa aprenden mucho y desarrollan habilidades que resultaría imposible trabajar en una clase magistral.

“La experiencia me ha demostrado que los grupos que habitualmente juegan en el aula son más resolutivos, mejoran la comprensión lectora y el trabajo en equipo. Incluso el jugar por jugar hace que los alumnos estén más activos mentalmente ante situaciones cotidianas”, argumenta Sánchez, que considera que en el proceso de enseñanza-aprendizaje, y gracias a herramientas como los juegos de mesa, se ha pasado “del ‘aprender’ al ‘aprender a aprender’”.

 

«Si quieres conocer a alguien o incluso si quieres conocerte a ti mismo, ponte a jugar. Enseguida verás nuevas aptitudes, formas de enfrentarse a las situaciones, de reaccionar, sentir y actuar. Este conocimiento facilita el cambio. Y el cambio genera aprendizaje»

Conclusiones similares manifiesta Núria Guzmán, que señala también la “actitud activa” de los alumnos, que permanecen concentrados en la actividad “hasta el punto de que suena el timbre y no se levantan, quieren terminar la partida”. La psicóloga destaca además un factor diferencial de los juegos de mesa, el azar, que en su opinión reviste mucha importancia “porque permite jugar en condiciones más equitativas a alumnado con diferentes necesidades, lo que permite integrar y atender a la diversidad de alumnado que hay en un aula”.

Por último, la experta en ABJ subraya otro de los grandes valores de los juegos de mesa como herramienta educativa: el aprendizaje compartido. “Pienso que la escuela falla en algo primordial y es que el proceso de aprendizaje es una aventura que, si es compartida y llevada a cabo conjuntamente con los compañeros, se convierte en un gran aliciente. Y los juegos de mesa facilitan la relación entre el alumnado al aumentar los momentos de diversión compartidos”, argumenta.

Juegos de mesa para todo

¿Sirven los juegos de mesa para cualquier materia?, preguntamos a ambos expertos. Hay docentes que los utilizan para mejorar las capacidades lingüísticas de sus alumnos. Otros que aprovechan el potencial numérico y para los cálculos de los juegos de cartas. Otros su capacidad para desarrollar el razonamiento lógico. Las alternativas son infinitas. Y lo mejor es que los aprendizajes siempre van más allá. “No sólo podemos aprender matemáticas o geografía jugando con un juego, sino que podemos desarrollar de una forma más lúdica y creativa aspectos tan poco tratados o difíciles de tratar de forma completa en al aula como son las habilidades lingüísticas, el aprender a aprender u otras competencias clave”, explica Sánchez.

«El azar de los juegos permite jugar en condiciones más equitativas a alumnado con diferentes necesidades, lo que permite integrar y atender a la diversidad de alumnado que hay en un aula»

 

Núria Guzmán, por su parte, destaca el potencial de los juegos de mesa como complemento educativo comparable a una carta comodín de la que poder hacer uso en cualquier momento. “¿Para qué sirve? Pues según la realidad que nos toque vivir nos servirá de un modo u otro. La flexibilidad que nos aporta el juego permitirá adaptarnos a diferentes contextos y a diferentes situaciones grupales”, concluye.

Los docentes también juegan

“No sólo es importante que los alumnos jueguen, es muy importante que el docente juegue con ellos. Podremos demostrarles que somos personas cercanas, que nos importa ganar o perder, que queremos conocerlos y que ellos nos conozcan. Está demostrado que ser empático en el aula con los alumnos y mantener un ambiente agradable consigue mejores resultados sobre los alumnos que la férrea disciplina y la distancia con el estudiante”, afirma Manu Sánchez.

«La escuela falla en algo primordial y es que el proceso de aprendizaje es una aventura que, si es compartida y llevada a cabo conjuntamente con los compañeros, se convierte en un gran aliciente»

 

Y a ello, a jugar con sus alumnos, se han puesto decenas de profesores en España, en un movimiento iniciado de forma individual por algunos docentes, pero al que ahora, como reconoce Núria Guzmán, se han sumado también muchos centros e instituciones: “Ahora es el momento de las instituciones, éstas son las que están mostrando interés y están facilitando la formación de docentes. Prueba de ello es que cada vez más centros demandan formaciones relacionadas con ABJ que usa principalmente el juego de mesa como recurso”.

Cómo los miedos afectan a la crianza y la educación de los niños

Por Adrián Cordellat

“Pasan 18.000 niños cada año por nuestra escuela, niños de escuelas públicas y privadas, de pueblo y de ciudad, de primaria hasta la ESO, y te aseguro que en los más de 30 años que llevo trabajando aquí nunca he visto a tantos niños con tantos miedos, con tanta falta de autoestima, con tanta falta de confianza y con tanta inseguridad. Pero la verdad es que tampoco he visto nunca a tantos padres con tantos miedos”.

Las palabras son de Cristina Gutiérrez Lestón, codirectora de La Granja Escuela de Santa María de Palautordera (Barcelona), dedicada a la educación en la naturaleza y la educación emocional, y autora de Entrénalo para la vida (Plataforma Editorial). “Nuestros niños son ahora más inseguros, están sobreprotegidos y tienen muchos más miedos”, puede leerse en la introducción del libro. ¿Por qué?

Para Myriam Fernández Nevado, socióloga y cofundadora del Grupo de Sociología de la Infancia y la Adolescencia (GSIA), se trata de una evolución histórica en la forma de concebir la maternidad y la paternidad que arrancó con el baby boom de los años ’60.

“A diferencia de la generación de los abuelos y bisabuelos de hoy en día, que fue mucho más libre y más independiente porque los padres estaban reconstruyendo un país y trabajaban mucho más tiempo, la generación del baby boom de los años ’60 ya fue criada con muchos más cuidados, con más ayudas a la familia, con una mejor educación que mejoró las condiciones laborales y económicas de la generación posterior. Y ahí empezó la protección, que se ha ido desarrollando cada vez más, hasta el punto de que las nuevas generaciones están alcanzando unos niveles de sobreprotección que influyen mucho en la crianza y que limitan mucho las condiciones de los niños”, reflexiona la socióloga.

