Un trocito de papel arrancado de cualquier sitio y un Bic con el capuchón mordisqueado. Con esta asombrosa tecnología hemos escrito, aprendido y vivido durante décadas. ¿Y ahora, con la tecnología?
Por Javier Peris
Ésa es al menos la conclusión del ‘Informe sobre la escritura en la era digital’ que, pese a ser una opinión de parte (lo ha impulsado la marca Bic), recoge datos y conclusiones muy halagüeños para la escritura tradicional.
Apoyándose en algunas tendencias recientes (la recuperación del disco de vinilo o el estancamiento de los libros digitales), el informe destaca por encima de todo una idea: coexistencia. Sin negar la preeminencia del formato digital en el mundo de la comunicación, se afirma que “vivimos un renacimiento de la caligrafía. Un renovado interés por la pura estética de las letras y por la buena escritura como expresión de refinamiento. La buena letra en su forma más bella vuelve a ser un símbolo de distinción”.
Anna Poveda, responsable de Papelería de BIC Iberia, respalda con datos la buena salud del sector: “En términos generales, el mercado de la escritura en España no sólo está estable, si no que consigue crecer año tras año (a cierre de 2018 creció un 6% en valor), lo que ratifica que se trata de un crecimiento en paralelo a la evolución digital”. En la actualidad 20,3 millones de artículos de esta empresa líder en papelería se compran diariamente en todo el mundo. “Lejos de ser sustituida por las pantalla -señala Poveda- la escritura manual cada vez más adquiere un significado mayor”.
Los avances en neurología, por su parte, van mucho más allá de la estética. Los expertos calígrafos del estudio Deletras aseguran que “neuroinvestigadores y psicopedagogos están de acuerdo en que escribir a mano tiene evidentes ventajas frente al teclado. Entre otras, la de favorecer un mejor conocimiento de la ortografía, una mayor facilidad y fluidez en la redacción de textos, mayor capacidad y comprensión lectora y mejor memoria. Cuando los niños se limitan a teclear, simplemente representan en su cerebro un mapa del teclado, según el estudio “Frontiers in Psichology” de la Universidad de Indiana”.
De acuerdo con What are the effects of handwriting on cognitive development?, estudio publicado por la misma Universidad y que citan los investigadores de Deletras, cuando los niños escriben a mano se activan tres áreas del cerebro relacionadas con la ortografía, sonido y significado de las palabras. Estas tres áreas son las mismas que se activan cuando los adultos leen y escriben. “Lo curioso -concluyen- es que ninguna se activa cuando los niños escriben a través de un teclado”.
Los calígrafos de Deletras también vinculan la forma escrita a la identidad personal: “La letra habla. Cuenta de nosotros y de nuestra disposición e interés a ser entendidos. Sin entrar en el terreno de los grafólogos, dice mucho del valor que damos a cómo queremos ser percibidos. Es un vector de nuestra imagen tan importante como nuestra forma de hablar, de presentarnos o de vestir. Es un factor de distinción”.
Al mismo tiempo, el texto manuscrito facilita y potencia la comunicación: “Es fácil deducir que una escritura cuidada, agradable, esmerada lo primero que logra es la predisposición, el interés a leer lo que tenemos delante. Escribir bien es comunicar correctamente, controlar los efectos de lo que tratamos de expresar. Puesto que la caligrafía es una forma de comunicación, parece obvio que una buena letra también comunica mejor, denota respeto, distinción y comunica con claridad. Denota el interés en hacerse entender. Escribir es como hablar en público. Como un buen orador o presentador, quien escribe bien vende, comunica, seduce, enamora…”.
La conclusión del estudio, finalmente, tiene incluso su punto poético: “Junto a la digitalización, las pantallas, los dispositivos o los teclados, crece el interés no sólo en la caligrafía sino por todo aquello hecho sin intermediación tecnológica, sin el concurso de la máquina. Crece el pacer del vértigo por todo aquello que se hace sin el botón de undoo ctrl+z”.
