22 consejos para que los niños socialicen

Por Javier Peris

 

Socializar. El uso de esta palabreja es tan reciente como dudoso, pero en el ámbito de la escuela e incluso de la pedagogía está tan extendida que ya no se puede prescindir de ella. Socialicemos a los pequeños, claro que sí, pero en la forma correcta, en los lugares y con la compañía que los padres conozcan y aprueben.

 

  1. Ponerse al día. En la Pedagogía actual hay muchos conceptos y términos nuevos para muy pocas realidades auténticamente novedosas. No en este caso porque, sí, hay nuevas formas de que los niños se relacionen que no existían hasta hace muy poquito: segundas y terceras familias, el absorbente mundo de las comunicaciones digitales, innumerables reclamos para disfrutar del tiempo libre fuera de casa…

 

  1. Sin vergüenza. Empecemos por un clásico que nunca falla: llamar puerta a puerta a la búsqueda de un amigo o amiga para nuestro hijo. ¿Quién no lo ha hecho, en un nuevo vecindario o en el lugar de vacaciones? Pero comienza el curso y damos por supuesto que los hijos socializan. Y es verdad que se encuentran más acompañados, pero eso no es lo mismo que sentirse acompañados.

 

  1. El anterior solo es un ejemplo de la actitud proactiva que se espera de los padres en -también- la socialización de los hijos. De la misma forma que no les dejamos solos en los estudios, la calidad y cantidad de relaciones sociales y de amistad son igual de importantes que los hábitos y logros académicos. Por eso, es competencia y obligación de los padres en esta materia la vigilancia y, casi seguro, la intervención.

 

  1. Los niños ya rara vez bajan al parque si no es compañía de adultos y solo en edades muy tempranas. Ahora tenemos las actividades extraescolares, que no es mal sustituto. A muchos peques les da reparo o pereza, o ambas cosas, y no es malo obligarles. A partir de ahí, sin embargo, hay que ser receptivo a las quejas y, si es necesario, cambiar de actividad.

 

  1. Es un solitario, no hace amigos, pero… ¿desde siempre o partir de determinado momento? El carácter de los niños no es inmutable; hay chicos y chicas muy callados y tímidos que en determinado momento se desmelenan. Y viceversa. No nos apresuremos en sacar conclusiones e incentivemos las relaciones con constancia y delicadeza.

 

  1. Los otros papás. Hacerse amigo de los padres de los compañeros de clase. Que compartan reuniones de adultos otorga a los hijos de los amigos un plus de confiabilidad. Quizá no hagan amistad pero se adaptarán al entorno compartiendo juegos, o también horas de aburrimiento mientras los padres se lo pasan en grande. En el peor de los casos, cualquier cosa es mejor que pasar un par de horas pegados a una pantallita.

 

  1. No dar la lata. ¿Es que no has quedado con nadie? No sales con los amigos; venga, sal de casa y… ¡Basta! El niño o joven que no para de escuchar estas exhortaciones acaba por encerrarse todavía más, física y psicológicamente. Si hasta los más pequeños tienen un derecho a un mínimo de autonomía, y especialmente por parte de los padres, la decisión de compartir el tiempo y la intimidad con otras personas debe ser respetada… o al menos debe parecerlo.

 

  1. Ayuda especial. En situaciones objetivamente graves, como la pérdida de uno de los padres o la separación de la pareja, los afectos de los hijos se trastocan y tienden a la soledad. Y nosotros agravamos esta situación, en parte, porque no nos fiamos de su madurez y, en parte, porque menospreciamos su capacidad de sufrimiento. Y casi siempre es recomendable acudir a la ayuda de un profesional.

 

  1. De todos se aprende. Son unos cretinos sí, pero también se aprende de ellos. Las amistades no responden a juicios objetivos basados en la conveniencia o la afinidad. Por eso no hay amigos inconvenientes, o al menos mientras no se demuestre lo contrario. Y estas alturas, no tiene sentido juzgar a los amigos de los hijos por sus familias, acento, etnia o estilo de vida. Ojalá aprendan a convivir con las diferencias mejor que los adultos.

 

  1. No estamos solos. Desde la guardería hasta la ESO los docentes son expertos en esto de socializar. Además, suelen estar muy pendientes de que ningún alumno se quede solo. Y en las tutorías es un tema recurrente. Hay que aprovechar los recursos que nos proporciona el sistema escolar y, si nos son adecuados o suficientes, acudir -sí, otra vez- a la ayuda del psicólogo.

 

  1. Minucias decisivas. A veces es algún rasgo del carácter del chico o la chica lo que hace más difícil entablar relaciones. A veces solo es cuestión de cambiar algunos modales. Y otras veces el niño o la niña no lo ponen fácil: son acusicas, prepotentes, presumidos… o simplemente tímidos, y la timidez da lugar a muchos malentendidos. Sea cual fuere la causa, debemos corregir y ayudar a los pequeños. En realidad hace falta muy poco para restaurar o empezar una relación.

 

  1. Pepito no es así. La dificultad puede ser más de fondo: la convicción -cierta o falsa- de ser más listo o más guapo o, todo lo contrario, agobiarse con sucesivos complejos. Son etapas normales que conoce bien la psicología evolutiva, aunque cada menor las vive de una forma. Si las dificultades se enquistan pueden perjudicar el desarrollo emocional. Hay que empezar a preocuparse cuando nos escuchamos decir: “Es que Pepito es así”.

 

  1. En equipo. En el deporte, en el aula o en la sala de estar, todo grupo reducido con unas reglas y unos objetivos comunes constituye un impagable campo de ejercicio psicopedagógico. El deporte de equipo es especialmente adecuado para compartir metas y entenderse sin palabras, pero no todos los chicos y chicas han sido llamados por la psicomotricidad: los juegos de mesa, incluso las cartas sacan lo mejor -y lo peor- de pequeños y grandes.

 

  1. Puede que el voluntariado se esté convirtiendo en casi una obligación para todo joven de familia biempensante, y hasta en un requisito para el currículo. Puede ser, pero por dudosas que sean las motivaciones, una vez probado el trabajo social se comprueba que nada tiene que ver con pagar la cuota de una ONG (que también duele). Desde muy jóvenes los hijos tienen oportunidades para acceder a la riqueza de las relaciones con la personas desfavorecidas y con otros voluntarios.

