Normas y adolescentes: Cómo lograr que los adolescentes cumplan las normas

Aunque después del fin del estado de alarma, el toque de queda nocturno se ha eliminado salvo en las comunidades donde lo hayan establecido con el aval de la justicia; el resto de las normas impuestas para el control de la pandemia, como el uso de mascarilla, la distancia de seguridad y la desinfección de manos siguen siendo obligatorias y/o necesarias. Sin embargo, a una gran mayoría de padres les cuesta que sus hijos adolescentes cumplan estas directrices.

 

Por Eva R. Soler

 

A una gran mayoría de padres les cuesta que sus hijos adolescentes cumplan estas directrices. Para solucionar este problema, muchos progenitores deciden solicitar ayuda a psicólogos o consultores expertos en familia. Según datos de Coaching Club, las terapias de familia con hijos adolescentes han aumentado un 250% por los límites de la pandemia. Estrés, incomunicación, ansiedad, angustia y un gran ambiente hostil familiar son las causas que están llevando a las familias a acudir a terapia para tratar los conflictos familiares con hijos adolescentes por la pandemia: “A la necesidad de transgredir las normas, muy habitual en la adolescencia, se suma una gran incomunicación con sus hijos y con el resto de la familia generando ansiedad, angustia y sensación de pérdida de control dentro del entorno familiar”, matizan desde este gabinete de psicología.

 

En el caso de los más pequeños, en el colegio tienen muy aceptado las normas de seguridad para protegerse. El problema comienza cuando salen y llegan a casa y los padres tienen que lidiar con las restricciones en las normas y en los sitios públicos. O cuando se va de visita a casa de los abuelos. Especialmente, son los adolescentes de entre 13 y 17 años los que más conflictos generan y hacen que las relaciones entre padres e hijos se vean afectadas, explican desde Coaching Club. En este sentido, añaden que pueden darse dos tipos de escenarios. Por un lado, casos en los que niños en sitios públicos como restaurantes o terrazas, finalizada la comida, no se quieren poner la mascarilla, no guardan la distancia de seguridad o no quieren desinfectarse las manos. La otra vertiente más conflictiva es la de los hijos adolescentes que cuestionan las normas de seguridad lejos de la vigilancia de los padres, cuando se reúnen con amigos, a la salida del colegio, los fines de semana…

 

Cómo se deben tratar estos conflictos

 

Verónica Rodríguez Orellana, psicóloga y directora de Coaching Club, sostiene que, sin demonizar al adolescente y sin victimizar a los padres, se puede trabajar para potenciar una relación familiar más saludable e incrementar el lado afectivo de cada familia: “Desde nuestras consultas trabajamos profundizando en la comunicación con los miembros de la familia, lo que ayuda mucho a reducir la ansiedad y la angustia y lograr mayor comprensión y confianza familiar”. Rodríguez Orellana recomienda tres claves para enfrentarse y solucionar los conflictos en familia con hijos adolescentes por gestión de la pandemia:

 

  • Dejar los reproches de lado para poder establecer una mínima base de comunicación
  • Considerar los límites como algo que nos protege es fundamental
  • Si nos vemos desbordados, acudir a un profesional

 

En la misma línea, Alejandro Rodrigo, autor de Cómo prevenir conflictos con adolescentes, incide en que uno de los problemas de la adolescencia per se es el respeto al sistema normativo, bien sea en casa, el establecido en el centro escolar o el impuesto por la sociedad. Rodrigo ha trabajado durante más de quince años en el juzgado de menores de Madrid, realizando labores de intervención social y educativa con jóvenes sujetos a medidas judiciales. Ahora realiza consultoría y orientación familiar, tanto en centros educativos como con familias en particular: “Ayudo tanto a los padres como a los hijos a abordar las relaciones que se han vuelto complicadas. Los padres contactan conmigo porque su hijo adolescente no cumple las normas, no respeta castigos, hace lo que quiere y no pueden conectar con él. Ahí les ayudo. Mi labor es reducir el nivel de agresividad”, explica este experto.

 

Además, añade, “con la irrupción de la pandemia, todo ha cambiado, y de eso hemos sido conscientes todos los profesionales que trabajamos con adolescentes”. El principal problema es que ahora, como los adolescentes, como todos, tienen que cumplir unas normas que vienen determinadas por una situación sociosanitaria de crisis a nivel mundial y el hecho de saltarse la norma provoca una situación no ya de riesgo, sino de peligro, ciertamente complicada para su familia.

 

Antes de la pandemia, que el hijo llegara a las once y media en lugar de a las once era un riesgo, pero ahora, si rige el toque de queda, es un peligro porque está impuesto por una situación sociosanitaria. No es discutible. Si no lleva puesta la mascarilla se contagia o puede contagiar a otros, esto también es un peligro.

 

Normas, límites, consecuencias y castigos

 

Ante estas situaciones de peligro, ¿Cómo tenemos que actuar? Como explica Rodrigo en un capítulo del libro Cómo prevenir conflictos con adolescentes hay que diferenciar entre normas, límites, consecuencias y castigos. De forma resumida y adaptado a las normas de la pandemia dice:

 

  • Normas y límites

Las normas son las pautas que los padres establecen para que la convivencia y el desarrollo del hijo sean lo mejor posible. Los límites son las líneas que no se deben traspasar de esas normas: “En este caso hay que ser muy consciente de que la norma la establece un órgano superior que es el Gobierno o las autoridades sanitarias. Los chavales que llevan puesta la mascarilla, pero la llevan por debajo de la nariz, están transgrediendo un límite. Pero si hacen una fiesta en casa todos sin mascarilla, obviamente, se están saltando la norma.

 

  • Consecuencias y castigos

Las consecuencias son los efectos que se dan si se traspasan los límites o no se cumplen las normas y están programadas con anterioridad. Los castigos son las “multas” que el hijo paga por una conducta determinada no aceptada. Se diferencia de la consecuencia por dos aspectos. El primero porque no se ha avisado con anterioridad, se informa a posteriori de que ha incumplido la norma o ha traspasado un límite. El segundo, porque, a menudo, no está relacionado con la norma incumplida, tiene un carácter puramente punitivo.

“Si la consecuencia implica que, si haces esto, no vas a salir. cuando el chico sabe que hay una consecuencia, aunque luego la pelee, él la entiende. Sin embargo, el castigo es cuando no se ha avisado antes. El cerebro del adolescente no entiende los castigos, en el sentido de que lo ve como agresiones o injusticias hacia él. Es por ello que los castigos sirven a corto plazo, pero a medio largo plazo no, porque no hacen más que incrementar el nivel de rebeldía. Lo que nosotros entendemos que estaba claro, ellos, sin embargo, no”, explica Rodrigo.