A este factor, Heike Freire, psicóloga, pedagoga y autora del libro Educar en verde: ideas para acercar a niños y niñas a la naturaleza (Editorial Grao), añade otros que se interrelacionan entre sí. Por un lado, las bajas tasas de natalidad, que han convertido a los niños en un bien preciado “al que tenemos más tiempo para dedicar”. Por otro, las ciudades, que en su opinión se han vuelto “mucho más hostiles” para la infancia, lo que provoca que los niños tengan menos espacios para jugar “sin amenazas y peligros”. Por último, la experta señala a la cultura latina, “mucho más proteccionista” que la de otros países nórdicos, y al auge de una industria de la seguridad infantil que en su opinión predica un concepto de seguridad “mal entendido”.

«Las nuevas generaciones están alcanzando unos niveles de sobreprotección que influyen mucho en la crianza y que limitan mucho las condiciones de los niños»

“Todos estos factores hacen que estemos en una época en la que las preocupaciones por la seguridad de los niños han llegado al paroxismo, provocando en ocasiones incluso situaciones ridículas y que más allá de la gracia que puedan hacernos, generan muchos problemas a nivel del desarrollo de las capacidades de los niños, tanto físicas como psíquicas. Y eso sí es grave”, sostiene.

Consecuencias para la infancia

“La sobreprotección es para mí una de las razones principales del auge de los miedos infantiles. Al educar con miedo, los padres provocamos miedos a nuestros hijos. Al final, cada vez que educamos con miedo estamos trasladando a nuestros hijos el mensaje de que el mundo es peligroso”, reflexiona Cristina Gutiérrez Lestón.

Para la educadora, estos miedos maternos y paternos se traducen inevitablemente en los hijos en baja autoestima, inseguridad y desconfianza hacia sí mismos y hacia los demás. “Pasan miles de niños cada año por aquí y el 100% de los que cuando llegaron aquí eran niños sobreprotegidos, sin excepción, han acabado con baja autoestima al llegar a la ESO”, apunta.

Heike Freire, por su parte, habla de consecuencias tanto a nivel de desarrollo como de aprendizaje para los menores. “La sobreprotección afecta a nivel de desarrollo motor, que es fundamental para la infancia, a nivel del desarrollo verbal, porque la falta de interacción con otros niños hace que no desarrollen correctamente sus capacidades sociales, y a nivel intelectual también, porque moverse libremente por los espacios desarrolla la inteligencia espacial y eso está muy relacionado con las matemáticas, con el lenguaje y con otras muchas áreas”, explica.

«Las preocupaciones por la seguridad de los niños han llegado al paroxismo, provocando en ocasiones incluso situaciones ridículas y que más allá de la gracia que puedan hacernos, generan muchos problemas a nivel del desarrollo de las capacidades de los niños, tanto físicas como psíquicas»

No obstante, para la pedagoga, uno de los principales efectos de esta crianza sobreprotectora por los miedos de los padres se observa en las capacidades psíquicas de los niños: “Sentir que uno no puede valerse por sí mismo es súper necesario a cualquier edad y esa capacidad se empieza a fraguar cuando uno es muy pequeño y se va construyendo desde entonces muy poco a poco”.

También, señala Freire, existen consecuencias más graves a nivel psíquico, como que los niños interioricen que no son capaces de protegerme a sí mismos, lo que, apunta, genera una especie de ansiedad que “puede incluso afectar a nivel de desarrollo de la propia identidad”.

En ese mismo sentido se pronuncia Gutiérrez Lestón, que añade que estamos criando “niños débiles, inseguros y desconfiados, niños a los que se van a comer cuando salgan al mundo, niños que van a estar con ansiolíticos toda su vida”. Al respecto, la experta señala que algunos estudios muestran ya que muchos universitarios españoles toman antidepresivos y ansiolíticos en primero de carrera universitaria: “Son niños a los que les han cortado las alas desde que han nacido, con tolerancia cero a la frustración, de forma que a la que sopla un poco de viento en contra se quedan paralizados y siempre necesitan de alguien que los levante”.

Consecuencias para los padres

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Las consecuencias de esta crianza bajo los efectos del miedo no repercuten solo en los niños, sino que también tienen su efecto en los padres. Apunta Cristina Gutiérrez Lestón que entre los padres que llevan a sus hijos a la granja escuela ya tiene a muchos que han sido educados bajo este paradigma del miedo y que se sienten muy desprotegidos ante la vida, susceptibles ante cualquier comentario u apreciación. “El miedo te hace siempre hacer la peor interpretación posible. Y eso los convierte en padres helicóptero o padres drones, padres que lo controlan todo, que echan siempre la culpa a los demás porque siempre protegen a sus hijos, que se convierten en joyas que nadie puede dañar”, argumenta.

Para Lestón experimentar así la maternidad y la paternidad “es un sinvivir” porque te paraliza: “Un padre que educa con miedo es un padre paralizado, siempre en estado de alerta…y ahí es muy difícil utilizar el cerebro racional, el sentido común. Cuando eso sucede es el miedo el que educa a tu hijo, no tú”.

«Al educar con miedo, los padres provocamos miedos a nuestros hijos. Al final, cada vez que educamos con miedo estamos trasladando a nuestros hijos el mensaje de que el mundo es peligroso»

Heike Freire, por su parte, explica que el miedo hace a los padres estar tan volcados en sus hijos “que ni siquiera viven sus propias vidas”, lo que se traduce en una experiencia “angustiosa, con una responsabilidad enorme” y que lleva a los padres a convertirse en “apéndices” de sus hijos. “De alguna manera, al estar tan pendientes de protegerles estamos descuidando algo muy importante, nuestra relación con ellos de tú a tú, de persona a persona, no de cuidador a protegido. La relación de escucha, de cariño, de atención. Todas esas cosas que se pierden cuanto te conviertes en un apéndice que solo se preocupa de que no se manchen, de que no se caigan o de que no les peguen”.

Myriam Fernández Nevado, por último, señala, en defensa de los progenitores, que el ejercicio de la maternidad y la paternidad es “muy complicado” en la sociedad en que vivimos, donde recuerda, tenemos que cumplir objetivos laborales, familiares y sociales y ser el mejor en todos ellos. “Eso crea una serie de incertidumbres y debilidades y casualmente la sociedad de hoy en día no ayuda a crear fortalezas. Vivimos en un mundo muy individualizado y los niños quedan relegados a esa individualización. Y ahí es donde los miedos y las frustraciones personales abundan todavía más en la crianza de niños y niñas”, argumenta.