 

  1. Josep Pla distinguía entre amigos, conocidos y saludados. Las diferencias se van aprendiendo con los años, pero intuirlas desde pequeños nos ayudará, por ejemplo, a no separar a la gente entre amigos y enemigos, o a apreciar y cultivar el -potencialmente- vasto y productivo mundo de los conocidos, incluso de los saludados. Unos padres abiertos, un hogar accesible para todo tipo de personas es la mejor escuela de socialización para los niños.

 

  1. Amigas, amigos. Los chicos tienen amigos y las chicas, amigas. Aunque hay excepciones, como en todo, y ni mucho menos desaconsejables. Pero que no se establezcan amistades profundas no significa que no haya que relacionarse de una manera natural con el otro sexo. Las prevenciones de los pequeños empiezan, además, mucho antes de llegar a la adolescencia, y los padres pueden y deben facilitar la socialización entre niños y niñas.

 

  1. Hay grupos de amigos antisociales, porque sólo valoran a sus miembros y que se definen precisamente por menospreciar todo lo que está fuera de ese círculo o no responde a sus intereses. Más allá de que suelen ser conflictivas, las relaciones en estas camarillas no son sanas y las amistades acaban siendo volátiles. En muchas ocasiones los chicos y chicas necesitan que alguien les abra los ojos.

 

  1. Con la bajísima natalidad de nuestro país, las relaciones entre primos deben cuidarse y fomentarse, porque hay poco donde elegir. No tiene por qué surgir una auténtica amistad entre los chavales, basta con que se traten con familiaridad y confianza. Y es un recurso sencillo para ampliar el campo de conocidos, intereses y ambientes a los que no accedemos desde la familiar nuclear.

 

  1. Resignación activa. Con Internet todo es más rápido, lo bueno y lo malo: las relaciones, los enfados, las envidias, las nuevas amistades, los detalles de compañerismo, las puñaladas traperas… Contra eso no podemos hacer nada, excepto vigilar que el tráfico de comunicaciones se mantenga dentro del entorno habitual de los menores o, sin salir de él, que no se compartan bulos, difamaciones o contenidos muy inapropiados.

 

  1. Un peligro muy real. Con Internet el menor también corre el peligro de solapar la soledad con incontables recursos que pueden satisfacer las aficiones propias durante horas y horas. O en el peor de los casos, sustituir las relaciones de verdad por interlocutores desconocidos. Hay que enfocar el problema, si lo hay, lejos de las redes, porque estas son, en la mayoría de los casos, solo un reflejo de las relaciones entre los jóvenes. O de la escasez de relaciones.

 

  1. Las amistades infantiles y juveniles son poco estables (las relaciones adultas duran más solo porque la vida nos obliga a dosificarlas), a veces se rompen de forma dramática y, aunque los motivos nos parezcan triviales, los niños y jóvenes sufren de verdad. Y algunos sufren hasta el punto de empezar a dudar de las bondades del mundo exterior, y se refugian en la familia, en el ordenador y en sí mismos.

 

  1. Es lo natural. Hasta aquí hemos dado por supuesto que los hijos deben socializarse; es más, no hemos señalado ningún riesgo por exceso. ¿Será este el único aspecto de la educación en que no hay que preocuparse por los límites? Seguro que hay especialistas que los han detectado, pero el ser humano se caracteriza precisamente por la sociabilidad, y solo con ella podemos aprender, crecer, madurar, incluso sobrevivir.

 

 


 

 

Historias de relaciones que hacen crecer

 

El Principito 

Busca amigos. En ningún planeta los encuentra, hasta que llega a la Tierra. El autor de esta obra maestra de la literatura sabía lo que era la soledad: horas y horas de vuelo como piloto de correos. Cuando su avión de combate empezó a caer sobre el Mediterráneo seguro que tuvo un pensamiento para el pequeño príncipe y su rosa presumida.

Harry Potter 

El grupo de Harry, Ron y Hermione no es un círculo cerrado ni excluyente. En el tránsito de la infancia a la juventud las relaciones personales, familiares y sociales se hacen más exigentes y variadas. La autora de la saga es tan sensible como certera en la descripción de los vaivenes emocionales de niños y adolescentes.

Cuenta Conmigo 

Los protagonistas de esta sencilla película, basada en un relato de Stephen King, son cuatro chicos aún preadolescentes que comparten una excursión en busca de un cadáver. Y la sorpresa y el drama consisten en que efectivamente lo encuentran. Cuatro jóvenes muy diferentes el uno del otro, y todos aportan algo, enseñan algo y aprenden algo.

Luis Fernando López Martínez: “Debemos alfabetizar emocionalmente a nuestros hijos”

Luis Fernando López Martínez, psicólogo general sanitario en el Colegio Oficial de la Psicología de Madrid y codirector del Proyecto ISNISS, formado por profesionales especializados en la labor de prevención y promoción de la salud en entornos digitales.

 

Hay un aumento de las autolesiones en niños y adolescentes, ¿tiene datos?

Estamos realizando una investigación sobre el uso de las redes sociales e internet y su influencia en la conducta autolesiva y suicida de los adolescentes y la población infantojuvenil. Se ha demostrado científicamente, y con datos reales de alumnos dentro de la Comunidad de Madrid, que hay una clara influencia de las redes sociales en la conducta autolesiva de los adolescentes debido a un mal uso de las mismas.

 

– Las tecnologías las han utilizado como método de socialización durante la pandemia, ¿es esta una nueva forma de relación social?

Realmente, la forma que tienen de comunicarse con sus iguales es a través de las redes sociales. La generación Z son los nativos digitales y han aprendido a comunicarse de forma virtual. La cuestión es que habría que enseñar a los padres a saber diferenciar lo que es un uso adaptativo de un uso adictivo para los adolescentes.

 

– ¿Emplean muchas horas al día en ocio digital?

En nuestro estudio hemos visto que los chicos y chicas utilizan las nuevas tecnologías una media de entre tres y cuatro horas diarias como mínimo para ocio, fuera del entorno académico. Lo adecuado es que el uso no dificulte las interacciones presenciales, es decir, que no se pierdan las figuras de apego presencial. Tres o cuatro horas de uso diario para ocio sumado a ocho horas telemáticas en el entorno educativo supone que están conectados todo el día.

 

– Los adolescentes pasan por una etapa de desapego parental, ¿es normal?