Entonces, si se les avisa antes es una consecuencia, pero, ¿qué pasa si se saltan la consecuencia también? El psicólogo responde: «Me gusta diferenciar que hay cosas que en el ámbito familiar se pueden hacer, pero en situación covid no. Si estamos en una situación sanitaria de crisis y nuestros hijos se saltan las normas lo que hay que hacer, aunque suene un poco drástico es solicitar ayuda a las autoridades competentes, porque si tu hijo está a las doce de la noche de fiesta sin mascarilla, estamos en una situación de peligro. No digo criminalizarle, pero sí remarcar que hay que pedir ayuda».

 

 

Causas por las que las familias acuden a terapia

Desde Coaching Club se han analizado las cinco principales causas que llevan a los padres a acudir a terapia porque se ven impotentes para gestionar la relación con sus hijos ante la negativa por incumplir las normas impuestas por la pandemia.

 

  • No acatar la normativa. “En los padres surge el miedo a la alta probabilidad de contagios dentro de la familia producidos por el incumplimiento de las normas”, explica Verónica Rodríguez Orellana, psicóloga y directora de Coaching Club.
  • Los contagios dentro de la familia producidos por no acatar las normas. Los padres observan impotentes que sus hijos salen sin respetar las medidas de seguridad y luego, vuelven a casa.
  • Imposibilidad de relacionarse con los abuelos: “Tenemos en consulta a padres que llevan sin ver a sus propios padres un año porque tienen hijos adolescentes que salen y no saben cuándo pueden estar contagiados”, asegura Rodríguez Orellana.
  • Pago de multas de forma continua: “Son los padres los que tienen que pagar las multas de sus hijos. Muchos se quejan pidiendo que se les aplique medidas correctivas como trabajo social”
  • Saltarse el toque de queda. Aunque ha dejado de estar vigente, de forma general, al finalizar el estado de alarma; este ha sido un problema recurrente en muchas familias. Todavía puede persistir en aquellas comunidades autónomas que lo mantengan.

 

Más información:

www.coachingclub.es

www.alejandrorodrigo.com

Cómo prevenir conflictos con adolescentes, Alejandro Rodrigo. Plataforma Editorial

Rafael Santandreu: “Tenemos una pandemia de necesititis”

Rafael Santandreu ha revolucionado la postpandemia con su libro Sin miedo, y es que este psicólogo se ha empeñado en demostrarnos que la vida no es tan complicada como en ocasiones nos parece.

 

Por Eva Carrasco

Fotografía de Xavier Torres-Bachetta

 

Santandreu detecta dos grandes trabas en el correcto desarrollo emocional de nuestros hijos, que él ha acuñado con nombres muy descriptivos. Por un lado, la necesititis que para el psicólogo es la madre de la enfermedad emocional y, por otro, la terribilitis que es el padre. Él aboga por una filosofía estoica desarrollada con métodos de psicología cognitiva que nos haga ver que la perfección no existe en la naturaleza y nos permita armonizarnos con ella.

 

Necesititis

La pandemia ha podido cambiar en algo este problema de nuestra sociedad actual. “Los padres ahora se han dado cuenta de que se necesita muy poco para ser felices, pero pasará rápido y volveremos a las andadas” vaticina Santandreu. “Muchos progenitores de ahora no entienden que no pueden decirle que no hay móvil a un hijo de 12 años, en ese caso el problema lo tienen los padres no el hijo”.

Santandreu nos cuenta cómo él creció en una familia muy pobre de Barcelona, pero fue muy feliz. Él interpreta que esto fue así porque sus padres no sentían la necesidad de cosas superfluas. Ya lo decía el filósofo griego Epicteto “no nos afecta lo que nos sucede, sino lo que nos decimos acerca de lo que nos sucede”.

Esa tendencia a la necesititis nos dice que necesitamos muchas cosas para estar bien como estar delgados, una casa grande, ser elegantes, viajar, estar en forma, tener muchos amigos… y si se falla en una sola, ya no vales nada. Curiosamente, explica el psicólogo, las personas más fuertes son las que menos necesitan.

Pero, por qué llegamos a agobiarnos con esas necesidades no necesarias. “La sociedad de consumo lo propulsa y el ser humano cae en el error de convertir deseos en necesidades absolutas. Es un fallo que hay que controlar mediante la filosofía y la educación en valores.”  Concluye Santandreu.

 

 

Terribilitis

Nos amargamos la vida dependiendo de nuestro dialogo interno. Tenemos que aprender a hablarnos a nosotros mismos en otro tono porque lo que uno se dice a si mismo se acaba convirtiendo en realidad. Santandreu define la terribilitis como “la tendencia a decirte que cualquier adversidad es terrible ya haya pasado o esté por pasar. Todo trastorno emocional es una terribilitis. Cuando tienes ese hábito todo te asusta. Las personas más felices no terribilizan jamás, cuidan mucho su dialogo interno.”

Si que hay adversidades, pero no son tan terribles. Es importante darse cuenta de que la mayor parte de las adversidades no van a impedirnos ser felices. No hay nada terrible en este mundo. No hay que exagerar, se trata de convencernos en función de nuestro sistema de valores, que es muy importante. “Tienes que convencerte de una serie de puntos a lo largo de la vida en la que te das cuenta de que hay muy pocas cosas importantes y necesitas muy poco” reflexiona el psicólogo.

Si estás convencido de que siempre puedes hacer cosas valiosas, seguro que las encontrarás. Ahora mismo con lo que estamos viviendo, es más importante que nunca no terribilizar. Siempre ha habido pandemias, hay que apreciar el momento presente y cuidarnos.

¿Como combatir la terribilitis? Santandreu nos da pistas. “Cuando nos pase una adversidad y empecemos a quejarnos nos podemos preguntar en qué medida eso que me está pasando (o me puede pasar) me impide hacer cosas valiosas por mí y por los demás”. Stephen Hawking lo aplicó durante toda su vida.

Demasiada sensación de seguridad no es buena, porque no es real y porque sería muy aburrido ya que el hecho de no saber qué va a pasar hace que la vida sea interesante y que se disfrute el momento.

 

Salud mental: ¿Por qué hay niños que se autolesionan?

La salud mental de los niños y adolescentes ha saltado por los aires por culpa de la pandemia. Los casos de ansiedad, trastornos alimentarios, depresión y autolesiones se han disparado en los últimos meses.