Consejos para educar sin miedos

Para Heike Freire conseguir educar sin miedos conlleva un doble trabajo. Por un lado, uno individual, que anima a hacer a padres y profesores, para tomar conciencia de sus miedos, aunque les cueste, y trabajarlos para reducirlos y que afecten lo menos posible en la crianza y la educación. “Es un proceso de trabajo personal que es muy gratificante porque sirve de autoconocimiento y mejora la relación con los hijos”, sostiene.

Por otro, un trabajo más colectivo, en el que entran en liza las escuelas, a las que Freire anima a reivindicar la educación en riesgo. “Me gustan las escuelas que educan a niños y niñas para que el día de mañana sean personas plenas, capaces, con autoestima alta, con una identidad muy fuerte”, afirma antes de añadir que para ello es necesario acabar con la “mojigatería social” actual. “Quiero un movimiento de coles que eduquen en el riesgo, que no tengan empacho en mostrar a niños con cortes o con chichones…en mostrar esas imágenes y decir que sus niños tienen accidentes a veces, pero que a través de ellos aprenden y disfrutan. Para aprender a construir activamente su seguridad, los niños han de aprender a valorar los riesgos. Y alguna vez tendrán un accidente, pero para la próxima, si se le acompaña bien, sabrán protegerse a sí mismos, y eso redundará en mayor autoestima, en mayor autoconfianza, y en mayor sentido de la identidad y de la capacidad de dirigir sus vidas”, reflexiona.

«Un padre que educa con miedo es un padre paralizado, siempre en estado de alerta…y ahí es muy difícil utilizar el cerebro racional, el sentido común. Cuando eso sucede es el miedo el que educa a tu hijo, no tú»

De la misma opinión es Cristina Gutiérrez Lestón, que añade que “o enseñamos a los niños los peligros del mundo o ellos no van a saber qué es peligroso y qué no realmente”. En ese sentido, la experta recuerda que “sobreproteger es desproteger a los hijos para la vida”. Por ello, anima a los padres a hacerse una pregunta: ¿Quién quieres que eduque a tus hijos: tu miedo o tú?

“Al final hay dos tipos de padres: los que preparan el camino para sus hijos y los que preparan a su hijo para el camino. Sea como sea éste. Para disfrutar cuando está plano, para ser valientes cuando hay una pendiente fuerte y para tener paciencia cuando el camino se pone difícil y hay que sudar”, concluye.

Y tú, ¿qué tipo de padre quieres ser?

El reto de“montessorizar” la escuela pública

‘La curiosidad por otras pedagogías y la necesidad real de un cambio en el sistema educativo ha llevado a familias y docentes a plantearse hacia dónde debe dirigirse la educación de los niños y adolescentes y a interesarse por otras alternativas. En ese contexto es inevitable no pensar en el auge y la popularidad de una pedagogía como Montessori, que pese a tener más de un siglo de vida, está más viva que nunca como demuestran la cantidad de escuelas, libros, blogs y talleres basados en esta filosofía. También la escuela pública ha visto en ella, más allá de una moda, el potencial para cambiar la forma de aprender.

Existen en el mundo casi 150.000 escuelas Montessori, un dato que evidencia el éxito de una pedagogía centenaria. Sin embargo, no hay datos del número de escuelas públicas que la han integrado en el aula, ya que la mayoría son iniciativas personales que parten de un docente o equipo docente que se ha interesado y se ha formado previamente para poder integrar esta base pedagógica en el aula.

Eva Rexa, asesora del área de Infantil y Primaria CTIF Madrid Norte, ha convocado varios cursos de Montessori para docentes en escuelas públicas de Madrid y está convencida del valor de esta pedagogía porque considera que “se ajusta a las necesidades de los niños y a su desarrollo”. Reconoce, eso sí, que no es nada fácil trasladarla a un aula pública porque el propio sistema educativo no lo permite. “Está distribuido por niveles educativos que segregan a los niños por edad y no por nivel de desarrollo, además de que el número de niños en las aulas y el escaso número de profesores tampoco permite una integración total, ya que estamos ante una pedagogía que se basa en la observación del niño”, cuenta.

«La pedagogía Montessori se ajusta a las necesidades de los niños y a su desarrollo”

Lo que sí se puede hacer, según Eva Rexa, es lo que están haciendo algunos centros educativos a lo largo y ancho de España que es «montessorizar” algunos aspectos de la forma de trabajar en la escuela y que pasan por cambiar la mirada hacia la infancia. “A partir del cambio de mirada se pueden hacer pequeños cambios en la metodología y en los materiales y espacios, siempre en la medida de lo posible”.

Es el caso del colegio público “Ricardo Codorníu”, situado en Alhama de Murcia, un municipio de más de 20.000 habitantes situado en la comarca natural del Bajo Guadalentín. Su director, José Antonio Miñarro Ros, explica que fue hace siete años cuando el equipo de infantil comenzó a tener inquietudes en cuanto a la forma de enseñar.

“Nos dimos cuenta de que el material que se empleaba en las aulas Montessori era propicio para suplir las carencias que habíamos detectado en nuestros alumnos. A partir de ese momento, nos metimos de lleno en el estudio y puesta en práctica de la metodología Montessori y comenzamos a forjar los cimientos de la escuela que queremos ser, partiendo de una necesaria y profunda reflexión acerca de la manera de enseñar, un cambio de mentalidad en la forma de ver a los más pequeños y, sobre todo, mucha ilusión y ganas de darle al niño el espacio y el reconocimiento que se merece”, cuenta.

«A partir de un cambio de mirada hacia los niños se pueden hacer pequeños cambios en la metodología y en los materiales y espacios de la escuela pública, siempre en la medida de lo posible”

 

En el “Ricardo Codorníu” comenzaron con pequeños cambios en el día a día, cosas sencillas como utilizar zapatillas que permitieran a los alumnos desarrollar su autonomía y encontrarse como en su propia casa, tener acceso directo al agua utilizando sus propios vasos, ir al baño de forma libre, o elegir libremente el rincón dónde van a realizar su juego. Pequeñas pinceladas sin una gran inversión en materiales que han ido acompañadas por un cambio en los docentes.

Actualmente, tras alcanzar los objetivos que se propusieron, y en vista de los buenos resultados, no sólo mantienen la metodología sino que se ha unido con ilusión gran parte del profesorado de Primaria. Reconoce Miñarro, eso sí, que no ha sido fácil “montessorizar” un aula en la escuela pública, sobre todo conseguir una integración completa de esta metodología. “Hace falta mucha coordinación e intereses comunes dentro del equipo docente, implicación de toda la comunidad educativa, visión a largo plazo, financiación y disponer de un espacio adecuado”, apunta.