Hay un proceso en ellos que es la individuación y en el que van adquiriendo la madurez, su personalidad, y empiezan a encontrar sus propias fuentes de apego ajenas a las parentales. Pero la brecha generacional digital ha hecho que muchos padres no se sientan conectados a sus hijos porque no están dentro de su mismo rol digital. Los padres deben entender que las formas de comunicarse han cambiado y para poder llegar a sus hijos necesitan reeducarse dentro de lo digital.

 

– ¿De qué carecen los nativos digitales?

Acuden a las redes sociales porque ahí se sienten libres para expresar sus emociones. Debemos alfabetizar emocionalmente a nuestro hijos porque son auténticos analfabetos emocionales dentro de la presencialidad. No pueden hablar de sus emociones porque no saben identificarlas.

 

Alberto Soler y Kontxín Roger: “El miedo es simplemente una emoción y como tal deberíamos validarla”

Tener miedo es normal pero no siempre es fácil acompañar los miedos infantiles de forma adecuada. Los psicólogos valencianos nos explican qué debemos evitar.

 

Por Diana Oliver

 

El miedo es una emoción normal y necesaria, que varía en función del momento vital en el que nos encontremos. Para acompañar a los más pequeños en la comprensión del miedo, Alberto Soler y Kontxín Roger, psicólogos especializados en crianza e infancia, publican Tengo miedo (B de Blok). Se trata de un original álbum ilustrado con el que podremos explicar a niños y niñas qué es el miedo y qué puede ocurrir cuando aparece. Eso sí, según los psicólogos, no se trata de ocultar esta emoción ni de evitar que aparezca, pero sí de comprenderla para normalizarla y transitarla de la mejor forma posible.

‘Tengo miedo’ es un cuento para trabajar con los niños los miedos. ¿Cuáles son los motivos más habituales de los miedos de los niños?

Todos tenemos miedo. En cada momento de a vida nos da miedo lo que nos puede resultar más peligroso en ese período. Los bebés pequeñitos temen lo que pasa en su entorno más inmediato, como la pérdida repentina de apoyo o los ruidos fuertes. Conforme empiezan diferenciar lo familiar de lo extraño, van apareciendo el miedo a la separación de las figuras de apego y el miedo a los extraños. Antes no les tenían miedo porque tampoco tenían este desarrollo cognitivo. A partir del año aproximadamente comienzan los miedos a animales y a fenómenos meteorológicos como las tormentas. Entre los dos años y medio y los seis, con la explosión en el desarrollo cognitivo, pueden empezar a tener miedo a cosas más abstractas y a un montón de cosas que imaginan, como la oscuridad, los fantasmas o los monstruos. Conforme crecen, el miedo a la separación de los padres puede convertirse en miedo a estar solos. A partir de primaria empezarán a temer a situaciones más realistas como el daño físico o la muerte, y empiezan a aparecer también los miedos más sociales, como el miedo a las críticas, al fracaso o los relacionados con el ámbito escolar. En la preadolescencia continúan los miedos relacionados con el ámbito académico y los sociales, y pueden aparecer los relacionados con la autoimagen. Y en la adolescencia, a partir de los 12 o 13 años, se incrementan los miedos relativos a las relaciones interpersonales y aparecen otros más similares a los de los adultos como los relacionados con la esfera sexual, con la identidad, los políticos o los económicos.

¿Debemos hacer algo para evitar que los niños tengan los miedos más irracionales?

No podemos evitar completamente los miedos irracionales porque, entre otras cosas, muchos de los miedos infantiles tienen que ver con seres imaginarios, y entran dentro de la normalidad. Lo que podemos intentar es no generarles más miedos por resultar amenazantes para ellos por tratarles de manera autoritaria y poco respetuosa, o exponiéndoles a contenidos que no sean apropiados para su edad. Y para los miedos que vayan surgiendo, cuando tengamos la duda de si exponerles o evitar la situación temida, en la medida de nuestras posibilidades deberíamos acompañarles en la dirección de la exposición más que optar por la evitación. Pero hemos dicho acompañarles, no empujarles. La idea es ayudarles a superarlo, no obligarles a exponerse de cualquier forma, porque cuando forzamos demasiado “puede ser peor el remedio a la enfermedad”.

 

A lo largo de muchos años por vuestra consulta han pasado muchas familias. ¿Diríais que los miedos han cambiado en los últimos años o seguimos temiendo cosas parecidas?

Igual que diferentes momentos evolutivos tienen diferentes miedos, diferentes momentos históricos se caracterizan también por diferentes preocupaciones. Por ejemplo, hace algunos años en el País Vasco podía haber mucho más miedo al terrorismo, en ciertos barrios a los robos o a los problemas derivados de la pobreza o las drogas. En estos momentos estamos observando un incremento en la preocupación por la salud, los trastornos obsesivos compulsivos de contaminación o las agorafobias. El cambio más importante recientemente ha sido la pandemia, y esto se refleja también en nuestros miedos.

¿Qué podemos hacer las familias para acompañar el miedo de nuestros hijos e hijas de forma adecuada?

La primera sugerencia sería no ridiculizarles ni impedirles la expresión de esta emoción. El miedo es simplemente una emoción y como tal deberíamos validarla. Cuando les decimos que no tengan miedo, o que no deberían tenerlo, aunque la intención sea buena, lo que le llega al niño es que no están sintiendo lo que deberían sentir, que deberían sentir otra cosa, que se están equivocando o que “hay algo mal en ellos”. Cuando hacemos esto el problema es doble: por un lado, las emociones no son buenas o malas, el miedo no es malo, las emociones son lo que son, y si están ahí es para cumplir una función. Pero es que además no podemos evitar las emociones, no podemos no sentirlas, van a aparecer porque somos personas y las personas tenemos emociones. Tenemos que contar con ellas y aprender a gestionarlas. Si intentamos evitarlas, lo más probable es que no lo consigamos y que esto nos genere más frustración y malestar. Así pues, todas las emociones son válidas, tienen una razón de ser y tenemos que transmitirles que las aceptamos y que tiene sentido sentirse así.

Además de validarlas, deberíamos tratar de acompañarles, estar ahí con ellos cuando estén asustados. Que sepan que no están solos, que pueden contar con nosotros, que vamos a estar a su lado sin juzgarles, pero sin sobreactuar tampoco. Cuando aceptamos que se pueden sentir así y les acompañamos, a los niños les reconforta saber que lo que les pasa es normal, que otros niños también lo sienten, y que incluso nosotros mismos a su edad también lo sentíamos, pero que poco a poco, conforme fuimos haciéndonos mayores, esos miedos se fueron haciendo más pequeños, y que cuando nos necesiten estaremos a su lado para ayudarles a superarlos.