 

Por Olga Fernández

 

Aunque la salud física de los niños y adolescentes no se ha resentido con la infección por COVID-19, no puede decirse lo mismo de su salud mental. El impacto psicosocial de la pandemia ha dado de lleno en esta población donde han aumentado los casos de ansiedad, depresión, trastornos de la alimentación, autolesiones e intentos de suicidio entre los adolescentes. Los pediatras advierten de una ‘pandemia’ de problemas de salud mental en la población infanto-juvenil y piden un plan de prevención.

 

La ansiedad, el principal problema

“El problema que más ha aumentado es la ansiedad. Si antes de la pandemia veíamos alrededor de un 5% de niños y adolescentes con ansiedad, ahora hay un 20%. Las autolesiones también se han disparado, en algunas unidades de salud mental hemos visto que han aumentado hasta un 25%”, apunta Pedro Javier Rodríguez, pediatra y miembro de la Sociedad de Psiquiatría Infantil de la Asociación Española de Pediatría (AEP).  Según explica el pediatra, los síntomas de la ansiedad en el niño o el adolescente se presentan de diferente manera que en el adulto: disminución del rendimiento escolar, aumento de la irritabilidad, insomnio y aumento de las pesadillas, disminución de la ingesta, sintomatología psicosomática (dolor de tripa o de cabeza), obsesiones, nerviosismo cuando están fuera de casa…

Los principales factores de riesgo relacionados con esas consecuencias psicológicas han sido, inicialmente, la incertidumbre, el exceso de noticias, el distanciamiento social y familiar, la ausencia de rutinas, el abuso de pantallas, los ritmos irregulares de sueño y un patrón de alimentación menos saludable y, en muchos menores, la escolarización semipresencial. “En los cursos donde la educación ha sido semipresencial, a partir de los 13 años, se han detectado más problemas de salud mental”, dice Pedro Javier Rodríguez.

En algunos casos, se han añadido las dificultades económicas y de conciliación de trabajo con el cuidado familiar, y las posibles situaciones de enfermedad propia, de familiares cercanos o incluso el duelo por fallecimiento de seres queridos.

Los datos publicados hasta el momento, tanto en España como en otros países, muestran un aumento de los síntomas relacionados con diversos trastornos psiquiátricos, principalmente depresivos, de ansiedad, conductas autolesivas y de la conducta alimentaria. “Estos resultados son muy preliminares, y se espera que al retomar hábitos saludables y contando con apoyos necesarios, la mayoría de los niños recuperen su funcionamiento normal”, aclara la doctora Azucena Díez, presidenta de la Sociedad de Psiquiatría Infantil (SPI).

 

La causa de las autolesiones

No todas las autolesiones tienen un componente de alerta al suicidio. Esto es algo que los padres deben conocer para su tranquilidad.  “Hay dos tipos: las autolesiones sin intencionalidad suicida y las autolesiones con intencionalidad suicida. El más prevalente es el primero y funciona como un mecanismo regulador del dolor psíquico que sienten, que al no poder canalizarlo ni tener herramientas para disminuir su intensidad y frecuencia de un modo adaptativo, lo que hacen es recurrir a la autolesión (pellizcarse, arrancarse pelo, morderse…) para disminuir el sufrimiento psíquico y derivarlo a un dolor físico. Hay que tener en cuenta un componente importante: el control que ejercen sobre el inicio y el final de este dolor físico”, explica el psicólogo Luis Fernando López. Pero, ¿cuándo son preocupantes? Según este experto, cuando hay un deterioro de la capacidad de expresión emocional del dolor que sienten, se aíslan, presentan problemas de sueño o trastornos de la conducta alimentaria (bulimia/anorexia). “Si hay un aumento muy exacerbado del tiempo que pasan delante de la pantallas, en redes sociales o juegos on line, puede haber trastornos del sueño si las utilizan por la noche y entonces podemos intuir que existe un problema porque afecta al rendimiento académico, una disminución de sus relaciones presenciales y también dificultad para poder expresar de forma presencial mediante la palabra cómo se sienten”, indica. La señal de alarma para acudir al especialista sería el aislamiento del niño o el adolescente, “porque esto significa que hay un deterioro emocional y al mismo tiempo se produce un bajo rendimiento escolar y puede haber trastornos del sueño, periodos de agresividad, conductas desafiantes, rabietas prolongadas en el tiempo”, advierte Luis Fernando López.

La clave parece estar en aumentar la comunicación presencial para ganarle terreno a lo virtual. “Lo más importante es que haya un control parental desde el momento en que el niño tenga móvil, que los padres se interesen por el mundo digital de sus hijos (qué páginas visitan, con quién se comunican, etc.); y sobre todo, que conozcan qué tipo de identidad virtual tiene sus hijos, es decir, si está muy alejada de la identidad real para detectar problemas. Y rescatar periodos de calidad presencial dentro de la familia, como son los momentos de las comidas, salidas, participar juntos del mundo digital de forma presencial, etc.”, recomienda el psicólogo.

 

 

La Sociedad de Psiquiatría Infantil de la AEP presenta una serie de medidas para reducir el impacto de la pandemia en la salud mental de niños y adolescentes

  1. Mejorar los sistemas de coordinación entre los equipos de atención primaria (pediatras y médicos de atención primaria que tratan adolescentes) y los servicios de salud mental, así como la accesibilidad a estos últimos. El uso de interconsultas virtuales podría agilizar esta coordinación. La incorporación de psicólogos a los dispositivos de atención primaria es determinante en esta labor de prevención y detección temprana.
  2. Garantizar la incorporación completa al colegio para todas las edades, en cada una de las comunidades autónomas. La jornada completa, evitando en la medida de lo posible la escolarización semipresencial o intermitente, es una necesidad para los niños desde el punto de vista educativo y social.
  3. Fomentar las actividades de ocio y muy especialmente las deportivas, con la apertura permanente de parques infantiles, centros deportivos y otras actividades organizadas para niños y adolescentes.
  4. Agilizar la vacunación en los adolescentes y en los niños permitiría reducir los contagios en esta edad, facilitando el contacto social, evitando cuarentenas. En definitiva, incrementaría las probabilidades de conseguir un estilo de vida normalizado y reducir así las consecuencias psicológicas de la COVID.
  5. Reconocer oficialmente la especialidad de Psiquiatría del niño y del adolescente y la de Psicología Infantil en España, único país de Europa donde no está aprobada, con el fin de procurar una atención especializada a niños y adolescentes.
  6. Implantar programas de promoción de la salud mental universales e independientes enfocados en la prevención, detección temprana y lucha en contra del estigma de la enfermedad mental.
  7. Aprobar e implementar la Ley de prevención del suicidio, con apartados específicos para adolescentes.
  8. Aumentar el número de especialistas en psiquiatría infantil y psicología infantil por habitante.