Formación del profesorado

Para María Giménez, directora pedagógica de las escuelas Montessori Village y formadora de docentes en pedagogía Montessori, es complicado “montessorizar” al 100% una escuela pública basada en “un sistema tradicional de enseñanza obsoleto en bastantes aspectos, como el empleo de fichas y la memorización tradicional”. Por eso, la formación del profesorado en la metodología es fundamental.

Según María Giménez ocurre a menudo que, aunque puede haber una motivación inicial hacia esta base pedagógica, hay personas que no encajan con este método de trabajo. “Se dice que Montessori es para todos los niños, pero no para todos los adultos», apunta. Es por esto que la experta considera que es importante formarse e informarse.

Cuenta la directora pedagógica de Montessori Village que en las formaciones a menudo se encuentran con docentes que sienten incredulidad y que están desmotivados, que se quejan acerca de sus ratios y de sus espacios. El mensaje que lanza Giménez siempre a esos docentes es optimista porque está segura de que “aunque sea en una pequeña parte, siempre hay margen de maniobra para poder cambiar lo que no les gusta”, y, por lo general, los educadores y muchos de los equipos directivos están por la labor de implementar algún cambio”.

«Se dice que Montessori es para todos los niños, pero no para todos los adultos»

Educo denuncia el "incalculable" coste que tiene la violencia contra la infancia

Redacción

La Cátedra Santander de Derecho y Menores y la Fundación Educo presentaron el pasado viernes en la Universidad Pontificia de Comillas un informe revelador bajo el título “Los costes de la violencia contra la infancia. Impacto económico y social”. El estudio alerta sobre las consecuencias de la violencia contra la infancia que, además de devastar a sus víctimas, repercute en el país y en la economía.

El informe revela el incremento del gasto público en los costes sanitarios, sociales, judiciales, como consecuencia de la violencia sexual contra la infancia y, advierte, que solo se está valorando una parte muy pequeña de esa violencia, ya que es prácticamente imposible cuantificar el dolor, el sufrimiento y la perdida de capacidades en los niños y las niñas que la sufren.

En ese sentido, los investigadores advierten de la gran dificultad para hallar datos oficiales completos y precisos tanto del número de casos como de los costes económicos derivados de cada uno de ellos. Por esto, ante la imposibilidad de abarcar todos los tipos de violencia, se decidió enfocar el informe sobre la violencia y el abuso sexual, que es la violencia que, una vez se produce, más se reitera.

El estudio ha estimado los costes de la violencia sexual contra la infancia en España: un total de 979 millones de euros en gasto público para un año

Las fuentes utilizadas para la simulación económica son oficiales (Ministerio de Interior, Ministerio de Sanidad, Ministerio de Justicia, Consejo de Europa y oficinas adscritas a ellas) así como fuentes oficiosas de diferentes organismos y fundaciones. Los investigadores han escogido el año 2015 para elaborar el informe en base a las denuncias registradas en el anuario de criminalidad del Ministerio del Interior, que desvela que 3.919 niños y niñas denunciaron en ese año haber sufrido algún tipo de violencia sexual.

Pero no toda la violencia se denuncia. 97.000 niños y niñas sufren violencia sexual cada año siguiendo la estimación del Consejo de Europa en su Campaña Uno de Cada Cinco, lo que significa que solo un 4 % de la violencia sexual es denunciada en España. El estudio ha estimado los costes de la violencia sexual contra la infancia en España: un total de 979 millones de euros en gasto público para un año.

El estudio concluye que la prevención de la violencia contra la infancia debe ser calificada como inversión ya que su retorno revierte no sólo en la persona, sino en toda la sociedad. Por ello los autores consideran necesario hacer efectiva la coordinación y armonización de las distintas administraciones para una recogida de datos acertada, acorde con los estándares internacionales.

Para Educo, la violencia contra la infancia constituye un grave problema, de alcance desconocido, que debe tener cabida en la agenda política de nuestro país a través de la aprobación de la Ley Orgánica de Protección Integral frente a la violencia contra la Infancia y Adolescencia. Una ley que ya cuenta con el respaldo de todos los grupos parlamentarios, que debe estar acompañada por el desarrollo de una estrategia integral para erradicar la violencia y contar con suficientes recursos y dotación presupuestaria.

El 65% de los padres considera que no juega el tiempo suficiente con sus hijos

FAMOSA ha realizado una nueva radiografía del juego entre padres e hijos en España realizando el estudio #JuegaConEllos 2018, en el que se ha encuestado a más de 500 padres y madres. De nuevo, los datos revelan que 73,7% saben que jugar con sus hijos es importante, pero un 65% sigue afirmando que no juega el tiempo suficiente.

En ese sentido, según los datos presentados por FAMOSA, el 50% de los encuestados aseguran que dedican menos de dos horas a esta actividad. Por otro lado, se desprende del estudio #JuegaConEllos 2018 que el sentimiento de los padres y madres ante el juego con sus hijos es positivo: el 82,2% considera que es un “planazo”. A pesar de ello, el 92,5% de los encuestados afirma que jugar con sus hijos es más importante para sus propios hijos que para ellos mismos.

En este sentido, se ha preguntado el motivo de por qué es importante para los propios padres jugar con sus hijos; un 42,2% consideran que ayuda a conocerse tanto a sí mismo como a sus hijos, y con un porcentaje muy similar, un 42% afirma que afloran sentimientos positivos cuando juegan con sus hijos.

«El 92,5% de los encuestados afirma que jugar con sus hijos es más importante para sus propios hijos que para ellos mismos»

Otro dato para resaltar es que un 50,7 % de los padres y madres afirman que jugando con sus hijos han hallado soluciones que han podido aplicar en otros ámbitos de su vida. Y para concluir, el estudio #JuegaConEllos 2018 ha analizado cómo se sienten los padres y madres cuando juegan con sus hijos: un 54,30 % afirman sentirse más comunicativos con ellos, un 38,6% como un niño de nuevo, 4% desorientados porque no saben como jugar, un 1,80% impaciente por terminar y 1,40% aburrido.

Decálogo #JuegaConEllos

Famosa ha vuelto a contar con la psicóloga Alicia Banderas, para fomentar el juego entre padres, madres e hijos, desarrollando un nuevo Decálogo #JuegaConEllos. Este año da un paso más profundizando y resaltando los beneficios que supone para los padres jugar con sus hijos.