 

Por último, ¿cómo saber cuando el miedo se ha convertido en un problema y necesitamos ayuda profesional?

Un miedo puede convertirse en fobia cuando produce un malestar muy grande, es muy desproporcionado respecto al estímulo que lo origina y cuando la persona evita o se resiste mucho a enfrentar la situación temida o la tolera con mucho malestar, y esto interfiere de manera significativa en el funcionamiento cotidiano. Llegados a este punto, el miedo deja de ser normal y pasaría a considerarse ya fobia, y sería aconsejable buscar ayuda profesional, más concretamente terapia cognitivo conductual que es la terapia que mayor efectividad ha mostrado para superarlas.

 

Cómo comunicarse con un niño con autismo

 

Uno de los obstáculos que surgen al tratar con niños que sufren trastorno del espectro autista (TEA) es la dificultad en la comunicación. La enseñanza de nuevas destrezas es clave para su desarrollo.

 

Por Olga Fernández

 

Tener a un miembro con autismo en casa es una carrera de fondo donde el apoyo del entorno es fundamental para afrontar el día a día. Ha de haber comunicación y la adaptación de las actividades forma parte de la rutina.

El término «trastorno del espectro autista» recoge afecciones del desarrollo neural que abarcan desde el síndrome de Asperger hasta el autismo grave. Las características de estas afecciones incluyen problemas con la interacción social y conductas repetitivas. Sin embargo, las dificultades en la comunicación pueden mejorarse si se fomentan habilidades y destrezas. Un estudio publicado en la revista Pediatrics, donde se evaluaron datos sobre más de 500 niños con trastorno del espectro autista y se observaron los retrasos del habla en estos niños, halló que el 70 por ciento de los pequeños que no hilaban palabras para formar ni siquiera las frases más sencillas a los cuatro años de edad sí lo hacían más o menos a los ocho años, y en algunos casos, incluso lograron un habla fluida. “Entre los predictores potentes de la capacidad de un niño de desarrollar la habilidad de hablar en frases o con fluidez se incluyeron su coeficiente intelectual no verbal y un menor grado de discapacidad social”, comentó la Dra. Ericka Wodka, neuropsicóloga y autora del trabajo.

 

 

Distintos métodos: pros y contras

Un estudio realizado por Confederación Autismo España contabiliza a 2.116 personas con trastorno del espectro autista y el 68% (1.139) de los registros se sitúan en edades comprendidas entre los 6 y los 21 años. Esto quiere decir que la mayoría se encuentran en una etapa de pleno desarrollo, en la que es muy importante estimular el lenguaje y la comunicación para alcanzar destrezas.
Desde que se comienza una intervención, se procura dotar del sistema de comunicación más efectivo y funcional, intentando siempre alcanzar una comunicación oral, pero en muchas ocasiones no llega o no permite una comunicación total, por lo que se hace importante optar por sistemas aumentativos y alternativos de la comunicación (SAACs)”, explica José Alberto Monseco, psicólogo especialista en TEA. Quien señala tres métodos:
Comunicación por intercambio de imágenes. Implica la comunicación a través de imágenes, con las que pueden pedir lo que desean creando una secuencia de imágenes. “La parte positiva de estos sistemas es que al basarse en imágenes es fácil enseñar su uso y también es sencillo ser comprendidos por otros. Sin embargo, la parte negativa tiene que ver con la preparación y el transporte de la carpeta de imágenes, ya que sólo pueden comunicar lo que esté dentro de su carpeta”, indica el psicólogo. Estas limitaciones se reducen al utilizar sistemas electrónicos, ya que hay programas y aplicaciones específicas que incluyen una gran cantidad de vocabulario que pueden usar en su comunicación y además se trata de comunicadores dinámicos que deben adaptarse a las necesidades de cada usuario.

– Comunicación por signos. Las investigaciones señalan que el lenguaje por signos tiene resultados muy positivos como sistema aumentativo de la comunicación, sin embargo, “si tenemos un niño o niña que presenta una alteración motora o una falta de habilidades de imitación, puede que éste no sea el mejor sistema para enseñarle a comunicarse. Además, otro hándicap que presenta la comunicación por signos es que no todo el mundo puede comprenderlo”, señala el experto. Es por ello que en muchas ocasiones este sistema de comunicación tiende a desestimarse como única vía y se opta por otros sistemas o la combinación de varios.

– Comunicación escrita.La escritura es, sin duda, uno de los mejores sistemas de comunicación, ya que no depende de que nadie prepare un material, sino que sólo tenemos que enseñar a la persona a leer y escribir, sin embargo, estas habilidades no se enseñan desde los primeros años de vida, por lo que sólo puede barajarse si el niño o niña ya sabe leer y escribir de forma fluida”, indica José Alberto Monseco. Quien también incide en que lo más importante es que todos puedan comunicarse con la mayor rapidez, efectividad y funcionalidad posible, por lo que deben valorar una comunicación multimodal, utilizando todos los recursos a su alcance.

 

 

¿Cómo tratar a un niño con autismo?

Los expertos coinciden en que el tratamiento debe ser personalizado e individual. “Debemos tender a la individualización de las intervenciones y escapar de consejos o recetas que puedan darse a todas las familias”, apunta José Alberto Monseco. En cuanto a la anticipación de los sucesos en estos niños, el psicólogo señala que lo importante es la forma de hacerlo: “La forma de hacerlo variará dependiendo de cada persona o incluso en algunas situaciones quizá la anticipación pueda suponer un problema. Conozco familias que prefieren no anticipar a sus hijos que van a determinados sitios que les gusta mucho porque entonces sólo están pensando en que llegue ese momento y no disfrutan de nada más, o justo lo contrario, si les anticipan que van a ir a un sitio que no les gusta puede que se enfaden tanto que no puedan pensar en otra cosa durante el resto del día”.
En cuanto a la forma de comunicarse con las personas con TEA, el psicólogo incide en que es importante no tratarlas como si no entendieran nada, ni como si fueran sordos, ni mucho menos como si fueran niños pequeños eternamente. “Es importante atender a sus necesidades y habilidades y dirigirnos a ellos como nos gustarían que se dirigieran a nosotros. Cuando vamos por ejemplo a un restaurante en un país del que no conocemos bien el idioma, las imágenes de los platos nos resultan muy útiles para saber lo que queremos pedir, pero estas imágenes dejan de ser útiles cuando vamos a nuestro restaurante favorito. Igualmente, hay expresiones en diferentes idiomas que manejamos y comprendemos y otras no y necesitamos un traductor. A las personas con TEA les pasa exactamente lo mismo que a nosotros en estas circunstancias”, explica.