 

 

 

22 consejos para educar en la cortesía

Por Javier Peris

 

No es la empatía, las buenas maneras o la urbanidad… y es un poco de todo. Se habla poco de ella, casi suena a antiguo… y sin embargo sigue siendo tan eficaz como siempre. Y además es una fuente de felicidad propia.

 

  1. Por qué ser cortés. Como ahora se le pone nombre a todo, se ha escrito sobre el llamado ‘síndrome del doctor House’: ¿por qué ser cortés si todo el mundo miente, mira por sí mismo y todo lo demás es hipocresía? Y lo malo es que, en parte, tiene razón. La clave está en ese ‘en parte’, los rincones de la mente y los sentimientos donde cada día, aunque no lo advirtamos, albergamos desinterés y generosidad. Ser cortés -como todas las virtudes sociales- ayuda y enriquece, en primer lugar, a quien lo es.

 

  1. Respeto y… De todos los conceptos que rodean a la cortesía quizá el respeto sea el más importante. Partimos de la base de que todo ser humano, por el hecho de serlo, tiene un valor. Los gestos y palabras de cortesía son una forma de decirle al otro que reconocemos ese valor y merece por eso un respeto. Pero hay algo más, que redondea este hábito hasta convertirlo en importante, necesario y conveniente para la vida diaria: el afecto.

 

  1. Sí, en el fondo de la cortesía tiene que haber un fondo de respeto, empatía, benevolencia… De lo contrario, acaba ejerciéndose de manera selectiva: solo con quien me cae bien, con quien puede ayudarme, con quien me paga… No deja de ser, es cierto, una manera adecuada de relacionarse con estas ‘personas de interés’, pero no es la cortesía que queremos para los hijos. En la infancia, cuando somos más trasparentes, es el momento de detectar las discriminaciones interesadas.

 

  1. Sano interés. La cortesía debe ser, claro está, gratuita pero, como dice el refranero, más moscas se cogen con un dedal de miel que con un tonel de hiel. La cortesía es tremendamente productiva. En el 90% de los casos predispone a los demás en tu favor (seguro que hay algún estudio que lo dice) y en los niños, en su relación con los mayores, esta eficacia debe ser del 100%. Porque los menores ejercen una cortesía muy especial y, por eso, reciben a cambio un trato aún más favorable. Que lo descubran cuanto antes.

 

  1. Misión casi imposible. Resulta casi imposible evitar que los hijos perciban la diferencia de trato entre los mayores, los comentarios a las espaldas que denotan en el mejor de los casos hipocresía, las faltas de respeto que expresan sobre personas conocidas y desconocidas… En otros temas podemos esconder nuestras faltas, pero nunca del todo en la relación con los ausentes.

 

  1. La cortesía, si no se ejercita, se diluye. Para eso están los hábitos de cortesía: la sonrisa, el apretón de manos, dejar pasar, dejar hablar… Son convenciones, claro, como casi todo; como ese beso de despedida a la pareja por las mañanas, o el rutinario guasap a media mañana. En la infancia la constante corrección de los padres resulta imprescindible para que los hijos interioricen esos hábitos.

 

  1. Y sin embargo cortés. ¿Cómo va a ser cortés mi hijo con lo serio que es? No importa si niños y adultos tenemos un carácter frío, o fuerte, desabrido, desconfiado, medroso… La cortesía no se identifica con el buen carácter o la simpatía natural. Más bien se aprovecha del carácter de cada cual: un gesto de cortesía en una persona introvertida o de aspecto arisco se agradece y valora mucho más que en alguien simpático. Y es perfectamente compatible.

 

  1. Un derecho. Si todos podemos y debemos ser corteses, igualmente todos pueden y deben ser beneficiarios de la cortesía, no importa su carácter ni sus defectos. Incluso aquellos que objetivamente nos han perjudicado, recibirán el trato justo mejor con cortesía que sin ella.

 

  1. Escuchar cuando se detectan las ganas de hablar del interlocutor; ese levísimo gesto de no-pasa-nada cuando el otro ha metido la pata; callarse esa chanza que podría molestar… El silencio es la cortesía en estado puro, el que con frecuencia nadie advierte y, por eso, constituye la mayor muestra de respeto y afecto. Solo quien te conoce bien y comparte contigo muchas horas puede reconocer el valor de tus silencios: los hijos.

 

  1. El síndrome de Wendy (la Campanilla de Peter Pan) es como se llama a la necesidad de satisfacer al otro. Esa disposición permanente a evitar disgustos y molestias a los que te rodean, a hacer favores no solicitados. En determinado grado se considera una patología, pero en su versión más inocua es una cualidad del carácter muy extendida, sobre todo en la infancia. Lo normal, y aconsejable, es que sea la propia experiencia -mala experiencia- la que modere el exceso de empatía.

 

  1. La sonrisa. Puede parecer que hemos esperado mucho para hablar de la sonrisa, la muestra más sencilla y directa de cortesía. No es un olvido. La sonrisa solo es exigible a quien por carácter tiene facilidad para ella, o al menos no le resulta muy difícil. La seriedad o gravedad, ya lo hemos dicho, es perfectamente compatible con ser cortés. Otros, por el contrario, deberían administrar sus sonrisas con menos liberalidad.

 

  1. Mujeres y niñas. ¿Qué hacemos con las mujeres? Delicado asunto para los padres varones más mayores, educados en una relación muy especial con las mujeres, a las que se considera -por causas muy variadas- merecedoras de un trato específico. Estos padres dudarán, con razón, si deben trasmitir a los hijos que las niñas y las mujeres deben ser objeto de un plus de cortesía. La respuesta la tiene cada padre y, haga lo que haga, hay que respetarlo.

 

  1. Palabras mágicas. Las aprendimos de pequeños y es nuestra obligación trasmitirlas a los más pequeños: gracias, por favor, muy amable, con permiso, pase usted… Las cortesías más valiosas son las que contienen el perdón: disculpe, lo siento, perdone… Estas son también las más difíciles, en ocasiones, para los adultos, predispuestos a encontrar siempre un motivo para no reconocer una falta, aun la más pequeña. Para los hijos, escuchar a sus padres expresarse así es un auténtico regalo.