La experta Alicia Banderas explica: “Todavía los adultos seguimos creyendo que jugar juntos es más importante para los niños que para nosotros como padres. Aún son pocos aquellos que conocen verdaderamente las oportunidades que sus hijos les brindan cuando juegan con ellos. Nos sorprenderíamos si supiéramos los beneficios que nos aporta jugar”.

Decálogo #JuegaConEllos:

1. Generarás recuerdos mágicos que recordarás siempre.

2. Serás un gran conocedor de tu hijo.

3. Descubre cómo eres realmente.

4. Aprenderás a ser más flexible y a romper con estereotipos que limitan tu visión del mundo.

5. Mejorará la armonía Familiar.

«Aún son pocos aquellos que conocen verdaderamente las oportunidades que sus hijos les brindan cuando juegan con ellos. Nos sorprenderíamos si supiéramos los beneficios que nos aporta jugar”

6. Tendrás la mejor arma contra el estrés.

7. Mejorarás el dominio de tus emociones.

8. Te contagias de su energía y vitalidad.

9. Abres tu mente.

10. Mostrará tu mejor yo.

Hablar en público: Debatir para aprender

Cada vez más colegios fomentan el debate como instrumento educativo. En la primera edición de la Liga Nacional de Debate Escolar compitieron más de 500 estudiantes de toda España.

Por Javier Peris

Desde el año pasado se celebra en España la Liga Nacional de Debate Escolar, organizada por la Asociación Española de Debate Escolar, que nace de la unión de tres competiciones similares impulsadas por las respectivas escuelas de debate de Cánovas Fundación, Colegio Montpellier y el Club de Debate CDU de Córdoba. En la primera edición de la Liga han participado más de 500 estudiantes de decenas de colegios e institutos, y ya se ha convertido en la primera competición de estas características en España.

Pero no se trata de debatir por debatir… ¿O sí? ¿Buscamos, como nos propone el libro de Schopenhauer, ganar a toda costa? Miguel García Martín es el vicepresidente de la Liga Nacional de Debate Escolar y tiene en su haber dos títulos nacionales. Explica que “existen dos formatos de debate o enfoques predominantes; de un lado, el llamado ‘parlamentario británico’, que quiere convencer por encima de todo y cuyo argumentario se adapta a un público medio, poco instruido, que es el destinatario propio del debate político”. Pero hay otro debate posible, que es el que se denomina ‘académico’, y es el que cuenta con más tradición en nuestro país.

Un debate que requiere investigación y mucho trabajo previo. “No puede ser de otro modo -asegura Martín- porque trabajamos con jóvenes estudiantes y lo que pretendemos es enriquecer su formación”. Este es uno de los objetivos principales de la Liga Nacional de Debate Escolar: elevar el nivel académico y científico de los debates. Así, “los jueces valoran por igual la forma y el fondo, la correcta utilización de los recursos retóricos junto a la calidad de los argumentos y la fiabilidad de los datos”. En este sentido, García Martín resalta la importancia de contar con jueces más preparados, un objetivo para el que ya se trabaja para próximas ediciones.

Uno de los objetivos principales de la Liga Nacional de Debate Escolar es elevar el nivel académico y científico de los debates

Los debates como actividad reglada no tienen tradición en España, y sólo aisladamente se encontraban en algunas universidades como la de Salamanca. Al contrario que en el mundo anglosajón, donde ha gozado del favor de los estudiantes desde hace muchas generaciones. Pero las cosas están cambiando, asegura Miguel García: “Vivimos en España un ‘boom’ del debate. Los clubs de debate universitarios se están multiplicando en las escuelas porque los profesores están valorando las virtudes educativas de esta actividad”.

¿Virtudes educativas? “Un debate -señala el profesor García Martíncomienza por prepararse muy bien el tema escogido; requiere del escolar un auténtico trabajo de investigación, porque sólo conociendo el tema en profundidad se puede argumentar a favor o en contra, prever las objeciones, etc.; además, hay que ajustarse a unos tiempos de intervención muy cortos y para condensar y elegir debes saber mucho del tema”. El debate, en definitiva, favorece el diálogo, la escucha…: “Ganar un debate no es un fin en sí mismo; es una herramienta para la formación integral de nuestros jóvenes”.

Cómo se desarrolla un debate escolar

No existe un estándar homologado sobre cómo deben hacerse los debates escolares. En cada centro, y en cada competición se desarrollan, sin embargo, de forma bastante similar. Aquí se recoge el formato del Torneo de Debate Escolar que organiza la Comunidad de Madrid desde hace nueve años, y que está dirigido a alumnos de 4º de ESO y Bachillerato.

Exposición inicial: durante un máximo de cuatro minutos cada equipo expondrá la línea argumental y la desarrollará, usando para tal fin un único orador.

“Vivimos en España un ‘boom’ del debate. Los clubs de debate universitarios se están multiplicando en las escuelas porque los profesores están valorando las virtudes educativas de esta actividad”

Primera refutación (Argumentación): cada equipo refutará la línea argumental del contrario, expuesta en la exposición inicial y desarrollará algún aspecto con el fin de reforzar la suya.

Segunda refutación (Dialéctica): cada equipo designará un único orador que, a lo largo de cuatro turnos alternos de 1 minuto y 15 segundos de duración, se enfrentará al del equipo contrario.

Conclusión: un único orador de cada equipo realizará un resumen persuasivo del debate.

Los cazatalentos buscan estudiantes de FP dual

Los alumnos que cursan FP dual, que combina formación y práctica laboral en las empresas, tienen buenas perspectivas de conseguir empleo. Sin embargo, todavía su implantación es escasa.

Por Eva R. Soler

La Formación Profesional está dejando de ser la gran desconocida del sistema educativo a la vez que adquiere el prestigio que se merece. En el mercado de trabajo hay una gran demanda de cualificaciones intermedias difíciles de cubrir, mientras abundan los perfiles universitarios que rozan la saturación. En este panorama se está abriendo la camino la modalidad dual de FP.

Este modelo educativo permite que el alumno realice una parte de su formación en el centro y otra parte en la empresa, ejerciendo la actividad productiva que ha aprendido y que, además, puede ser remunerada. Esa es la principal diferencia con la FP tradicional: en la dual la empresa es corresponsable de la formación. Sin duda, es un buen camino tanto para desarrollar las competencias personales específicas como para facilitar la inserción laboral. En muchas ocasiones, una vez finalizada la formación, los alumnos entran a formar parte de la plantilla de la empresa.