 

 


 

Diferentes grados de TEA

Existe un amplio espectro en el que puede haber desde personas con una afectación severa a nivel social, de comunicación o conducta, hasta otras con una leve afectación social a las que les cueste más relacionarse, pero que puedan llevar una vida autónoma y normalizada.

Según el DSM5 existen tres niveles de gravedad que clasifican a las personas diagnosticadas según sus necesidades de apoyo: necesidad de apoyo, necesidad de apoyo sustancial y necesidad de apoyo muy sustancial.

 

 

Katia Hueso: "Educar en la naturaleza es una cuestión de mirada, de actitud"

“No es cosa de hippies abrazaárboles, sino una cuestión de actitud que puede transmitirse desde casa y desde la escuela”, afirma Katia Hueso, bióloga, educadora, fundadora de la primera escuela infantil al aire libre en España y autora de varios libros sobre el tema.

 

Por Eva R. Soler

 

“Cuando hablamos de educar al aire libre a muchos puede venirles la imagen de cuatro hippies abrazaárboles o de un grupo de niños disfrazados de indios corriendo por el monte, pero no se trata de eso sino de transmitir una mirada y una actitud ante el mundo que nos haga conscientes de que formamos parte de él, y de que él mal que le hacemos a él nos lo hacemos a nosotros mismos”, explica Katia Hueso, autora del libro que, precisamente, lleva por nombre “Educar en la naturaleza” (Plataforma Editorial). Hueso además de bióloga es educadora y fundadora del Grupo de Juego Saltamontes, una escuela al aire libre ubicada en la sierra madrileña y forma parte de la Federación Nacional de Educación en la Naturaleza que tiene, entre otros objetivos, la homologación de este tipo de centros. La pandemia puso de relieve los beneficios de la enseñanza en espacios al aire libre e hizo que aumentase la demanda de este tipo de centros. También ha traído consigo el aumento de actividades relacionadas con el cuidado del medioambiente dentro de las aulas convencionales. Además, desde casa, podemos transmitir a nuestros hijos una nueva forma de relación con el entorno con pasos tan sencillos como salir al campo aunque llueva o haga frío, como aconseja Katia Hueso en esta entrevista.

 

¿Cómo surge la idea de crear el libro “Educar en la naturaleza” y qué objetivo persigue?

En todo el mundo estamos padeciendo en vivo y en directo el resultado de años de desprecio y arrogancia hacia el medio ambiente. Nos encontramos con catástrofes ambientales, climáticas, alimentarias o sanitarias. Y pese a que nos jugamos el pellejo somos incapaces de actuar colectivamente a su favor. Los humanos solemos mostramos torpes para gestionar estas situaciones con una sorprendente parálisis a la hora de planificar y reaccionar para paliarlas. Aunque también somos capaces de poner en marcha buenas prácticas y de acciones inteligentes. Pero, ¿por dónde empezar? ¿Cómo reaccionar ante estos desafíos? Educar en la naturaleza es la única vía para cambiar este rumbo y hay que entenderla no sólo como una parte del currículo, sino como algo transversal que trascienda todas las instituciones educativas y comience en cada hogar. Porque no hay mejor herencia para dejar a nuestros hijos que la de un mundo mejor.

 

Además de haber escrito este y otros libros como “Somos naturaleza” (2017) y “Jugar al aire libre” (2019), eres la fundadora de una de las primeras escuelas al aire libre en España: el Grupo de juego Saltamontes. Háblanos de este proyecto y de cómo ha afectado la pandemia a la demanda de este tipo de escuelas.

 

El proyecto surge por la iniciativa que tuvimos tres madres en 2011 para aprovechar el entorno donde vivíamos, la sierra de Guadarrama, y convertirlo en lugar de aprendizaje para nuestros hijos. No teníamos noticia de que hubiera algo parecido en España, aunque tampoco somos pioneras, porque estas iniciativas ya existían a principios del siglo XX pero desaparecieron con el tiempo. Sí existen este tipo de proyectos en Europa y yo tuve la suerte de conocerlos en primera persona. Así, fuimos armando este proyecto con el que a día de hoy enseñamos a 18 niños de la mano de tres educadoras que nos acompañan todos los días (son maestras, pedagogas o  educadoras infantiles con formación específica). Pasan tres horas al día en pleno monte realizando juego libre (contando piedras y hojas, escribiendo en la arena, investigando…). Se trabajan todas las competencias del currículo pero adaptadas a las emociones de cada niño y siempre en condiciones de seguridad pero que faciliten los aprendizajes. Este tipo de escuelas ha ido creciendo poco a poco en nuestro país y cada vez somos más y ahora hay unas 40, en total. Es verdad que la pandemia nos ha hecho más conscientes de la necesidad de estar en la naturaleza, de cuidarla, de los beneficios del aire libre… Y están surgiendo otras iniciativas de naturalizar la escuela, salir a dar clase al aire libre y cosas así. No sólo se trata de aumentar el número de escuelas al aire libre con una metodología de trabajar propia sino que la expansión está siendo más amplia y alcanza también a la escuela tradicional. Me consta que muchos escuelas de siempre están haciendo cambios en este sentido: convertir el patio o un entorno cercano como un parque en un espacio docente, permeabilizar las paredes del aula… Están haciendo muchos esfuerzos y esto me produce mucha alegría.

 

A pesar de que los niños aprenden todas las competencias que exige el currículo en las escuelas al aire libre, en España sólo hay dos homologadas. ¿Qué opinas al respecto?