 

  1. Encanto vacío. Podemos tener un hijo o una hija extremadamente amable, risueño, encantador y tan tierno que dan ganas de meterle en la paella. Hasta el punto de que, si le decimos que haga algo, su reacción ya nos llena de gozo mucho antes de que lo haga… o incluso si no lo hace. Como en la parábola de Jesús de Nazaret (el padre que envía a sus hijos a trabajar al campo) al final la buena disposición nada vale si no se cumple, si no se obedece. En el trato con menores con este carácter, es necesario aplicar un extra de firmeza. Aunque no es fácil.

 

  1. El lenguaje. Cuando estas sencillas frases se aprenden de pequeño, nunca se olvidan: evitar el ‘¿me entiende usted?’ cuando se puede usar el ‘no sé si me explico’; comenzar con un ‘si a usted no le parece mal’ aunque el otro nada tenga que decir al respecto; ‘quizá se me olvidó decirlo’ en lugar de ‘ha debido usted olvidarlo’… Hay quien piensa que estas expresiones transmiten debilidad y dependencia… Puede ser, pero la supuesta debilidad no depende de usar o no estas expresiones, ni omitirlas nos dará la seguridad que no sentimos.

 

  1. Más lenguaje. En España el lenguaje soez se ha generalizado tanto en los últimos años que el propio adjetivo solo se aplica en ocasiones muy extremas. Aun así, evitamos las palabras y expresiones malsonantes en entornos de poca confianza o más formales. Con eso bastaría si no fuera porque cuando peor hablamos más nos cuesta hablar mejor. Incluso hay ideas de uso cotidiano que ya solo sabemos expresar con una procacidad. Y si somos malhablados en el trabajo o entre amigos, en casa no podremos evitar serlo también.

 

  1. Muchos recordamos lo pesados que se ponían nuestros padres con eso de dar las gracias. Al contrario que el perdón, la gratitud es una es una de esas virtudes que siempre están bien vistas, uno de esos ‘valores’ a los que todos se apuntan. Como cortesía, dar las gracias nos predispone a ejercer una auténtica gratitud con las personas que la merecen, con Dios o con el simple hecho de poder apreciar el valor de la vida. Hagamos, por eso, lo mismo que nuestros padres: animar, obligar a dar las gracias por todo.

 

  1. Puntualidad. Ni una deslumbrante sonrisa y unos ojos de cachorrillo arrepentido puede convertir en cortés una falta de puntualidad. Se trata de una cortesía cada vez menos estimada por el simple hecho de que cada vez la practican menos personas: cuanto menos la ejercemos, menos sensibles somos a la impuntualidad. Además, la puntualidad apenas se nota, rara vez es apreciada. Por eso es una de las cortesías más desinteresadas.

 

  1. Aspecto externo. Evidentemente las cosas han cambiado mucho y, si las apariencias antes ya engañaban, ahora todavía más. Pero siguen existiendo entornos, ambientes que aprecian algunas formalidades, desde la vestimenta al registro idiomático. Al respeto por esas normas -por ese grupo- hay que añadir el aspecto práctico: ¿para qué distraer la atención sobre el aspecto externo cuando se trata de encontrar un trabajo, de integrarse en un grupo, de pedir cualquier tipo de ayuda?

 

  1. La higiene. Es verdad que en España nos duchamos con mucha más frecuencia que la media, pero la higiene va más allá de oler a jabón (eso es lo que más llama la atención en otros países). Es en la infancia y adolescencia cuando se adquieren los hábitos de higiene más básicos y necesarios. Y cuando tenemos cerca a las únicas personas que nos van a decir sin tapujos que nos huelen los pies. Después, ya no.

 

  1. En grupo. No hablar mal de la gente… más difícil aún: no contar cosas de terceros que no sean necesarias y, si se hace, cuidado con el tono. En estos tiempos de polarización, opiniones excluyentes y actitudes intolerantes, la cortesía ayuda al diálogo y al respeto. No hacer el vacío, estar pendientes de esas personas que en una situación concreta, o de manera permanente, tienden a ser ignorados en la conversación.

 

  1. Respuesta negativa. Somos corteses, empáticos, educados… y esa persona o personas solo nos devuelven frialdad, desconfianza, agresividad. Es para disgustarse, por supuesto, pero no para sorprenderse. Hay algunos tipos y tipas con los que es mejor no rozarse, por pura higiene mental y emocional. Por otra parte, no tenemos por qué caer bien a todos, incluidos muchos que son tan buenos como corteses.

 


 

Tres películas exquisitas

 

Emma

Esta versión de 1996 del clásico de Jane Austen descubre, para quien esté atento, que detrás de la moral victoriana había un sentido que justificaba -de acuerdo con los valores de la época- las estrictas normas de relación social, de lenguaje, de vestimenta… Algo que en cierto momento Emma (Gwyneth Paltrow) olvida, provocando una inolvidable bronca de su amigo el señor Knightley (Jeremy Northam).

My fair lady

Resulta paradójico que un tipo tan descortés y egoísta como el profesor Higgins (Rex Harrison) se encargue de enseñar a Eliza Doolittle (Audrey Hepburn) las armas de la cortesía social, empezando por el lenguaje. Armas que resultan abrumadoramente eficaces en esta adaptación musical pero muy fiel de la obra de George Bernard Shaw ‘Pigmalion’.

Lo que queda del día

No es una casualidad que las tres películas sean británicas (esta última coproducida) y sobre libros escritos por británicos, incluido el autor de ‘Lo que queda del día’ Kazuo Ishiguro. Entre Anthony Hopkins y Emma Thompson se encargan de mantener a flote un mundo que está naufragando, y no solo porque está a punto de estallar la II Guerra Mundial.

 

 

Vuelta al cole y cambio de cole: "Es importante que los padres sean capaces de ayudar a sus hijos a ver el cambio como parte de la vida”

Es “normal” que, ante la expectativa de empezar el curso en un nuevo colegio, los menores se sientan nerviosos, algo que puede ser “incluso positivo, ya que les ayuda a estar más atentos”.