Este sistema goza de gran tradición en otros países europeos como Austria, Alemania, Dinamarca, los Países Bajos y Suiza, donde entre el 40% y el 70% de los jóvenes se decanta por esta alternativa. Sin embargo, aunque en España hay una tendencia creciente de todos los actores implicados durante los últimos años, los casi 24.000 alumnos que en 2017 se formaron en dual no son suficientes para cubrir las necesidades de mercado. Según datos del Ministerio de Educación, el último año se implicaron 9916 empresas y 894 centros.

Este modelo educativo permite que el alumno realice una parte de su formación en el centro y otra parte en la empresa, ejerciendo la actividad productiva que ha aprendido y que, además, puede ser remunerada

Accenture es una de esas empresas que en su apuesta por la formación dual ha firmado convenios con más de 70 centros nacionales que dan la posibilidad a los estudiantes de hacer prácticas en la compañía. «En la actualidad, no hay profesionales formados en las necesidades de nuestros clientes”, afirma Marta López, responsable de adquisición de talento de Accenture y añade que, además, para 2021 se han fijado un reto: “el 47% de los trabajadores que contrataremos ese año tendrá un perfil de FP”.

Desde la Administración también se promueven grandes iniciativas y se han propuesto elevar la Formación Profesional a Marca España. “Nuestra situación es atípica en la UE y hay que trabajar para invertir las cifras: más técnicos y más técnicos superiores y menos universitarios, porque una sociedad sin FP, es una sociedad sin futuro”, sostienen desde el Ministerio.

Ventajas para los alumnos

-Disponen de más opciones para conseguir empleo respecto a la Formación Profesional tradicional.

-Desarrollan la estancia en la empresa con alta en la Seguridad Social y retribución económica.

-Aprenden trabajando y aumentan la motivación por la formación.

-Entran en contacto con el mundo real de la empresa y adquieren más hábitos de trabajo y experiencia respecto a la FP tradicional.

-Comprueban de forma práctica si aquello para lo que le ha formado el centro educativo se ajusta a su perfil, intereses y competencias.

-Disponen de un tutor de empresa y un tutor de centro durante todo el período de formación.

“Nuestra situación es atípica en la UE y hay que trabajar para invertir las cifras: más técnicos y más técnicos superiores y menos universitarios, porque una sociedad sin FP, es una sociedad sin futuro”

Ventajas para las empresas

-Permite la captación de talento y la adaptación a la cultura de la propia empresa.

-Favorece la asimilación de nuevas competencias que harán más productivos a los futuros profesionales de la empresa.

-Promueve la innovación, competitividad y desarrollo empresarial.

-Es responsabilidad social e inversión en capital humano.

Ventajas para los centros de FP

-Incrementa el número de personas que pueden cualificarse en FP por el atractivo que supone practicar las enseñanzas en una empresa o centro de trabajo.

-Potencia la relación del profesorado y del centro de formación profesional con las empresas del sector y favorecen la transferencia de conocimientos. Tanto los equipos docentes, como los propios centros, se encuentran en continuo proceso de actualización y mejora.

-Fomenta la actualización a tiempo real del profesorado. Las empresas pueden ofrecer la realización de estancias de los profesores en sus centros de trabajo.

-Logra la disminución del abandono escolar temprano. Estos proyectos son un incentivo para la vuelta a las aulas.

Luchar contra el narcisismo infantil en la era del “Yo”

Por Adrián Cordellat

Desde 2009, Jean Twenge, profesora de psicología de la Universidad de San Diego y autora de los libros Epidemia narcisista y Generación Yo, ha escrito sobre el auge de los comportamientos narcisistas en EEUU. El estudio de miles de estudiantes norteamericanos le ha servido para proclamar que estos comportamientos han crecido “al mismo ritmo que la obesidad desde los años ochenta”. Una epidemia que, añade el doctor en medicina molecular y psicólogo Julio Rodríguez, autor de Prevenir el narcisismo (Plataforma), “tiene un alcance mundial”.

Como explica Rodríguez, en niños, e incluso en adolescentes, no se puede hablar de trastornos narcisistas, sino que todavía son rasgos que se pueden y se deben corregir a edades tempranas. ¿Cuáles son esos rasgos?, le preguntamos: “El egoísmo extremo, el vivir siempre de cara a los demás y nunca hacia uno mismo, el bullying (ya que un rasgo es la dominación, la humillación, la manipulación de los demás), el no soportar no ser el centro de atención, la necesidad del niño de exagerar sus habilidades y sus historias para llamar la atención, la no tolerancia a la frustración…”, enumera Rodríguez.

Pero entre esos rasgos sorprende sobre todo uno, la baja autoestima y la inseguridad, que uno nunca asociaría a una persona narcisista. “Parece que no, que esto no va con los narcisistas porque hacia fuera dan siempre una imagen de seguridad, pero no es así. Los narcisistas no se quieren a sí mismos, solo valoran sus cosas buenas, que además sobredimensionan, pero no las malas”.

Prevenir el narcisismo

Para Julio Rodríguez, existen cuatro pilares básicos que como padres podemos reforzar para evitar que nuestros hijos caigan atrapados por las redes del narcisismo: el amor incondicional, el fomento de la empatía, el respeto a los demás y la aceptación completa de uno mismo. “Con estos pilares se va construyendo una autoestima que permitirá a nuestros hijos construir una personalidad sólida. Y esta personalidad, a su vez, les aportará el bienestar psicológico y la estabilidad necesarias para establecer relaciones sociales profundas, sinceras, honestas e igualitarias, que es donde se encuentra el secreto de la felicidad”, explica. Porque el narcisismo, por el contrario, como añade el psicólogo, “es una garantía de infelicidad”.

“Parece que no, que la inseguridad no va con los narcisistas porque hacia fuera dan siempre una imagen de seguridad, pero no es así. Los narcisistas no se quieren a sí mismos, solo valoran sus cosas buenas, pero no las malas”

Explica el experto que los estilos educativos que más se correlacionan con el narcisismo son el hiperelogio y el amor condicionado.

Del primero afirma que hay que evitar expresiones como “eres el mejor”, “eres el más listo del mundo” o similares porque, en su opinión, “al final el niño integra estos mensajes en una idea hipertrofiada de sí mismo”. Por eso recomienda elogiar de una manera más relativa, “poniendo el énfasis en el proceso y en el esfuerzo, fundamental tanto para acotar el sentimiento de superioridad como para educar en el hecho de que conseguir las cosas cuesta”.