 

Desde la Federación Nacional de Educación en la Naturaleza, de la que formo parte, estamos trabajando en este sentido para que se reconozca el fenómeno de las Escuelas en la Naturaleza, previo paso, por supuesto, de unas condiciones de seguridad y unas garantías. Tiene que estar reconocido oficialmente porque hay un trabajo riguroso pedagógico y de seguimiento detrás y se garantiza, por supuesto, la seguridad de los niños al aire libre. Existen protocolos y medidas para que el aprendizajes suceda de forma análoga a como sucede en las aulas en el sentido de la seguridad y el bienestar. Y aunque la forma de impartir los contenidos puede variar, al finalizar el ciclo, se garantiza que el aprendizaje que marca la normativa se adquiere. De otra manera, pero se adquiere. No buscamos el reconocimiento porque sí. Evidentemente, sabemos que hay que cumplir unos requisitos mínimos, unos criterios de calidad y una garantía. Pero una vez cumplidas todas estas exigencias necesarias, las escuelas tienen que tener un derecho de existencia igual que cualquier otra escuela para que las familias y los profesionales tengan la opción de poder elegir para sus hijos la opción que más le interese. De hecho, está reconocida por la Constitución y por la normativa.

 

 

Educar en la naturaleza va más allá de dar clase al aire libre, ¿cómo educar en la naturaleza en un aula convencional?

Es verdad que cuando hablamos de educar en la naturaleza lo primero que nos puede venir a la cabeza es la imagen de cuatro hippies abraza árboles o un grupo de niños disfrazados de indios corriendo por el monte y muchos docentes te dicen: “Yo eso no puedo hacerlo”. Pero no se trata de llegar a eso sino que si un día sales a dar clase al patio o a un parque, ya estás al aire libre, por ejemplo. Si tampoco puedes hacer eso porque los horarios no lo permiten o la logística te lo impide, el director no está de acuerdo… o cualquier otra razón, también se puede hacer desde dentro del aula. Porque al final, educar en la naturaleza es una cuestión de mirada, de actitud… más que estar físicamente en ella. Por supuesto estar físicamente en ella ayuda bastante pero hay más posibilidades: hablando de ella, mostrando ejemplos para cualquier cosa, inculcando el amor o el afecto por ella, simplemente incluyéndola en nuestro discurso, en nuestra manera de hablar, de estar, se actuar… Mostrando cuidado por el medio ambiente, ahorrando papel, ahorrando energía… hablando de estos temas con los alumnos. Hay muchas maneras de hacerlo. Vamos a plantar semillas, a hacer comederos para los pájaros, vamos a observar las nubes, a mirar por la ventana más que a las pantallas, vamos a hablar del clima, … son pequeños detalles que influyen en la mirada de los alumnos y en la actitud que estos van a tener cuando salgan al exterior.

 

En otros países de Europa, la naturaleza se incluye en el currículo, ¿deberíamos tomar nota aquí?

He vivido en Suecia y ahí está muy integrada la relación con la naturaleza. Parece que en el norte de Europa hay una mentalidad de ser, de estar en la naturaleza, de formar parte de ella, una visión más integrada. Aquí siempre relacionamos el ir al monte con alguna actividad, parece que si vamos al campo tenemos que hacer algo (un picnic, poner música…) En esos países no tienen necesidad de hacer, sino más de estar, de contemplar, incluso de ser… No quiere decir que en esas sociedades no cojan el coche, no vayan al supermercado, o al cine… pero sí que es verdad que tienen la naturaleza mucho más presente en sus vidas. Si esta visión podemos trasladarla desde nuestras aulas, seguramente, eso acabe trascendiendo e integrándose también aquí.

 

En el libro mencionas que aquí también hemos tenido buenos ejemplos como la escuela al aire libre fundada por Giner de los Ríos o sin irnos tan lejos, la cultura del reciclaje de cascos que practicaban nuestros padres y abuelos… ¿Tenemos que ir hacia atrás para desaprender lo que el consumismo ha traído consigo?

Mi generación y los que hemos crecido entre los años 60 y los 90, hemos vivido esa época dorada de vacas gordas, tras esa época dura que ha vivido España en la postguerra, la pobreza, la emigración del campo a la ciudad… Claro, como nos íbamos a negar a los beneficios del desarrollo. Ahora tenemos que aprender a manejarnos de otra manera, no se trata de renegar de la comodidad que produce el progreso, pero sí hay que hacerlo de un modo inteligente.

 

¿Cómo extrapolar esta visión de la escuela a casa? Tú hablas de una educación transversal que llegue a la escuela, a casa y, en definitiva, a toda la sociedad.

Propongo un primer paso muy sencillo: aprender a estar en la naturaleza independientemente del tiempo que haga. No sólo cuando hagan buen día o un clima primaveral. Porque en climas cálidos como el nuestro tendemos a salir al campo o al aire libre sólo cuando el sol acompaña, parece que si llueve vamos a disolvernos como azucarillos, pues hay que aprender a convivir con estos fenómenos naturales, como la lluvia o e frío, igual que aprendemos a convivir con el calor.  Ese sería un primer paso. Y después, los padres, tendemos (yo también me incluyo) a evitar la inacción, el tedio, el aburrimiento, el no aprovechar todo momento y todo lugar y no damos oportunidad a que los niños hagan su propio aprendizaje a través del juego libre o al simple aburrimiento. Hay que pasar ese momento de tedio como preludio de lo que puede pasar después. Hay que dejar tiempo, espacio y oportunidad para conectar con ese espíritu.

 


 

ESCUELAS AL AIRE LIBRE EN ESPAÑA

-En España hay 42 escuelas al aire libre, según el directorio In Natura. “Sólo dos están homologadas, una en Madrid y otra en Canarias”, matiza Hueso.

-El 50% de ellas se han creado en los últimos tres años, según la Federación de Educadores en la Naturaleza (EDINA)

-Por Comunidades Autónomas encabeza la lista Cataluña (con 11 proyectos), Madrid (8) y Andalucía (6)

-Nuestros datos se alejan de otros países de Europa como, por ejemplo, Alemania donde hay 3000 centros de este tipo que cuentan con una normativa propia.

 

Ganar la batalla a las pantallas

Por A. Cordellat

Las pantallas han invadido nuestras vidas. Televisiones, videojuegos, smartphones, tabletas… Parece imposible escapar de ellas, pero eso, escapar o al menos hacer frente a su tiranía, es justo lo que propone Marta Prada, guía Montessori, educadora de familias en disciplina positiva y autora del reconocido y premiado blog pequefelicidad.com, que acaba de publicar Educar sin pantallas (Oberon), un libro en el que propone a los lectores lograr que las pantallas tengan un lugar sano en la vida de sus hijos.