 

La ‘vuelta al cole’ que se inicia en España la próxima semana será también para muchos niños y niñas el arranque de la etapa escolar en un nuevo centro educativo de la misma o distinta ciudad. Los cambios de colegio son algo cada vez más habitual debido a la movilidad de la población. De hecho, en los Centros Crece Bien de Madrid, pioneros en la enseñanza y el desarrollo de Habilidades Emocionales, Sociales y de Aprendizaje, señalan que reciben cada año a bastantes niños que pasan por esta experiencia y a los que la misma les llega a afectar a nivel de relaciones personales y de rendimiento académico. “En muchos de los casos, el causante de esta afectación no es el nuevo colegio en sí, o que el cambio de situación haya sido a peor, sino cómo ha vivido el niño ese cambio”, asegura Sonia Martínez, psicóloga y directora de los Centros Crece Bien.

Para la experta, es “normal” que, ante la expectativa de empezar el curso en un nuevo colegio, los menores se sientan nerviosos, algo que en su opinión es “incluso positivo, ya que les ayuda a estar más atentos”. Las dificultades, para Martínez, comienzan cuando ese nivel de “nervios” se dispara y descontrola y los niños no duermen ni comen bien, están irascibles, se enfadan por todo y en su cabeza solo está la idea del cambio de colegio, lo que en opinión de la autora de Descubriendo las emociones (La Esfera de los libros) puede llevar a los pequeños “a anticipar problemas que probablemente no llegarán a ocurrir, pero que les provocan un miedo irracional por situaciones que aún no han sucedido”.

Además de estos “nervios”, para la directora de los Centros Crece Bien lo esperable es que los niños no quieran hablar demasiado sobre su experiencia en el nuevo centro durante los primeros días de colegio. “Es lo normal. Les han pasado muchas cosas y se sienten saturados, necesitan desconectar. En el caso de que los pequeños opten por el silencio, al principio lo mejor que podemos hacer como madres y padres es cambiar de tema o realizar alguna actividad que les haga sentirse reconfortados. Más adelante, cuando haya pasado un tiempo prudencial, ya será momento de preguntar y escuchar”, argumenta.

 

Ayudarles a ver el cambio como parte de la vida

Para la psicóloga es “muy importante” que los padres sean capaces de ayudar a sus hijos “a ver el cambio como parte de la vida”, una actitud que, reconoce, “no se consigue en una conversación ni en un día, sino que se siembra día a día”, por ejemplo, preguntando a otras personas acerca de los cambios que han tenido en su vida, viendo fotos y recordando momentos en los que se afrontaron cambios; o visionando películas y leyendo libros en los que los protagonista se ven obligados a cambiar de colegio o de ciudad.

En el caso de que los menores se muestren tristes o enfadados, Martínez recomienda “escucharles, apoyarles en sus emociones y ayudarles a que las puedan ir superando con cariño y comprensión”. En ese sentido, aunque reconoce que es difícil, recomienda a los padres que vean esta situación como parte de la vida, sin asustarse excesivamente ni darle mayor importancia. “Los niños ven a través de los ojos de los padres. Si les ven preocupados, seguramente se preocupen más”, explica.

Además de esto, la experta aconseja establecer una comunicación fluida en casa para que todos los miembros de la familia puedan compartir sus sentimientos de tristeza, rabia o miedo sin sentirse juzgados.

Por último, Sonia Martínez anima a padres y madres para que ése compartir las preocupaciones sea una plataforma para convertirlas en retos a superar: “Por ejemplo, podemos practicar el pasar del «no haré amigos y nadie querrá hablar conmigo» al «¿qué puedes hacer para iniciar una conversación? ¿lo practicamos? Imagínate que soy un niño, ¿Cómo lo harías?», anotando el reto en un cuaderno de desafíos”. En ese sentido, para la directora de los Centros Crece Bien, escenificar situaciones que pueden darse en el colegio “puede ser de gran ayuda, ya que si los niños las ensayan se enfrentarán a ellas con más herramientas”.

Alabado sea septiembre (o mejor, ¡octubre!)

Por Madre Imperfecta

 

Existen familias, siempre más estupendas que la mía, en las que al llegar junio todo son parabienes. Todo es júbilo. Todo es algarabía. Los horarios de algunos coles (por lo menos el que a mí me afecta) se contraen por aquello del calorazo, y a algunos parece no alterarles el biorritmo. Qué envidia me dan, porca miseria.

En mi casa, en cambio, que los niños salgan un poco antes, aunque sólo sea un ratito, nos desquicia por completo. La realidad es que dilapida todos nuestros esfuerzos para conciliar y nos deja las meninges hechas fosfatina. Evidentemente, esto nos pasa porque tenemos los minutos contados para llegar a la puerta del cole y salimos del trabajo haciendo ruedas, como si hubiésemos robado un peluco de oro en el Corte Inglés. Cada día corremos como esos atletas que meten la cabeza al llegar a la meta y que se desploman al cruzar la línea. Por eso, un semáforo de más, una avería en el tren o que te llame el jefe a última hora nos hacen sudar tinta de lo lindo. Aviso: no hay desodorante que lo contenga. Otra vez, poca miseria.

Así que empezamos a hacer cábalas justo el 31 de mayo (suspensos clarísimos en previsión) sobre quién puede recoger a los niños. Después de repasar todos los contactos del móvil, al filo de la medianoche, sin pudor ni recato, asaltamos el Whatsapp de alguien al azar para pedirle que nos los aguanten un pelín mientras llegamos. Y al día siguiente, repetimos operación. Así hasta que llega el festival dichoso donde todos hacen sus monerías y acaba el curso.

Después, claro, todo es peor, porque llega un verano eternísimo imposible de cubrir con las vacaciones laborales de los mortales corrientes. Ojo, no digo que sean pocas (que lo son), digo que necesito el triple. Y esos, los de las familias estupendas, ríen sin parar en Instagram: comen helados, se tiran a bomba en la pisci, hacen marionetas con goma Eva… Muy bien, cuánto me alegro, oiga.

Y luego están los otros, la gente normalita como yo, que vemos cómo nos salen canas y nos estallan las varices intentando cuadrar el verano completo. Una semanita de campamento urbano por aquí (previo pago de su importe), unos abuelos por allá, un favorcito por acullá… Y al final, cuando todavía te quedan unos días sueltos sin apaño, te importa un comino que el niño se quede bajo la custodia de José Luis Moreno o de Amy Winehouse, que en paz descanse. El caso es tenerlos colocados, y punto.

Pues bien, ahora es septiembre, alabado sea. Empieza el colegio, alabado sea también. Se acabó tener que hacer encaje de bolillos para poder trabajar, se acabaron los campamentos, se acabaron  los abuelos, se acabaron los favorcitos… ¡Ja!