Del amor condicionado, que es el cariño o la atención que damos a los niños centrada en los logros, sostiene Rodríguez que pasa como con el hiperelogio, que en la mayoría de ocasiones lo hacemos de forma inconsciente, sin darnos cuenta: “Por culpa de los ritmos vitales que llevamos muchas veces no prestamos la suficiente atención a los niños o solo se la prestamos cuando hacen algo extraordinario. Y con eso, sin querer, estamos fomentando el narcisismo”.

El autor de Prevenir el narcisismo, por último, anima a los padres a enseñar a sus hijos a relativizar. Tanto a nivel de redes sociales: “tenemos que enseñarles que la realidad que ven en las redes sociales es muchas veces ficción, realidad con filtros. Y que basar la autoestima en los likes lleva a la más absoluta inestabilidad emocional”; como cuando hablamos de una competitividad mal entendida: “el que quiere ser el mejor en algo tiene que entender que serlo no te hace mejor a los demás, ni alguien superior, ni con más derechos o privilegios. Simplemente eres bueno en una cosa. Y además ser el mejor en algo es efímero, relativo y circunstancial en el tiempo y en el espacio”, explica.

«Existen cuatro pilares básicos que como padres podemos reforzar para evitar que nuestros hijos caigan atrapados por las redes del narcisismo: el amor incondicional, el fomento de la empatía, el respeto a los demás y la aceptación completa de uno mismo»

En ese sentido, recomienda un ejercicio muy fácil de llevar a la práctica y que consiste en que cuando veamos que nuestro hijo tiene un talento especial lo potenciemos, pero también le invitemos a hacer cosas en las que no es tan diestro. “Hacer algo en lo que no eres muy bueno es un ejercicio interesante, porque así aprendes lo que le cuesta a la gente hacer aquello que para ti es fácil. Y con eso ya estamos trabajando la empatía, el respeto hacia los demás y el quererse a uno mismo en lo bueno y en lo malo, con lo que estamos dando un paso importante para luchar contra el narcisismo”.

Las redes sociales:el nicho perfecto del narcisista

Para Julio Rodríguez, el mercado capitalista, a través de la necesidad que crea de tener siempre lo último, de no conformarse, de querer y aparentar más, está en parte detrás del auge del narcisismo. “Al mercado le interesa el narcisismo. El narcisista es adicto a pequeñas píldoras de felicidad consumista. Son picos de alegría que enganchan”, reflexiona.

Y en ese contexto, para el psicólogo, las redes sociales han supuesto “una ayuda a esta estrategia”,convertidas éstas en la metáfora perfecta, “el nicho perfecto del narcisista”: “En las redes sociales se dan relaciones interpersonales sin empatía, es un lugar en el que compartimos solo la parte buena de nosotros. Una parte buena que encima es mentira, porque retocas las imágenes, las decoras con filtros y haces una especie de teatrillo de tu vida”.

«Tenemos que enseñar a los niños que la realidad que ven en las redes sociales es muchas veces ficción, realidad con filtros. Y que basar la autoestima en los likes lleva a la más absoluta inestabilidad emocional”

A consecuencias de esto, sostiene Rodríguez, empiezan a surgir estudios que demuestran que las redes sociales “afectan negativamente a la gente” porque todos acabamos pensando que el resto personas tienen una vida mejor que la nuestra. “Y aquí hace falta un trabajo de racionalización que cuesta llevar a cabo”, concluye.

Cómo reaccionar cuando las notas no son las esperadas

Se acerca la Navidad y con ella la llegada de las primeras notas del curso. ¿Y si no son las esperadas? La forma en que los padres reaccionen va a afectar a la autoestima y capacidad de superación del niño.

Por Olga Fernández

La decepción ante las primeras notas del curso y la forma en que los padres reaccionen pueden condicionar que el niño remonte en las siguiente evaluaciones o que por el contrario se hunda más. “No es un asunto trivial, ya que la forma en que los padres reaccionan ante las calificaciones de sus hijos puede afectar a su motivación, autoestima, sensación de control sobre su aprendizaje y evolución y actitud ante el estudio”, advierte Pedro Adrados, psicólogo clínico del Hospital Vithas Nuestra Señora de América, en Madrid.

Reaccionar con empatía

Aunque a los enfurecidos padres les parezca una contradicción, la recomendación de los especialistas es que se reaccione con empatía. “No siempre es fácil, pero cuando nos mostramos empáticos con nuestros hijos en realidad les estamos diciendo que les entendemos y que respetamos sus necesidades. En general, los padres deben aprender a manejar la frustración, la contrariedad o la decepción que les pueda suscitar este tipo de situaciones y no pasar a la acción a través de castigos poco ponderados y actuaciones exageradas”, aconseja Adrados.

De este modo se contribuye a reforzar su autoestima y motivación y la confianza en su entorno. Según aclara el psicólogo, empatizar no significa consentir o ceder a los caprichos, sino tomar en consideración sus sentimientos y dificultades a la hora de ayudarles. Algo que coincide con la opinión de los psicólogos expertos en educación de ISEP Clínic: “Las malas notas nos indican que el niño puede tener algún problema relacionado con las dificultades de aprendizaje, pautas incorrectas a la hora de afrontar el estudio, problemas emocionales, ausencia de capacidad de esfuerzo, etc. Teniendo en cuenta la multitud de respuestas a este indicador debemos ser lo más cauteloso posible a la hora de afrontar las malas calificaciones, sin caer en charlas banales o discusiones sin sentido, y hacer hincapié en cual puede ser la raíz del problema o la dificultad que hace que el niño saque malas notas”.

Los expertos también recomiendan evitar las comparaciones de calificaciones entre hermanos o amigos, ya que esto afecta a la autoestima de los niños, además de perjudicar las relaciones fraternales o de amistad. Asimismo, tampoco hay que ridiculizar al pequeño en reuniones o comidas familiares por sus malas notas.

Antes de recibir las notas existen indicios que pueden poner a los padres sobre aviso. Los niños pueden expresar señales, incluso de forma no verbal, sobre cómo se sienten o con qué están teniendo problemas. “Hay que prestar atención a su comportamiento, preguntarles directamente cómo se sienten, qué les pasa y qué necesitan. Darles la oportunidad de que se expresen les convierte en participantes activos en su propio desarrollo y aprendizaje”, afirma el psicólogo. Y lo más importante, en palabras del especialista, es que las expectativas siempre estén sujetas a la particularidad de cada individuo, teniendo en cuenta sus dificultades, sus puntos fuertes y sus necesidades. Sobre esto se podrán establecer objetivos y un plan adecuado para alcanzarlos, siempre trabajando de forma conjunta con el niño y el tutor.