“No se puede negar que las pantallas nos facilitan la vida en muchos sentidos. Ahora bien, las pantallas tienen un alto componente adictivo y se ha demostrado que influyen de forma negativa en el desarrollo de los niños, por eso tenemos que aprender a usarlas con sentido común para que lo que es un adelanto no se convierta en el mayor atraso social de la historia”, explica a Padres y Colegios.

Recuerda Marta Prada que cualquier bebé nace con unas enormes potencialidades, pero con un cerebro inmaduro y en formación. El uso excesivo y continuado de las pantallas, explica la experta, influye de forma significativa en el desarrollo de la corteza prefrontal del cerebro, la que se encarga de funciones esenciales para los seres humanos como la atención, la empatía, el pensamiento lógico o el control de los impulsos. La autora recuerda, además, que existen estudios que demuestran que la exposición temprana a las pantallas influye en los niveles de mielina, una sustancia que se encarga de impulsar la velocidad de procesamiento cerebral: “Dicho en otras palabras: las pantallas producen obstáculos en el desarrollo del lenguaje, disminuyen la capacidad de atención y de concentración, interfieren en el autocontrol y en el desarrollo de habilidades sociales y emocionales”.

Con toda esta evidencia científica, ¿no es sorprendente que las pantallas sigan siendo un recurso tan utilizado por las familias en la crianza y la educación de los niños? A la guía Montessori no le sorprende: “La sociedad adulta tiene ya una dependencia a las pantallas. Es algo superior a nosotros. Una droga digital que inyecta aprobación y dopamina en el cerebro y que nos distrae, absorbe nuestro tiempo y nuestra atención. A eso hay que sumarle las horas de trabajo, las horas que lleva sacar una casa hacia adelante y el resto labores diarias… Nos vemos agotados, desbordados y frustrados por no llegar a todo; y las pantallas pueden dar unos minutos de silencio de forma inmediata en el hogar, son una vía de escape que se utiliza, en muchas ocasiones, como cuidadoras o chupetes digitales”.

Integrar a los niños para cambiar las dinámicas

Que las pantallas son una vía de escape y un recurso fácil es obvio. Muchas veces madres y padres acostumbramos a utilizarlas porque es la forma más sencilla de tener tranquilos a los niños durante un viaje, mientras se limpia la casa, mientras se prepara la cena… Para Marta Prada hay una alternativa a este recurso: integrar a los niños. ¿Vas a cocinar? Pídeles ayuda. ¿Vas a limpiar? Invítale a que limpie el polvo. ¿Vas de viaje? Aprovecha para charlar, cantar, jugar, escuchar. “Integrar a los niños y niñas cubre dos de sus necesidades más básicas: afecto y pertenencia. Muchas veces solo se refugian en las pantallas porque se sienten excluidos y buscan su propio mundo virtual de fantasía en el que se sienten bien. Se trata de integrarles para que sientan que realmente son seres valiosos, queridos, visibles e importantes”, afirma.

La duda es cómo integrarles cuando eso supone dar marcha atrás con unos hábitos ya muy instaurados en las familias y en los que las pantallas juegan un papel principal. La autora de Educar sin pantallas, sin embargo, tranquiliza a los padres porque en su opinión “los niños tienen una enorme capacidad de adaptación”. Reconoce Prada que, si existe un abuso grande de pantallas, los primeros días pueden ser algo más conflictivos por el efecto abstinencia, ya que el cerebro pide su dosis diaria de dopamina. En ese caso, recomienda “acompañar las emociones y la irritabilidad que pueda surgir con empatía, firmeza y respeto; y ofrecer alternativas que muestren a los pequeños que pueden tener experiencias mucho más placenteras conectados a las personas que aman, a la naturaleza, al juego y a la experiencia”.

 


 

Cuándo empezar a preocuparse

Según Marta Prada, en función de cada etapa del desarrollo de los niños y niñas podremos atender a determinadas señales que nos pueden dar la voz de alarma sobre los efectos negativos de la relación que mantienen con las pantallas.

-“En niños más pequeños podremos detectar cambios de comportamiento, incrementos de rabietas, irritabilidad, nerviosismo, mentiras, ansiedad por consumir pantallas, fragmentación del sueño. Muchas familias, incluso, me dicen: “mi hijo no come si no es con una pantalla delante”. Eso es un problema”, argumenta.

-Cuando se trata de niños más mayores y adolescentes, según la autora, madres y padres deben estar atentos a los cambios de comportamiento, la irritabilidad, el rendimiento académico, el aislamiento, las mentiras o la privación del sueño para consumir pantallas: “Eso nos puede encender la señal de alarma en cuanto a la existencia de una dependencia, que en los casos más graves puede llegar incluso a la adicción”.

No obstante lo anterior, Prada anima a los padres a no centrarse tanto en esas señales preocupantes como a prestar atención a todo lo que su hijo está dejando de hacer y se está perdiendo por estar frente a la pantalla. “Cuando un niño deja de practicar su deporte favorito para jugar a Minecraft es que ha llegado el momento de sentarse a buscar soluciones”, ejemplifica.

 

 

 

 

 

 

Fernando Alberta: “Si tenemos en casa un niño modelico, que no desobedece, tenemos un problema”

 

Por Eva R. Soler

 

Google, las redes sociales, el estrés, las pesadillas nocturnas, los falsos amigos, la escuela, la ansiedad, la tristeza, el sobre proteccionismo… Son las brujas y los dragones a los que se tienen que enfrentar los menores del siglo XXI, según expone Fernando Alberca en su último libro. El autor define 26 adversidades a las que los niños de hoy tienen que hacer frente y propone en sendos capítulos actividades para darles solución basándose en casos reales. Opina que el origen de todos estos problemas radica en el inoperativo sistema que la sociedad en general, y  padres y centros educativos en particular, hemos implantado para educar a niños y adolescentes y propone como solución que los menores practiquen la desobediencia a sus progenitores y educadores como antídoto a su felicidad.

 

Esta revolucionaria idea, impactante a priori, se entiende mejor cuando el escritor (autor de best-sellers como “Todos los niños pueden ser Einstein”) la explica en primera persona: “El sistema está diseñado para que todos tengamos un pensamiento único. La publicidad, las redes sociales, Walt Disney, la escuela, los amigos, los propios padres… manipulan al niño y diseñan su felicidad. De esta forma, los niños no se sienten protagonistas de su propio destino y creen que la solución a sus problemas tiene que venir de fuera. Por eso, añade Alberca, los padres debemos alegramos cuando nuestros hijos nos desobedecen, porque eso significa que va a contracorriente y estamos viendo que la corriente nos conduce a la infelicidad.”