¿Qué tenemos otra vez? ¡El horario recortado! Socorro. ¿En serio que hace tanto calor? ¡Ni que España fuese el Sáhara! Soy capaz hasta de negar el cambio climático. ¿No hay prisa con eso de los temarios? Mira que luego nunca hay tiempo y se quedan con los ríos de España por la mitad… Pues nada, que no hay tutía. Otra vez a elegir un contacto a voleo entre los padres del cole o buscar un canguro que te solucione la papeleta este mes traidor. Qué cansancio más grande.

Así que, en efecto, la normalidad logística que las familias necesitamos para poder currar y pagar las facturas no llega hasta octubre, ese mes discreto y crepuscular que bien merece un brindis con champán. Un hurra por esa hoja del calendario normal. Ni más ni menos: sólo normal.

No obstante, hablemos bajito, no vaya a ser que llegue algún consejero aburrido y nos agüe la ovación…

Cristian Olivé: “Las aulas siguen estando demasiado alejadas de la realidad”

Entrevista a Cristian Olivé. Autor del libro: “Una Educación Rebelde. El poder de transformar la sociedad”.  (Editorial Grijalbo)

 

Por Gema Eizaguirre

Cristian Olivé es licenciado en Filología Catalana. Imparte lengua y literatura en un instituto de Barcelona y participa en el máster universitario en Formación del Profesorado de Educación Secundaria y Bachillerato en la Universidad Pompeu Fabra. Dirige la sección «Reunión  con  el  tutor»  en  el  programa  Tot  és  comèdia  de  Ser  Cataluña. Es autor de «Profes rebeldes» (E. Grijalbo) y “Una Educación Rebelde. El poder de transformar la sociedad” (Editorial Grijalbo).

-Entre sus objetivos muestra la necesidad de acercar la educación del aula a la vida cotidiana ¿Está realmente tan alejada de la realidad? ¿Cómo lo hace usted?

Las aulas siguen estando demasiado alejadas de la realidad. Por ello, es necesaria más flexibilidad y la voluntad de escuchar lo que ocurre más allá de las paredes del aula para integrarlo en el aprendizaje. Aprender es también analizar lo que vemos cada día y darle la vuelta si es necesario. En mi caso, uso los medios digitales por los que se comunican los adolescentes para que aprendan sobre lengua y literatura y para que entiendan el entorno y se conozcan más a sí mismos.

-Cree que todo iría mejor con una mayor exigencia formativa de los maestros, como sucede en los países del norte de Europa.

Te conviertes en docente cuando pisas por primera vez un aula. De todos modos, no deberíamos dejar nunca de ser alumnos. Ser profesor es reaprender constantemente para llegar a los estudiantes del modo que necesiten. Por ello no siempre funcionan las mismas estrategias cada año. Los alumnos cambian y, por tanto, los docentes tenemos que adaptarnos a ellos. No al revés. Es necesaria una formación permanente y, sobre todo, asumir que no lo sabremos todo en todo momento.

-En este libro apuesta por basar la relación con el alumnado en la confianza y que ello sean los protagonistas, tener en cuenta sus emociones… ¿Esta batalla en qué plazo podrá ser ganada?

Más que una batalla lo veo como un proceso lento. La educación permite conocer cómo será la sociedad del futuro. Y en este sentido, yo me la imagino más justa, más entusiasta, más creativa y, sobre todo, más tolerante. Para lograrlo, intento aplicar todas las estrategias que están a mi alcance en el aula para que mis estudiantes sean así o, al menos, aspiren a serlo.

-Uno de esos tabúes es el sexo. ¿Qué opina usted cuando los padres dicen que ellos son los que deben formar a sus hijos en este tema?

Puedo entender que muchas familias quieran tratar estos temas más sensibles por su cuenta con sus hijos. Lo entiendo, pero no es excluyente con lo que digo. Es necesaria la educación sexual en el aula y en casa. Muchos estudiantes hablarán de ello en casa sin manías y recibirán unas herramientas acordes a los tiempos. Sin embargo, me preocupan aquellos jóvenes que no podrán preguntar a sus familias sus preocupaciones en materia sexual. Por eso es preciso hablarlo sin cesuras ni censuras en el aula. Conocerse a uno mismo también incluye todo lo relacionado con el sexo.

-¿Qué otros tabús detecta en la enseñanza?

Muchas veces se teme hablar de determinadas cuestiones que son tildadas de sesgos ideológicos. Para mí, hablar de igualdad en todas sus facetas no es política. Es una cuestión de derechos humanos, y los docentes siempre vamos a estar de esa parte. Le pese a quien le pese. Yo me posiciono claramente con el hecho de tratar con naturalidad temas sensibles en el aula para que mis estudiantes puedan construir su propia opinión crítica. Dejar fuera esos temas también es posicionarse de hecho e implicar perder demasiadas oportunidades.

-Las emociones es otro punto que trata. La Educación Emocional es algo en lo que insisten en los programas desde los Ministerios, pero luego los docentes no tienen formación ¿Qué opina?

Como decía antes, los profesores no llegamos al aula sabiendo de todo. Una formación constante en materia emocional es indispensable para ofrecer a los estudiantes las herramientas y estrategias necesarias para superar los obstáculos del día a día. ¿De qué me sirve que sepan identificar un sujeto si no saben identificar cómo se sienten y por qué se sienten de una determinada forma?

-En su trayectoria como docente ¿qué experiencia con el alumnado le ha marcado o le ha reafirmado en su actitud de mejorar la educación?

Lo que más me ha marcado es comprobar que cuanto más sincero me he mostrado con ellos más se han acercado a mí y al aprendizaje. Construir relaciones entre docentes y alumnos basadas en el respeto y la confianza permite llegar más lejos. La escuela debe ser un lugar de interacciones sociales. Cuando un alumno se me acerca y me dice “Cristian, sé que te pasa algo porque hoy no estás bien”, me emociona. La autoridad se gana con respeto mutuo; no con autoritarismos.

-¿Cómo hacerlo cuando los alumnos piensan que el docente es el que manda? ¿Cómo cambiar ese “chip” en docentes y alumnos?

Los adultos en general marcamos las líneas del aprendizaje. Los jóvenes asumen (y hasta nos dan libertad a ciegas) que nuestro papel les permite crecer y desarrollarse en plenitud. No soy partidario del colegueo porque se diluye esa función de poner límites, que es muy necesaria también por nuestra parte. Los alumnos se pasan el día aceptando reprimendas o consejos para mejorar. Incluso les exigimos que se disculpen cuando realizan algo mal. ¿Lo hacemos los adultos? ¿Estamos dispuestos a reconocer nuestros errores? Así debería ser si de verdad queremos que nuestro mensaje no sea contradictorio.