Ante unas malas y unas buenas notas…

Los suspensos no siempre son el resultado del poco esfuerzo del niño, existe una gran cantidad de causas que pueden hacer que el niño suspenda. La labor de los padres es encontrar esas causas. ¿Cómo reaccionar?

MALAS NOTAS.

El psicólogo Pedro Adrados recomienda mantener la calma y aplazar la respuesta para que esta sea serena y equilibrada. Ejemplo de ello sería: “Necesito tiempo para pensar lo que quiero decirte. Hablaremos de esto mañana”. Hay que tener en cuenta que, a medida que los niños crecen, las expectativas de aprendizaje cambian y puede ser más difícil alcanzar los objetivos en determinadas materias. Por eso, el psicólogo aconseja hablar con los hijos sobre las diferencias entre asignaturas y los cambios que podrían ayudarle y pedir cita con el tutor o, si el chico tiene edad suficiente, sugerirle que hable con su profesor sobre estrategias que podrían contribuir a su mejora.

BUENAS NOTAS.

Cuando los resultados son positivos, el especialista aconseja evitar comentarios del tipo “¡Sabía que si te esforzabas más mejorarías!”. En opinión de Adrados, la expresión “esforzarse más’” puede que no sea lo correcto, sobre todo si son chicos con dificultades de aprendizaje o atención. Serían más adecuados comentarios del tipo: “¡Muy bien! Parece que usar nuevas estrategias te ha permitido obtener buenos resultados”. Motivación y reconocimiento.

Hiperelogio: La dificultad de tener hijos inteligentes

Dos investigadoras han descubierto que los niños elogiados por su inteligencia tuvieron un empeoramiento de un 25% en sus resultados escolares. Pero aquellos alabados por su esfuerzo mejoraron en un 25%. Hablamos de cómo conducir a los niños más inteligentes.

Por Ana Veiga

“Ay, ¡pero qué listo es mi niño!” es una frase que suele oírse mucho cuando un padre o madre quiere mostrar su orgullo. No es la única. Hay otras como “eres el mejor” o “¡qué inteligente!” que suenan igual de bien; o eso pensamos. No es que estas frases sean negativas. De hecho, es innegable que son halagos e indudable que el objetivo de esos padres henchidos de orgullo es demostrar al mundo la maravilla de progenie que tienen; y, a sus hijos, animarlos para que sigan por ese camino. El problema es cuando lo que decimos no provoca lo que esperamos, sino todo lo contrario.

Carol Dweck -profesora de Psicología social en la Universidad de Stanford y autora de libros como Mentalidad: Cómo puedes realizar tu potencial– y Claudia Mueller – actualmente Profesora Asociada de Cirugía Pediátrica en Stanford University Medical Center- querían saber de qué manera la infancia se ve afectada por las opiniones adultas, aunque sean buenas.

En 1998, Mueller era estudiante de doctorado y Dweck, profesora. Como investigadoras de la Universidad de Columbia, decidieron que estudiarían los efectos de diferentes tipos de elogios en los alumnos de quinto grado. “Como psicólogas, nos interesaba saber cómo piensan los niños y cómo responden al fracaso”, explica Mueller. “Estaba preocupada porque veía que la gente creía que cualquier comentario positivo era bueno para el niño, y tenía la teoría de que no era así”.

Las tres pruebas

Dweck y Mueller consiguieron una muestra de 412 niños de entre 10 y 12 años y dividieron al grupo de menores en dos, haciendo los mismos tres tests a ambos grupos. La primera prueba fue un conjunto de problemas relativamente fácil de resolver; y todos los participantes de los dos grupos fueron elogiados por su cómo lo habían hecho, aunque no de la misma manera. Un grupo recibió elogios que enfatizaron su alta habilidad («¡Lo hiciste muy bien, se nota que eres muy inteligente!»). Mientras, la otra mitad fue elogiada por su gran esfuerzo («¡Lo hiciste muy bien, debes de haber trabajado muy duro!»).

A continuación, a cada estudiante se le dio la prueba dos: una serie de problemas muy difíciles, tan difíciles que pocos estudiantes obtuvieron la respuesta correcta. A todos se les dijo que esta vez lo habían «hecho mucho peor». Finalmente, a cada estudiante se le dio un tercer conjunto de problemas fáciles, tan fácil como lo había sido el primero, para ver cómo tener una experiencia de fracaso afectaría su desempeño.

¿El resultado? Los llamados ‘inteligentes’ sufrieron un empeoramiento del 25% en los resultados obtenidos en la tercera prueba. Cuando se les preguntó por qué no habían podido hacerlo, tendieron a justificar su fallo con cuestiones externas, como alegar que los problemas presentados eran muy difíciles, dándose rápidamente por vencidos. Al contrario, los tildados de ‘trabajadores’ mejoraron sus resultados del tercer test en un 25% en comparación con la primera prueba. Es más: manifestaron creer que antes les había salido peor por no intentarlo suficiente. Y no solo eso sino que además disfrutaron más de la experiencia.

Si insistimos en alabar su inteligencia en vez del esfuerzo, los niños concluirán que ésta es una cualidad que no se aprende y que no requiere de un trabajo

No, los ‘inteligentes’ no tenían mayor que capacidad que los ‘esforzados’ sino que todos eran niños de la misma edad, de entornos similares y de capacidad dentro de la media. ¿Cómo es posible entonces que las palabras alzaran a unos y hundieran a otros siendo, además todas positivas? Debido a esos halagos, los dos grupos interpretaron la dificultad de formas diferentes. Frente a la adversidad, los “inteligentes” dudaron de su capacidad más rápido que aquellos a quienes se les presuponía trabajo duro. “El estudio demostró que alabar su habilidad fue peor que alabar su esfuerzo”, concluye Mueller.

Las valoraciones que recibimos de padres y profesores cuando somos pequeños influye en la construcción de nuestra personalidad y en la percepción sobre nuestras habilidades- Cuando decimos a nuestro hijo ‘qué listo eres’, implícitamente le decimos que ha nacido así, que son cualidades que tienes o no, pero que no puede aprender.