 

Los niños de hoy en día están sufriendo problemas propios de adultos que antes no se daban como trastornos de ansiedad, estrés o depresión… y esto es fruto de una sociedad y un sistema educativo erróneo que proporciona una visión del mundo sin esfuerzo, responsabilidades y protagonismo, sin tonos grises y en donde solo cabe la perfección o el todo o nada.

 

Apunta Alberca que la escuela y las redes sociales se han convertido en los grandes torturadores de los niños de hoy porque les crea unas dependencias emocionales y les engaña con amigos que en realidad no lo son.

Para hacer frente a estos problema,  hay que liberar al niño de la cultura imperante y de la tendencia de la corriente que, como vemos en todas las encuestas, lo que está produciendo es mucha infelicidad. Es nuestra cultura la que nos está cambiando y, ¿cómo podemos nosotros cambiar esta tendencia? Pues cambiando la cultura de nuestro propio hijo y esto se hace enseñándole tradición familiar que es compatible con la innovación, por supuesto, pero siempre con criterio personal. “La sociedad se ha vuelto más individualista, ha perdido el sentido de bien común y de criterio común educativo, no hay referencia educativa. El resultado es que los padres y las madres están solos y solas a la hora de educar. Ahora no nos basta con repetir el modelo de nuestros padres o de nuestros abuelos porque el lenguaje ha cambiado. Aunque lo permanente sigue siendo exactamente igual en el ser humano: la felicidad se consigue queriendo mucho y siendo muy querido. Ahora también es posible ser feliz, pero esa felicidad está en otro sitio que no es la corriente, aunque nos quieren hacer ver lo contrario”.

 

Por este motivo Alberca insiste en la idea de que el principal antídoto para esa infelicidad y para superar las adversidades propias de nuestra tiempo es la desobediencia a Google, a Disney, a las redes sociales, a los amigos, a los padres y a los educadores… “Tenemos que deshacernos de la manipulación que se nos vende desde la perspectiva publicitaria, esa visión de la vida, de pensamiento único. Como cuando por ejemplo dicen en la escuela que el niño no puede aprender desde casa. ¿Cómo nos pueden manipular tanto? ¿Y cómo es posible que los aceptemos?”, reflexiona el escritor. Y explica el concepto de desobediencia en casa: “Hay que enseñarle al niño la diferencia entre querer y apetecer, que es clave. También hay que enseñarle que debe respetar a su padre y a su madre. Debe tratarles como se merecen: sin agresividad, con buena educación pero debe desobedecerlos, es decir, el niño debe hacer lo que quiera porque la obediencia sólo tiene sentido si las cosas se hacen queriendo y con libertad. Así, tenemos que enseñarles a los niños que no hagan las cosas si no quieren, ahora bien, también deben aprender que el hecho de no hacer las cosas tiene sus consecuencias”. Si le hemos enseñado bien, acertará, pero puede acertar o errar, lo que no podemos es caer en la sobreprotección y diseñarles nosotros cuál es el modelo de su vida acertada y lo que queremos que haga en su vida para ser feliz, porque esto es lo que lleva a la infelicidad, opina Alberca. La sobreprotección es uno de los dragones a los que tienen que enfrentarse los menores y por eso, ahora es el momento de liberarse de la obediencia a los padres, porque la sobreprotección no da cariño, ni felicidad: “Cuando un padre sobreprotege, cuando intenta ser excesivamente obedecido (porque quiere protegerle), cuando tiene un afana desmedido porque haga las cosas como uno quiere (hay padres que le dicen, incluso, a sus hijos como deben untar la mantequilla)… cuando alguien tiene esa obsesión por el detalle para que su hijo sea feliz… no le está enseñando a ser capaz y valioso como para poder enfrentarse a los problemas y darles su propia solución”. Afirma Alberca que si tenemos en casa un niño modélico, que no desobedece, tenemos un problema: “Tenemos que saber que los niños que son muy obedientes durante su infancia y adolescencia, cuando llegan a la edad de 25 y 30 años, sufren de crisis de falta de voluntad, vacío existencial y depresión… Esto tenemos que preverlo”. En este sentido, tenemos que ser conscientes de que la desobediencia es síntoma de madurez y de crecimiento. “Es síntoma de personalidad, de saber que sus padres le quieren igualmente desobediente, aunque también le quieren responsable. Es decir, si no lo quieres hacer, no lo hagas, pero que sepas que si no lo haces, no te conviene. Porque cuando nosotros ordenamos una cosa en el fondo queremos ahorrarle la deducción de lo que le conviene. Estamos haciendo muchas cosas mal, pero con buena intención, matiza el experto. “Los padres tienen que seguir exigiendo, marcarles normas no les quita libertad. Si hay que volver a las diez de la noche, el niño puede volver a esa hora o no, pero tendrá sus consecuencias si no lo hace”.

 

Alberca extrapola esta visión a la escuela. “Una educación de calidad exige una educación libre y un planteamiento más creativo, menos evaluativo (lo que hacemos en la escuela son exámenes, más que enseñar). Los docentes evaluamos continuamente lo que hemos explicado, pero nuestra profesión consiste en enseñar y que ellos aprendan cosas importantes para su vida en general, no sólo académica: si yo subo la autoestima en clase de matemáticas subiré la autoestima personal del alumno”.

 

Hay que huir de la manipulación y de la edulcoración que nos transmiten gigantes mediáticos como Walt Disney: “Si tú sueñas mucho una cosa no se consigue sin más, esto es mentira. Hay que enseñarles que si hay algo que deseas mucho tienes que trabajar por ello y que si acabas consiguiéndolo ha sido fruto de tu esfuerzo. Y si no lo consigues, tienes que saber que siempre hay un plan B. A los adolescentes les cuesta también cada vez más tomar decisiones, decidir entre todas las opciones. Hay que enseñarles que cada opción tiene sus ventajas y sus inconvenientes. Podemos ayudarles a elegir: ¿qué has pensado? ¿A ti qué te gustaría? ¿Has reflexionando sobre las consecuencias de tu decisión? , pero no darles la respuesta. Y Alberca, resalta una frase que aprendió de su padre, psiquiatra “La libertad es lo más difícil de educar, pero hay que enseñarla”.