-Sobre las familias. ¿Cómo involucrarlas en el centro cuando no tienen tiempo ni para ver a sus hijos?

Las familias y la escuela deben ir de la mano para que la educación tenga sentido. Y por ello es imprescindible que las familias confíen en los profesionales que estamos cada día al pie del cañón. Y, por supuesto, deben comprender la importancia de ofrecer una educación globalizada para que los estudiantes crezcan con espíritu crítico y con actitud tolerante.

 

 

 

 

 

 

Zona de aprendizaje: recursos e información para los jóvenes que desean estudiar en el extranjero

La Unión Europea reúne en la web Zona de aprendizaje recursos e información sobre las posibilidades educativas que existen tanto para niños como para jóvenes, además de ofrecer información sobre la Unión Europea.

 

 

Por Diana Oliver

 

En 2019, la Comisión Europea lanzaba Zona de aprendizaje, una web con la que se busca ofrecer recursos e información acerca de las posibilidades educativas que existen tanto para niños como para jóvenes en la Unión Europea. Además, la web responde a la necesidad de crear una plataforma única en la que se brinde acceso a recursos educativos sobre cómo empezó todo y cómo funciona la Unión Europea ­para alumnos de 5 a 18 años, sus maestros y padres. Dichos recursos –que están disponibles en 24 idiomas– abarcan 12 temas diversos entre los que se incluyen el medio ambiente y el cambio climático, la alimentación, la agricultura y la pesca, la historia de la Unión Europea o las políticas de la Unión Europea.

 

“Los jóvenes de la Unión Europea a menudo no son conscientes de que el continente en el que viven hoy ––que muchas veces se da por sentado debido a las décadas de paz y libre circulación entre los Estados miembros de la Unión Europea– es en realidad el resultado de una larga colaboración entre países de la Unión Europea. Por tanto, la Unión Europea forma parte en gran medida de su vida diaria. Como la próxima generación de votantes, es importante que los niños y adolescentes comprendan, desde una edad temprana, qué es la Unión Europea, qué hace y qué oportunidades les ofrece”, afirman desde la plataforma.

 

Oportunidades para jóvenes que quieren estudiar en el extranjero

 

La pandemia por coronavirus ha supuesto cambios a todos los niveles en el sector educativo: grupos burbuja, reducción de ratios, confinamientos de aulas, clases al aire libre… También se han producido cambios en lo relativo a la formación en el extranjero, que ha pasado a depender de las medidas de seguridad que cada país ha establecido. Y es que, en la mayoría de países europeos, los alumnos y las alumnas deben permanecer en cuarentena durante 10 días antes de poder integrarse en el ritmo cotidiano de los centros escolares. Dicho aislamiento se lleva a cabo o bien en el colegio en el que cursan sus estudios, o bien en casa de las familias con las que conviven durante el curso escolar. Una vez transcurrido este periodo obligatorio, se incorporan al centro de acuerdo a las normas del mismo.

 

Según explican desde la plataforma Zona de aprendizaje, en el apartado llamado Trabajar y estudiar los jóvenes pueden encontrar en un mismo espacio todas las posibilidades que se ofrecen no solo para estudiar en el extranjero, sino también para ser voluntarios o trabajar en otros países de la Unión Europea. Una información actualizada de acuerdo a los cambios que nos trajo 2019 y la pandemia por Covid-19.

 

La Unión Europea propone varias oportunidades a los jóvenes que desean estudiar en el extranjero. A través del programa Erasmus+, por ejemplo, pueden estudiar, formarse o participar en un intercambio de jóvenes en uno de los 33 países de Europa. Recientemente se lanzó una nueva versión de Erasmus+, que ofrece incluso más posibilidades que antes. Si los jóvenes están interesados ​​en ayudar a otras personas en Europa y desean ser voluntarios, el Cuerpo Europeo de Solidaridad podría ser una gran oportunidad para ellos, ya que les ayuda a participar en proyectos que benefician a las comunidades, ya sea en el extranjero o en su propio país. Por último, también se ofrece el recurso EURES Targeted Mobility Scheme (EURES-TMSY) para ayudar a los jóvenes de los países de la Unión Europea, Noruega e Islandia a encontrar un trabajo, un período de prácticas o una oportunidad de aprendizaje en otro país de la Unión Europea.

 

También para profesores

 

En la Zona de aprendizaje los profesores también cuentan con recursos para el desarrollo de su profesión fuera de su país, o para mejorar la calidad de la enseñanza en el propio. Así, en la sección Intercambiar entre profesores se recogen las diferentes formas que tienen de conectarse y trabajar en equipo con otras escuelas, compartir experiencias con otros profesores o encontrar seminarios, entre otros.

 

Desde Zona de aprendizaje explican a Padres y colegios que las posibilidades incluyen, por ejemplo, eTwinning, la red de profesores más grande de Europa, que proporciona una plataforma que permite al personal docente crear proyectos de colaboración con una o más escuelas de diferentes países, y School Education Gateway, una plataforma para profesores, directores profesores, responsables políticos, expertos y otros profesionales del ámbito de la educación escolar. Además de contar con las últimas noticias y recursos, su Teacher academy ofrece oportunidades de desarrollo profesional para maestros a través de cursos online y presenciales. Por último, Erasmus+ no sólo brinda oportunidades a los alumnos sino que también ofrece varias oportunidades para el personal que trabaja en el sector educativo en general.

 

Más de 3 millones de visitas

 

¿La Zona de aprendizaje es un recurso conocido? “La popularidad de la Zona de aprendizaje ha aumentado significativamente en los últimos dos años. Esto se debe en parte a la situación creada por la pandemia Covid-19 y al cambio de las clases físicas a las virtuales, donde los materiales online de la Zona de aprendizaje, disponibles en las 24 lenguas oficiales de la Unión Europea, han demostrado ser muy útiles”, aseguran desde la plataforma.

 

Además, desde hace un año las escuelas de toda la Unión Europea reciben un boletín gratuito con información sobre los nuevos materiales disponibles en la Zona de aprendizaje, por lo que cada vez son más las personas que conocen este recurso europeo.

 

En cuanto a cifras, las visitas a la Zona de aprendizaje han superado los 3 millones en los dos últimos años, con un incremento anual del 135% desde el lanzamiento de la plataforma en marzo de 2019. Los visitantes de España representan el 9% del total de visitas, solo después de Alemania e Italia.